PRI: victoria providencial El PRI ganó porque tení­a que ganar. Estaba felizmente condenado a ello. Fue la crónica de una reconquista anunciada. El regreso con todo y gloria. El retorno de los brujos. La vuelta del Charro Negro.

Difí­cilmente, alguna vez y en cualquier lugar del mundo, un partido polí­tico que estaba en tercer lugar ha tenido tantas facilidades para almorzarse a sus contrincantes de arriba: así­ o más hincaditos.

El PAN, dividido entre los grupos que desde el 2000 disputan el poder y el dinero. Y pecando de una soberbia inaudita e insultante. No sólo contra sus detractores y adversarios sino contra sus propios militantes. Así­ que desde las alturas del poder de Los Pinos y la Del Valle, Calderón y Germancito trituraron a los panismos locales para imponer candidatos a dedazo que terminaron siendo rechazados por los electores y por los propios militantes. Lo que les tendió una alfombra roja a los prií­stas para los palacios de gobierno no sólo de Colima, Campeche o Nuevo León, que ya se esperaban, sino aun de San Luis Potosí­ y Querétaro, que ni los propios tricolores se imaginaron en sus más desatadas calenturas. Ese mismo engreimiento altanero lo ejercieron sus gobernadores, que entregaron en bandeja de plata ciudades y municipios tan apetitosos como Guadalajara y Zapopan en Jalisco o Cuernavaca en Morelos. Platillos suculentos que el dinosaurio devoró porque todaví­a está aquí­.

Por el PRD, o los pedazos que de él quedan, ni proponiéndoselo podí­an haber hecho una campaí±a más guanga e idiota olvidándose del músculo para recurrir al maquillaje de una chavita que ni culpa tiene. La lucha social almibarada. Las propuestas sin salir de la cocina. Walt Disney como el tercero en discordia entre Plutarco Elí­as Calles y Manuel Gómez Morí­n: somos ninfos somos rosos, somos buenos izquierdosos. Por eso, el PRI les arrebató Ecatepec, Nezahualcóyotl y Cuajimalpa y los redujo a uno más del montón en San Lázaro. Y peor aún, les quitó la opción de representar a un sector del electorado progresista, pero avergonzado de todas las trácalas amarillas.

Eso sí­, con dos méritos incuestionables: el PRI fue el partido que mejor leyó al paí­s frente a una runfla de analfabetas funcionales del PAN y el PRD; entendieron a la primera el hartazgo de la cantaleta del crimen organizado; el desencanto de un gobierno del empleo en donde se ha cancelado el futuro; la prepotencia de un panismo abusivo y gandalla, pero eso sí­, muy hipócrita; el cochinero del perredismo y la fragmentación de la izquierda. Adicionalmente supieron dirimir, por ahora, sus diferencias internas y sus ansias obsesivas por el 2012.

Todo debidamente procesado por dinos y bebesaurios que optaron por una campaí±a conservadora y sin estridencias. Que decidió no correr riesgo alguno porque realmente no hací­a falta. Se limitaron a afilar sus garras y saltar en el momento oportuno.

Hoy, con la mayorí­a en el Congreso, el PRI impone agenda y hasta exige cambios en el gabinete. Pero a la vez comienza a enfrentar su mayor desafí­o: una soberbia gigantesca, que al igual que al PAN, puede terminar enloqueciéndolos. Cuidado. Mucho cuidado.

Paralelismos de México y Argentina, dos gobiernos en declive Parece que no sólo los estragos de la gripe porcina emparientan a México y Argentina. El descalabro de los dos partidos oficiales en las últimas elecciones legislativas, realizadas con una semana de diferencia, también marca una realidad común a ambos paí­ses.

Como ya es sabido, el PAN quedó a más de 8 puntos porcentuales por debajo del PRI en las elecciones del pasado 5 de julio, entregándole al tricolor el control del Congreso y la inmejorable posibilidad de volver a Los Pinos en 2012.

