Foto: Daniel Molina

El curso escolar 2008-2009 comenzó el 18 de agosto del aí±o pasado, cuando los nií±os y jóvenes estaban contentos por conocer a sus nuevos maestros, o cuando otros asistí­an por primera vez a una escuela, o quizás para algunos su entusiasmo era cursar materias novedosas; inclusive padres de familia compartí­an esa emoción llevando  a sus hijos a la escuela con la esperanza de que aprendan cosas nuevas.  Todo caminaba bien, hasta que de pronto un grupo de maestros  manifestaron su inconformidad por la aplicación de la ”Alianza para la Calidad de la Educación», argumentado que no fueron tomados en cuenta en la elaboración de ese proyecto, o que se estaban pisoteando sus derechos sindicales al no permití­rseles disponer de sus plazas laborales cuando se jubilen, entre otras cosas, de tal suerte que ese curso escolar que recién iniciaba, estaba acompaí±ado de un problema laboral que se prolongó poco más de cinco semanas dejando a los estudiantes sin tomar clases; porque maestros y autoridades educativas no llegaban a acuerdos que pudieran poner fin a sus diferencias; mientras tanto los alumnos, como pasa siempre en estos casos, fueron los que pagaron las consecuencias de la falta de voluntad polí­tica y de responsabilidad, pero sobre todo, de la carencia de un compromiso social por entender que la educación es un tema que no debe estar sujeto a caprichos polí­ticos, ni bajo intereses personales o de grupo, sino que todos los involucrados, ya sean maestros, gobierno o sociedad, tienen el deber impostergable de procurar sin pérdida de tiempo la impartición del servicio educativo desde la responsabilidad que les corresponda atender.

En consecuencia a esto, la educación formal de jóvenes y nií±os en Quintana Roo, sufrió un duro golpe difí­cil de compensar, aunque se diga que se recuperó incrementando las horas de trabajo o agregando más dí­as laborables al calendario escolar. La educación, no es comparable a la construcción de un objeto, en donde si no lo hiciste hoy lo puedes hacer maí±ana y no pasa nada, por el contrario, el tema de la educación es de carácter formativo, se trata de aprender y conocer algo, de apropiarse de una enseí±anza dada, de manera que si no se enseí±ó algo el dí­a de hoy, ya se dejó de saber y conocer de ese algo y por lo tanto la formación está mermada y en resultado, es una formación insuficiente. Por si fuera poco, de pronto la autoridad suspende clases por la influenza, que comenzó a atacar a la población mexicana y Quintana Roo no podí­a ser la excepción. De nueva cuenta el curso escolar se ve truncado, ocasionando un deterioro más en el proceso de enseí±anza-aprendizaje de los alumnos. Ante todo esto, la pregunta que hacemos es: ¿cómo finalizaron los alumnos, en cuanto a las expectativas  que autoridades, maestros y padres de familia se plantearon al inicio del curso? Tan solo un ejemplo de esto fue la prueba Enlace que se presentó en dos tiempos, desde allí­ pierde su validez a pesar de ser el factor que mide los resultados del logro académico de los alumnos durante el ciclo escolar.

En conclusión, este curso escolar que fenece ha sufrido una serie de incidencias, que sin duda habrán de repercutir en los resultados: las causas allí­ están y las consecuencias las sabremos en agosto cuando comiencen a fluir los datos de esta prueba, que sin querer ser sabios, la lógica nos dice que no serán satisfactorios.


Graciela Machuca

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