Recién casados con bebé

El amor va hacia lo opuesto — continuaba aconsejando el sacerdote – si quieren triunfar como esposos, acepten el camino de la renuncia del propio gusto para contentar al otro, en todo lo que no ofende a Dios; de verdad, es maravilloso encontrarse esposos de muchos aí±os que todaví­a viven totalmente el uno para hacer feliz al otro… así­ me gustarí­a verles siempre a ustedes. Estén constantemente alerta ante el peso del egoí­smo, o al hecho de encerrarse dentro de sí­ mismos para defender ”sus derechos»: ceder no es sinónimo de debilidad, si cedemos en cosas accesorias… ceder es parte del amor que desea dar contento al ser amado. Así­ me gustarí­a verles siempre, felices porque buscan hacer feliz al otro.
Hijos mí­os no olviden que no somos perfectos, ni tú Juan, ni tú Laura – recalcaba – por eso tengan una actitud continua de superación, para salir de los baches; a la vez que deben tener un gran espí­ritu de perdón, para que nunca el defecto que vean en el otro les lleve a empaí±ar ese amor tan fresco que ahora se tienen.
Comenten lo que sienten, lo que piensan, y tomen decisiones en común. No quieran ”triunfar» sobre el otro, tampoco se guarden dentro de si mismos dudas o inquietudes que crecen hasta convertirse en auténticos enemigos del amor… busquen tiempo para abrir eso que llevan dentro, con realismo y sencillez, nunca acepten una suposición contra el otro,  ni mucho menos crí­ticas que se escuchen desde fuera. Trabajen por ser trasparentes, limpios y sin durezas como el agua cristalina. Si alguna vez hay que reprochar algo objetivo, dí­ganlo con tanto carií±o que hasta dé gusto el estirón de orejas.
Dios les ha amado desde toda la eternidad, les ama ahora y les amará siempre; entonces pues, dejen a Dios el mejor lugar en la familia que ahora forman; búsquenlo en la confesión si alguna vez el pecado ha llegado a la propia vida y recí­banlo limpiamente cada domingo en la santa misa, donde se les espera como esposos. Busquen momentos como familia para rezar juntos, para leer la Biblia, para ayudar más a la parroquia y a tantas personas necesitadas.
En lo que esté de mi parte cuenten conmigo — les decí­a con carií±o el párroco-, he visto matrimonios muy hermosos que han fracasado por una tonterí­a o matrimonios que han pasado por pruebas muy duras, pero han salido adelante, he visto también matrimonios que ”siguen» por inercia pero aburridos, sin fuego, sin carií±o, sin amor.
¡Cómo me gustarí­a que no pasase esto entre ustedes! El mundo en el que vivimos no ayuda a vivir bien el matrimonio. Pero Dios es más fuerte que el mundo. Con Dios pueden ser una pareja santa y feliz. Así­ lo deseo de corazón. Quisiera verles siempre como ahora, como tórtolas enamoradas o incluso cada dí­a más tiernos y delicados.
Ya ven, me salió un sermón de nuevo — les comentaba con regocijo -. Es el vicio que tengo desde hace aí±os; pero no se pueden imaginar la alegrí­a que siento al verles unidos en el matrimonio según Jesucristo. Que í‰l les acompaí±e siempre, que el Espí­ritu Santo les bendiga en sus pensamientos, en sus palabras, en sus acciones, y que la Virgen Marí­a y san José les enseí±en cómo se vive de verdad en una familia que busca en todo, siempre hacer lo que agrada a Dios y lo que agrada al propio esposo, a la propia esposa y a los hijos.
Que Dios les bendiga mucho. Y si í‰l así­ lo dispone desde el amor que ya ha sido bendecido por el matrimonio, les espero pronto para el bautismo del primer hijo, concluyó el sacerdote.

Por Ady Marí­a yeh maldonado

Graciela Machuca

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