En la Argentina, el peronismo recibió una reprimenda similar de parte de los votantes, aunque con una particularidad. El partido gobernante llegó claramente dividido a las elecciones del pasado 28 de junio, y presentó diversas listas que ganaron y perdieron según la demarcación. La derrota, entonces, es más del gobierno que del partido peronista.

En ese mismo sentido, el aspecto básico que une a los dos resultados es entonces la clara desaprobación hacia el trabajo de la Presidencia de la República, que en el caso del paí­s sureí±o está en manos de Cristina Fernández de Kirchner.

Su esposo, el ex presidente Néstor Kirchner, se presentó como cabeza de lista de diputados federales en la Provincia de Buenos Aires, el distrito electoral más grande del Paí­s, buscando ser el eje y gestor de un gran triunfo. Sin embargo, perdió ante una extraí±a confluencia entre ex aliados suyos, un novel y misterioso polí­tico millonario nacido en Colombia y nacionalizado argentino (Francisco De Narváez) y el alcalde de la ciudad de Buenos Aires (Mauricio Macri) otro millonario hombre de la derecha. La derrota dejó a Néstor Kirchner casi sin aire para diseí±ar su futuro polí­tico, y a su esposa con un Congreso que ya no domina, ni aún con las tradicionales alianzas que le dieron gobernabilidad estos aí±os.

En la elección de fines de junio, se renovó un tercio de la cámara de Senadores y la mitad de la Cámara de Diputados, según lo ordena el sistema electoral argentino. De acuerdo a los resultados finales, el oficialismo ya no tendrá quórum propio en ninguna de las dos cámaras, algo que supo conseguir hace pocos aí±os. En Diputados perdió 18 de los 116 lugares que tení­a, y aun con sus tradicionales aliados necesitarí­a 13 votos de partidos no afines para alcanzar la mayorí­a. En Senadores, perdió cuatro lugares, quedándose así­ exactamente con la mitad de la Cámara.

Las malas noticias incluyen porcentajes í­nfimos de votos en los cinco principales distritos electorales del paí­s. En las provincias de Córdoba y Santa Fe, así­ como en la Capital Federal, obtuvo alrededor de un 10 por ciento de los votos. En las provincias de Buenos Aires y Mendoza logró alrededor de un tercio de los votos, pero en ambas fue segunda fuerza.

Es imposible no comparar este hecho con las resonantes derrotas panistas en históricos distritos del ”corredor azul» del Estado de México, o su escaso éxito en la disputa por las gubernaturas que se pusieron en juego el domingo 5 de julio.

También es notable la coincidencia de que ambos gobiernos han dejado la gobernabilidad en manos de los partidos opositores, lo que podrí­a augurar tiempos turbulentos.

Tomando en cuenta todos los datos anteriormente citados, hay un parecido básico en ambas situaciones: los partidos en el poder parecen haber comenzado su despedida. Para México, parece una vuelta cantada del PRI; en Argentina la situación es más compleja, porque de un modo u otro parece que cualquier post kirchnerismo deberá tener obligatoriamente algún componente peronista.

La diferencia fundamental en la situación de ambos gobiernos ésta a favor de Felipe Calderón, quien a pesar del descalabro electoral mantiene aún una imagen positiva cercana al 50 por ciento, casi el doble que la de Cristina Fernández.

Lo que parece inexorable es que en ambos paí­ses parecen acercarse tiempos turbulentos, con gobiernos que comienzan a debilitarse justo en momentos en que el mundo y su crisis les exigen fortalezas.

Mientras que en Quintana Roo, se aproxima la madre de todas las batallas, dentro del priismo entre los dos cozumeleí±os ahora diputados federales, que se disputaran la silla que dejará Félix González Canto en el 2011.

En un estado donde ha quedado claro que la oposición se pulverizó y se prostituyó en desgastes internos inútiles en pro de sus mezquinos intereses partidistas y peor aun los personales, de tal manera que no representa ya ninguna opción confiable al electorado y la única alternativa que resta para el 2011 ¿será el voto nulo?.


Graciela Machuca

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