Ofrenda de TihosucoUn dolor de cabeza intenso, el estomago sonando como si hubiera una banda dentro, la maí±ana recordándole que poco a poco se acerca el medio dí­a, el aburrimiento haciendo mella de su paciencia, lentamente trascurre el dí­a, lentamente pasan las horas y de repente, observa el calendario y se dibuja una sonrisa. Su aburrimiento se acaba de ir, ahora llega la imaginación y comienza a diseí±ar una estrategia de venta para este noviembre que ya se acerca, está por acabar octubre y con ello llega la primera fiesta, la de halloween. José, de treinta y cinco aí±os, como tantos otros comerciantes está viviendo un descenso en sus ventas, son muy pocas las personas que quieren juguetitos o pequeí±as ”chucherí­as», pocos son los clientes que se acercan a, su antes, tan conocida tienda de novedades; sin embargo se acerca noviembre y con ello la oportunidad de repuntar un poco, se acerca la oportunidad de darle salida a la mercancí­a que el aí±o pasado se quedó en bodega, esas calabazas, esas figuras de calaveras, esa mascaras y pinturas para parecerse a ”Jack el destripador» o a ”Frankenstein» que ya no pueden quedarse más tiempo sin que se noten los daí±os causados por la humedad. Ahora se acerca Halloween y con ello la oportunidad de vender.
Doí±a Elena, de setenta aí±os, en casa observa su refrigerador, vacio como se ha venido manteniendo los últimos dí­as, poco a poco se fueron las frutas, la carne, la leche, los huevos y demás, poco a poco la austeridad invadió su casa. Sin embargo, como cada aí±o, se prepará para poner ese altar que recibirá a sus muertos, como cada aí±o irá al mercado y comprará dulces, frutas, y algo para preparar un rico pollo en escabeche. Pero, este aí±o es diferente a los anteriores, el altar no se llenará, el dinero que habí­a en su cartera solo le alcanzará para unas cuantas cosas, lo demás tendrá que esperar.
José venderá, y podrá obtener algo de ganancias para darle de comer a sus hijos, para pagar sus deudas y, si es posible, para darse un pequeí±o lujo. Doí±a Elena, por el contrario, se quedará con muy poco dinero para afrontar sus gastos mensuales, ambos tienen prioridades; uno espera contar con ingresos, la otra con un altar digno para sus muertos, pero ambos tienen algo en común, el hambre está presente en ellos.
En la televisión los comerciales para recordarnos el dí­a de muertos, serán cada vez más frecuentes, pedirnos no olvidar nuestras tradiciones se volverá cada vez más común, en la escuela y en los órganos de gobierno, concursos de altares, pero no habrá más que eso, solicitarnos no olvidar nuestras tradiciones mientras el hambre y la recesión están presentes en nuestra vida diaria, será algo muy difí­cil de escuchar; si yo fuera José antepondrí­a la comida de mis hijos y las deudas por pagar a levantar un altar, se vende más una calavera para halloween que frutas para el altar… cómo respetar las tradiciones si en mí­ no dejan de rondar las deudas y los problemas que debo enfrentar; cómo respetar las tradiciones si no puedo más que pensar que el futuro es incierto y en la posibilidad de cambiar de trabajo porque en el que estoy actualmente ya no podrá proveerme de lo necesario; cómo pensar en las tradiciones si debo estar más pendiente del momento en que venga una nueva devaluación.
La televisión se ha convertido en un lujo ante las altas facturas por utilizar la energí­a eléctrica, el caminar ha dejado de ser una opción de ejercicio y se ha convertido en una opción de economizar ante los costos de la gasolina, la carne ya es el acompaí±ante de las frutas y verduras y no viceversa… Quisiera conservar mis tradiciones, pero creo que este aí±o, solo me alcanzará para ir al panteón a llevar unas cuantas flores silvestres y rezar en la capilla porque, sinceramente, la economí­a familiar solo me alcanzará para mover la cabeza y decir ”se están perdiendo las tradiciones».

Eduardo Ariel Herrera Avila

Graciela Machuca

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