Habitantes de arroyo negro comercializan la fauna con permiso de la SEMARNAT

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Orapendula de Moctezuma Foto: Carly Voight
Orapendula de Moctezuma, Foto: Carly Voight

El poblado de Arroyo Negro es la comunidad más apartada del sur de México y de Quintana Roo; situada a escasos 7 kilómetros de la frontera con Guatemala y a 12 de la de Belice me parece uno de los pueblos más olvidados de México. Está ubicado en una elevación natural de terreno y en sus faldas. El pequeí±o asentamiento se dibuja a manera de un fragmento de tablero de ajedrez: sus calles recientemente asfaltadas y una red de energí­a eléctrica apenas inauguradas, facilitan un poco más la comunicación entre sus habitantes con el resto del paí­s y el mundo. Las casas, en su mayorí­a de madera, y pintadas con colores chillones o simplemente decoradas con la pátina del propio material, dejan entrever muchos curiosos a través de las ventanas y puertas abiertas, sobre todo nií±os que salen a nuestro encuentro siempre sonriendo y saludándonos.

Arroyo Negro, integrado como la mayorí­a del los pueblos de la zona limí­trofe  por las etnias chol, tzeltal, tzotzil y mam, lucha ente las adversidades del nuevo siglo; su dedicación única a la agricultura les permite sobrevivir y complementan su dieta con la cacerí­a como todos los demás pueblos. Recientemente adquirieron una UMA de la SEMARNAT que les permitirá obtener, por lo menos a un pequeí±o grupo de campesinos, ingresos menores por la venta de aves exóticas. Esta autorización es una de las aproximadamente sesenta UMA’S que existen a la fecha en la Reserva de la Biósfera de Calakmul.

Los entusiastas pobladores recibieron un apoyo de trescientos mil pesos para iniciar su proyecto: con esos recursos construyeron dos torres de observación con madera de la región, así­ como también dos casas de materiales perecederos; las primeras, servirán para que los visitantes observen desde lo alto el paisaje selvático de los tres paí­ses al mismo tiempo; mientras que las casas proporcionarán albergue a aquellos que deseen pernoctar y observar los animales por las noches. A seiscientos metros de la frontera, una de las torres permanece erguida sobrepasando el nivel de las copas de los árboles, altura que no permite ver a los animales terrestres ni arbóreos, salvo loros, zopilotes y una que otra ave de altura; lo que sí­ se puede apreciar es la grandeza de la selva.

Originalmente el grupo estaba constituido por todos los ejidatarios, pero con el transcurso del proyecto el gremio se fue reduciendo hasta estar integrado por menos de veinte personas. La agrupación se forma por  su presidente: Manuel López Bení­tez, su secretario: Rogelio Martí­nez López y la tesorerí­a recae en Juan Dí­az de la Cruz; todos son jóvenes y entusiastas, su optimismo los hace externarse como personajes hospitalarios y amistosos.

La UMA les permite comercializar una amplia cantidad de animales selváticos como jabalí­, venado, tepezcuintle, loro, pavo de monte, faisán y otros más de una amplia lista. Recientemente comercializaron alrededor de 600 loros, a los que les pusieron los anillos correspondientes para demostrar su legalidad.

Antonio Mingo Martí­nez Sánchez y Juan Dí­az de la Cruz expresaron su preocupación a Maya sin Fronteras, debido a que tienen dificultades al interior de la agrupación al no contar ya con asesorí­a oficial, por lo que están buscando quien los oriente para mejorar como organización y evitar errores que les puedan acarrear problemas mayores. Ambos dijeron que se interesan por tratar de conseguir permisos de cacerí­a controlada para hacer más atractiva la UMA y poder contar con mayor acceso a la comercialización de los animales de la selva.

Graciela Machuca

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