POR ESTO

El sol abrasador fue ideal para los turistas que se dieron cita este jueves en las playas, que contrarrestaron sus efectos con un chapuzón entre las olas del mar Caribe. Por ser menor la afluencia de baí±istas, los que acudieron pudieron elegir cualquier punto donde descansar, en camastros, sobre la arena o a la orilla del mar.
Para los visitantes, principalmente del extranjero que provienen de paí­ses con temperaturas bajas y donde el sol no llega con la misma intensidad, además de sus paradisí­acas playas color azul turquesa y su arena clara, la temperatura y los radiantes rayos solares son la combinación perfecta para sus vacaciones.
En algunos de los turistas su piel blanca se tornaba roja al estar expuesta al sol, a pesar de que lo primero que hací­an, al llegar, era ponerse el bloqueador o bronceador solar para protegerse y también para adquirir un tono de piel más obscuro.
Aunque también procuraban mantenerse a la sombra, debajo de una sombrilla, con sombrero o gorra y lentes; pero habí­a quienes no se resistieron a la invitación de las olas que se rompí­an en la orilla y prefirieron de inmediato adentrarse entre éstas para refrescar el cuerpo.
Otros llegaron con la firme intención de adquirir un buen bronceado en la piel, por lo que se tendieron sobre una toalla en la arena, boca arriba y posteriormente se volteaban boca abajo para así­ tener un tono uniforme; habí­a algunas chicas que se desataban la parte superior del traje de baí±o, para así­ no quedar la lí­nea marcada en la espalda.
Otros simplemente llegaban para tomarse la selfie teniendo como fondo el Caribe mexicano, con poses sexys, sonriendo y haciendo gestos o en varias posturas, es decir una sesión fotográfica, ya que el sol reflejaba un brillo sobre la superficie de las olas.
Aunque no fue una gran afluencia, habí­a muchos camastros que no se habí­an instalado, ni sombrillas abiertas, ni tampoco las sillas y mesas que regularmente se colocan, por lo que hací­a parecer una playa más extensa.
Habí­a quienes no se quedaban cerca de los accesos, sino que preferí­an caminar hacia los extremos, ya que era menor el número de baí±istas que se instalaban en esas partes, por lo que daba una sensación de privacidad y de tranquilidad, pues algunos de los visitantes llegaban con la intención de leer un libro y dormitarse o simplemente disfrutar del sonido de vaivén que producí­an las olas.

Graciela Machuca

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