Hace una década, los mexicanos votaron por un cambio, cansados de un régimen que durante más de 70 aí±os se comportó de diversas maneras, unas veces paternalista, otras autoritario, cerrado, incapaz de entender que el paí­s cambiaba, aunque con pasos lentos e inseguros.
Diez aí±os han pasado desde que los panistas accedieron al máximo poder de la República, la esperanza de quienes votaron por ellos se ha diluido con el paso del tiempo. Hoy, los mexicanos no distinguimos entre el viejo PRI y el nuevo PAN, porque ambos partidos se parecen cada vez más.
Si antes los mexicanos nos indignábamos con los excesos del poder priista traducido en corrupción, derroche de dinero público en fastuosas fiestas, viajes onerosos al extranjero para pactar alianzas con otros gobiernos que terminaban en nada, entre otros asuntos criticables, ahora vemos lo mismo pero triplicado.
La publicitada boda del dirigente panista César Nava con la animadora infantil ”Patilú», pero sobre todo el departamento de siete millones de pesos que le regaló a su novia, es un ejemplo más de la hipocresí­a panista, que critica los excesos de la corrupción del antiguo régimen y por otro lado, guarda un silencio cómplice sobre los abusos cometidos por los suyos.
En un paí­s donde es razón indispensable para la buena marcha del tejido social la transparencia y la rendición de cuentas, lo que ocurre con César Nava y sus excesos tendrí­a que recibir una sanción ejemplar.
En México no es así­ porque el poder protege a los suyos, los arropa y hasta permite la exhibición de sus corruptelas sin ningún pudor, en el entendido de que el sistema encontrará la forma de que pronto la opinión pública vuelva los ojos a otro asunto.
El tantas veces anunciado cambio que necesitaba un paí­s con serios niveles de desigualdad social, se quedó en el limbo, no se concretó, lo que vivimos ahora es una caricatura de algo inespecí­fico que los panistas seí±alan como democracia.
Es más bien un ejemplo de la manera de dilapidar la esperanza de millones de personas desencantadas, ante una realidad que se percibe peor que la de hasta hace una década.
¿Qué significa que el dirigente del PAN pueda adquirir un departamento para su novia en una cantidad estratosférica, que ningún funcionario podrí­a pagar con su salario y aun así­ no reciba ningún tipo de sanción de parte de la autoridad?
Significa que los panistas han decidido emular a los que tanto criticaron antes, sabiendo que a lo único que se exponen, es a la crí­tica pública que sin embargo no es suficiente para que se refleje en sanciones administrativas o penales.
El estado de derecho está conculcado en nuestro paí­s, los que ostentan el poder en cualquiera de sus niveles saben que pueden hacer lo que quieran, mientras estén arropados por quienes gobiernan. Así­, vemos abusos de toda í­ndole sin que haya sanciones y eso motiva a los demás a cometer sus fechorí­as con la idea de que tampoco serán castigados.
Ese es el paí­s que está entre los primeros lugares de corrupción en el mundo, el de menor competitividad, el de mayores í­ndices de pobreza, el de mayor desigualdad social, el de menor aprovechamiento educativo, el que tuvo el peor manejo de la crisis económica.
Ese es nuestro México del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución. Es el México de los grandes festejos, incapaz de aprender de sus propios errores.

Jorge Cruz Escalante

Graciela Machuca

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