A los recién casados II
El amor va hacia lo opuesto — continuaba aconsejando el sacerdote – si quieren triunfar como esposos, acepten el camino de la renuncia del propio gusto para contentar al otro, en todo lo que no ofende a Dios; de verdad, es maravilloso encontrarse esposos de muchos aí±os que todavía viven totalmente el uno para hacer feliz al otro… así me gustaría verles siempre a ustedes. Estén constantemente alerta ante el peso del egoísmo, o al hecho de encerrarse dentro de sí mismos para defender ”sus derechos»: ceder no es sinónimo de debilidad, si cedemos en cosas accesorias… ceder es parte del amor que desea dar contento al ser amado. Así me gustaría verles siempre, felices porque buscan hacer feliz al otro.
Hijos míos no olviden que no somos perfectos, ni tú Juan, ni tú Laura – recalcaba – por eso tengan una actitud continua de superación, para salir de los baches; a la vez que deben tener un gran espíritu de perdón, para que nunca el defecto que vean en el otro les lleve a empaí±ar ese amor tan fresco que ahora se tienen.
Comenten lo que sienten, lo que piensan, y tomen decisiones en común. No quieran ”triunfar» sobre el otro, tampoco se guarden dentro de si mismos dudas o inquietudes que crecen hasta convertirse en auténticos enemigos del amor… busquen tiempo para abrir eso que llevan dentro, con realismo y sencillez, nunca acepten una suposición contra el otro, ni mucho menos críticas que se escuchen desde fuera. Trabajen por ser trasparentes, limpios y sin durezas como el agua cristalina. Si alguna vez hay que reprochar algo objetivo, díganlo con tanto carií±o que hasta dé gusto el estirón de orejas.
Dios les ha amado desde toda la eternidad, les ama ahora y les amará siempre; entonces pues, dejen a Dios el mejor lugar en la familia que ahora forman; búsquenlo en la confesión si alguna vez el pecado ha llegado a la propia vida y recíbanlo limpiamente cada domingo en la santa misa, donde se les espera como esposos. Busquen momentos como familia para rezar juntos, para leer la Biblia, para ayudar más a la parroquia y a tantas personas necesitadas.
En lo que esté de mi parte cuenten conmigo — les decía con carií±o el párroco-, he visto matrimonios muy hermosos que han fracasado por una tontería o matrimonios que han pasado por pruebas muy duras, pero han salido adelante, he visto también matrimonios que ”siguen» por inercia pero aburridos, sin fuego, sin carií±o, sin amor.
¡Cómo me gustaría que no pasase esto entre ustedes! El mundo en el que vivimos no ayuda a vivir bien el matrimonio. Pero Dios es más fuerte que el mundo. Con Dios pueden ser una pareja santa y feliz. Así lo deseo de corazón. Quisiera verles siempre como ahora, como tórtolas enamoradas o incluso cada día más tiernos y delicados.
Ya ven, me salió un sermón de nuevo — les comentaba con regocijo -. Es el vicio que tengo desde hace aí±os; pero no se pueden imaginar la alegría que siento al verles unidos en el matrimonio según Jesucristo. Que í‰l les acompaí±e siempre, que el Espíritu Santo les bendiga en sus pensamientos, en sus palabras, en sus acciones, y que la Virgen María y san José les enseí±en cómo se vive de verdad en una familia que busca en todo, siempre hacer lo que agrada a Dios y lo que agrada al propio esposo, a la propia esposa y a los hijos.
Que Dios les bendiga mucho. Y si í‰l así lo dispone desde el amor que ya ha sido bendecido por el matrimonio, les espero pronto para el bautismo del primer hijo, concluyó el sacerdote.
Por Ady María yeh maldonado