Nos preguntamos por qué la tierra no rinde como antes cuando veí­amos abundantes cosechas, por qué el volumen de miel cada aí±o se reduce, por qué son menos toneladas de chicle las que se extraen de las selvas y por qué cada dí­a los alimentos se tienen que obtener mediante la manipulación genética de las semillas en invernaderos y no en campos a cielo abierto como sucedí­a durante nuestra nií±ez.

La respuesta es simple y la observamos en la vida cotidiana: los carros, la práctica irresponsable de tala de árboles ya sea desde el sector oficial o desde el anonimato criminal del saqueo de las selvas, la cacerí­a indiscriminada de especies animales que se encuentran al borde de la extinción, entre otras razones. Como consecuencia, ya no observamos con la frecuencia que quisiéramos animales como venados, jabalí­es, tepezcuintles, pavos de monte, faisanes, tigres ni leoncillos. Incluso los tejones o mapaches que antes eran una plaga, hoy escasean fatalmente para nuestra mala suerte.
Según los estudiosos del tema, una de las principales causas que originan los bruscos cambios climáticos que observamos es la concentración de Gases de Efecto Invernadero (GEI), que precisamente son las emisiones o el humo  de los carros, el humo producido por la quema de basura, los incendios forestales y lo que es peor, la contaminación ambiental que produce la actividad industrial del hombre. Tales actividades   no destruyen la casa de los grandes empresarios e inversionistas dueí±os de proyectos y capitales a quienes parece importarles poco el medio ambiente, sino la casa de todos los que hoy estamos en este lugar. Y por si fuera poco, de las generaciones que vienen a quienes heredaremos, sin duda alguna, un lugar completamente devastado para que crezcan, se reproduzcan y mueran.
Durante los últimos 250 aí±os, la economí­a humana ha vertido a la atmósfera más de 1.1 billones de toneladas de CO2 por uso de combustibles fósiles para la generación y uso de energí­a, de las cuales 770 millones fueron emitidas durante los últimos 50 aí±os. A causa de la deforestación, sólo durante estos últimos 50 aí±os, se han vertido más de 330 millones de toneladas, un tercio de las emisiones acumuladas totales del periodo.
Por el volumen total de sus emisiones, México contribuye con alrededor de 1.5% al problema global, en contraste con los grandes emisores históricos: los Estados Unidos de América, la Unión Europea y China, que vierten a la atmósfera actualmente más de 17 mil millones de toneladas de CO2, lo cual constituye alrededor del 35% de las emisiones globales por aí±o. Son notables también los casos de Indonesia y Brasil que, sólo por deforestación, emiten anualmente casi 5 mil millones de toneladas, lo que equivale al 10% del total global. Por la misma causa, Indonesia cuadruplica y Brasil duplica las emisiones anuales totales de México. Al mismo tiempo, los Estados Unidos de América, la Unión Europea, China, India, Reino Unido, Italia, Francia y Espaí±a, logran la captura forestal de 530 millones de toneladas de CO2.
Con tales estadí­sticas, pero más aún con el poco empeí±o y voluntad de los gobiernos por atajar el problema, somos los habitantes, los ciudadanos de cada región y cada rincón, los que debemos pugnar por evitar más complicaciones al medio ambiente. Debemos cuidar esta casa en la que todos vivimos y tenemos la responsabilidad de cuidarla por quienes vienen detrás de nosotros.

Graciela Machuca

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *