muertos acteal
Foto de orianomada en flickr

Además de los perpetradores materiales hay culpables intelectuales por la matanza de Acteal en los Altos de Chiapas. Lo son, todos los que elucubraron y operaron esa estrategia despiadada para desgastar y aplastar al EZLN: Ernesto Zedillo, presidente; Emilio Chuayfett, secretario de Gobernación; Enrique Cervantes Aguirre, secretario de la Defensa; Jorge Madrazo, procurador, y Julio César Ruiz Ferro, gobernador de Chiapas. A ese nivel se operaba el aplastamiento. No es cierto que todo fue un conflicto intercomunitario casual. Lo que sucede es que al gobierno se le salió de control. Fue más brutal de lo que se proponí­an como escarmiento.

Luego de transmitido mi reportaje, el domingo 7 de diciembre por la noche, las reacciones no se hicieron esperar. El lunes me llamaron los nuevos altos directivos de la empresa a la que serví­ por 25 aí±os. Me dijeron que en Los Pinos y Bucareli estaban furiosos, que los habí­an citado y que debí­an verme después. Así­, me enteré de que Zedillo —que ya me detestaba por lo de Aguas Blancas y su compadre Figueroa- les dijo que yo estaba otra vez intentando desestabilizar al paí­s y que de paso nunca estarí­a de acuerdo en que condujera un noticiario importante. Chuayffet les aseguró que yo desde mi ingreso a la UNAM fui agitador en el movimiento del 68 y que tení­a probados nexos con grupos extremistas. Falso, apenas en ese aí±o entré a la UNAM y mi participación se limitó -a mucho orgullo- a colaborar en marchas, boteos y algunas pintas.

El caso es que lo discutimos y concluimos que serí­a un retroceso muy sospechoso ante la audiencia que yo me desapareciera de un dí­a para otro. Así­ que me fui a la zona norte chiapaneca para un segundo reportaje el domingo 14. El lunes 15 me llamaron para decirme que la furia continuaba y que lo mejor era que me fuera del paí­s hasta que bajara un poco la presión que sobre ellos seguí­an ejerciendo.

El lunes siguiente yo estaba en Nueva York a donde me llamaron mis colaboradores para relatarme entre rabia y sollozos lo que desde entonces se conoció como La masacre de Acteal. Era el 22 de diciembre.

En medio del llanto escribí­ a mano y envié por fax mi renuncia a la que habí­a sido mi casa por tanto tiempo. La que se concretó meses después.

Por cierto, en los primeros dí­as de enero del 98, Chuayffet, que habí­a operado mal la matanza y peor el control de daí±os, fue removido del cargo y de sus aspiraciones presidenciales.

A Madrazo lo cubrieron con un exilio dorado al consulado en Seattle y a Ruiz Ferro lo rescataron inventándole un cargo en la embajada en Washington.

A ustedes les consta que es la primera vez que hablo de mí­ mismo en este espacio de privilegio en El Universal, pero, en primer lugar, ya pasaron más de 10 aí±os. Además, espero esclarecer algunas de las cosas que han dicho en estos dí­as quienes jamás estuvieron ahí­. Y también necesitaba responder a una pregunta que me han hecho muchas veces.

Por eso, por toda la sangre derramada y por lo que yo viví­, para mí­ Acteal tampoco se olvida.

Publicado en El Universal

Graciela Machuca

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