Oiga Don Carstens, lo acabo de ver en la tele y quedé francamente sorprendido, por boca de usted vine a saber que la Secretarí­a a su digno cargo planea para septiembre un aumento en los impuestos. Dijo usted esto y se quedó con rostro muy satisfecho y bonachón, haga de cuenta Oliver Hardy cuando lograba pedir su refresco de sasafrás. No es por molestarlo Don Carstens, pero de una vez le voy a decir que me niego y me negaré rotundamente a aceptar esa alza que, tal como fué presentada, más parecí­a una «puntada», que algo bien razonado y de cara a la ciudadaní­a. Ustedes hacen sus reunioncitas para tomar decisiones que afectarán a todos y así­, sin la menor explicación, nos anuncian esos cambios que siempre son, según ustedes, «para bien de la patria». Cada vez que nos hacen su perrerí­a pretenden aplacarnos diciendo que todo es para servirnos mejor. A mis 65 aí±os de edad, he tenido ya tiempo suficiente para comprobar que no hay cambios sustanciales que avalen lo dicho por la alta burocracia. Es decir, nuestros servicios siguen siendo de chisguete y para comprobarlo basta observar el omnioso y tornadizo comportamiento de la energí­a eléctrica en nuestros hogares cualquier tarde lluviosa. Es un desastre, como lo es el campo, como lo son los hospitales rurales que, al poco tiempo de su inauguración, ya han sido saqueados y desabastecidos. Miremos hacia la educación y de ninguna manera miramos al afable e inteligente rostro de Don Pablo Latapí­, sino el de la Gordillo, esa mancha, escurridiza, deforme y acuosa, o asomémonos a nuestros corruptí­simos cuerpos policiacos que ya no pueden ser mas ignorantes, más miedosos, más impreparados y más dispuestos a transar con la delincuencia. Junto a esto, veamos los crecientes salarios y prebendas de los diputados, senadores y toda la caterva de «los que ya llegaron». Ellos, no nosotros, son los únicos beneficiarios de estos aumentos que, de tiempo en tiempo, se les ocurren a los de nuestra casta dominante.
Mi estimado Don Carstens: ¿quiere usted subir los impuestos?, bueno, primero dí­ganos por qué, explí­quenos de modo sencillo cómo es que no le están saliendo las cuentas y necesita mas dinero; dinero que, no se le olvide, sigue siendo nuestro y nunca de usted. Los paí­ses que llamamos «democráticos» están obligados a tener un gobierno al que tiene que mantener para que éste, entre otras cosas, administre bien el dinero que ponemos en sus manos y lo aplique con tino y rectitud. Resulta, Don Carstens, que ahora va a necesitar más y yo ciudadano y causante tengo todo el derecho a preguntar: ¿para qué lo quiere?, necesito que nos muestre una lista puntual y desglosada de a qué se van a aplicar esos nuevos dineros; de otra manera, esto serí­a pachanga y un flagrante abuso de autoridad de su parte. Quedamos claros: si no me explica para qué lo quiere, no le voy a dar ni un centavo de mi dinero que en este aí±o horrendo he podido reunir con trabajos y chambas que ni usted, ni sus diputados pueden imaginar. Hacer el anuncio del aumento al tiempo que los periódicos denuncian los gastos imbéciles de la Presidencia y de su administración, es un insulto intolerable. No pago porque no es ético y háganle como quieran. Cierra así­ su carta maravillosa Don German Dehesa a la que por supuesto me uno ¿y usted respetable lector?.
DEL PATIO
Es hora de que Doí±a Elina Coral, lidereza del CDE del PRI descanse y disfrute el sueí±o de los justos. Es hora también de que el procurador Don Bello Melchor Rodrí­guez Carrillo ya no le de mas vergí¼enzas con sus ritos de santerias al Gobernador.

Graciela Machuca

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