Rebelión Maya - Illustración del museo de Tihosuco

La reacción de los militares fue feroz: incendiaron las casas, asesinaron a hombres, mujeres y nií±os; destruyeron todo lo que tuvieron a su alcance. Los prisioneros fueron pasados por las armas. El pueblo se convirtió en un montón de cenizas. Un periódico oficial publicó que Tepich  ya no existí­a. Pero de esas  cenizas, como el Ave  Fénix, resurgió la batalla; los campesinos  se convirtieron en guerreros; miles de indí­genas con sus fusiles y machetes, salí­an de todas partes, vengando una afrenta de 3 siglos; se inició una lucha sangrienta y prolongada pintando de rojo varias partes de la pení­nsula. De Julio de 1847  a  Mayo de l848, el ejército de los indí­genas mayas obtuvo victorias decisivas e impresionantes y las principales ciudades estaban bajo su dominio: Tihosuco, Valladolid, Izamal, Tizimí­n, Sabán, Sacalaca, Ichmul, Chunhuhub, Polyuc, Bacalar, Peto, Tzucacab, Tekax, Oxcutzcab, Ticul, Muna, etc, solo Mérida, Campeche y algunas  poblaciones cercanas a estas ciudades  permanecí­an en poder del Gobierno.
Sin embargo, en dí­a inesperado, el estallido de voladores y teí±ir de las campanas, anunciaba a los incrédulos  meridanos que el sitio estaba roto (lo que comprobaron después). Difí­cil de explicar. ¿Qué paso con aquel ejército de indí­genas que parecí­an invencibles e incontenibles? No se ha podido dar una explicación satisfactoria. Unos piensan que las  primeras lluvias del  mes de  Mayo fueron propicias, ya que lo son también para la siembra del maí­z. Eric S. Thompson  escribió: ”Maya sin milpas es como  pez sin agua», Antonio Mediz Bolio comentaba: ”Los jefes y guerreros vuelan a sembrar el maí­z. Y Mérida se salva. Los blancos se recobran, mientras los indí­genas labran  sus maizales y la guerra santa de reconquista se pierde para siempre…» Otros piensan que las limitaciones  revolucionarias de la clase campesina, la carencia  de una clara  dirección polí­tica, la ausencia de un programa  definido, serí­an parte de la causa de su abandono y es probable que  haya sido así­. Autores diversos seí±alan que Cecilio Chí­, era de carácter fuerte y vengativo, su intención era desaparecer a los blancos y mestizos, sus acciones eran también crueles y sanguinarias. Jacinto Pat, tení­a otra manera de ver  la rebelión, era más conciliador, más razonable polí­ticamente, entendió que futuro podrí­a esperarle  a los indí­genas mayas. Sin embargo cedió ante  un Cecilio  Chí­, que estuvo en desacuerdo en ese punto; por lo que la guerra continuó, solo que ahora con desventaja para los indí­genas.

Las fuerzas oficiales se reforzaron con mercenarios norteamericanos y pertrechos bélicos enviados por los gobiernos mexicano y espaí±ol desde Cuba. Muchas poblaciones fueron recuperadas por el ejército y los indí­genas se replegaron hacia las selvas del Sur y Oriente de la pení­nsula. Quizá fue el principio del fin. En  1848 Marcelo Pat (hijo de  Jacinto) murió a causa de heridas en batalla. En 1849 en Chanchén cayó asesinado el comandante Cecilio Chí­. En Septiembre de ese mismo aí±o, en paraje llamado Holché cerca de Bacalar, fue abatido Jacinto Pat. Con la intervención del gobierno mexicano y los acuerdos  tomados con  el gobierno de  Belice, se suspendieron las ventas de armamento a los indí­genas mayas, lo que repercutió en su lucha. Ya para entonces el escenario principal era el centro del estado, al que tuvieron como eje operativo con la fundación de Santa Cruz (hoy Felipe  Carrillo Puerto). Al frente de los campesinos estaban: Venancio  Pec (digno sucesor de Cecilio Chí­ y Jacinto Pat) Florentino Chan, José  Marí­a  Barrera, Crecencio Poot, y Bonifacio Novelo; quienes se sobreponí­an a sus derrotas  y preparaban nuevas campaí±as.

Llegó el momento en el que los diferentes gobiernos de la república mexicana (en sucesión por sus luchas internas: Porfirio Dí­az, Francisco I. Madero, Venustiano Carranza, De la Huerta), influyó  en el control  definitivo de los indí­genas; ya con el Gral. Lázaro Cárdenas, se inició una nueva etapa en la vida  social y polí­tica  de los descendientes  de la lucha, de la guerra que no fue de castas (por problemas de raza) sino de las injusticias, explotación de la mano de obra del indí­gena, así­ como las contribuciones al fruto de su trabajo, humillaciones, tratos inhumanos, etc. En esta lucha fueron muchos héroes, heroí­nas, quizá  jóvenes y nií±os, que la historia  no contempla y que regaron con su sangre las tierras  en las que actualmente vivimos. Solo  agregaré algunos nombres de indí­genas inconformes al  final de esta etapa: Felipe May, Evaristo Sulub, Sóstenes Mendoza, Lico Balam, Concepción Poot, Anselmo Tamay Juan Bautista Vega, Francisco May  y otros más.

Es  importante  hacer notar  que ni en la Guerra de Independencia de l8l0, ni en la Revolución Mexicana de 19l0, fueron favorables las circunstancias sociales y polí­ticas de los indí­genas mayas. En ocasiones parecí­an favorecerles, pero en otras fue lo contrario. Muchos libros se han escrito sobre este acontecimiento único de la  República Mexicana, unos a favor  y otros en contra. A 162 aí±os del inicio de aquella rebelión: ¿Cómo están los  descendientes de los indí­genas mayas? ¿Cómo estamos en estos lugares, desde el  punto de vista  social, polí­tico y económico? ¿Se  habrá hecho realidad el sueí±o de liberarse de sus antiguos amos? ¿Son dueí±os de sus tierras y de sus propios destinos? ¿Ya no son explotados? La realidad es, que ya es poco lo que queda de la raza maya, somos más mestizos y se han mezclado las culturas dando lugar a otras; sin embargo aún se conservan los destellos de su arte, costumbres y religión; palpándose a la vez que se cierne peligrosamente una situación social en nuestro medio: la transculturización, con nuevos patrones o modelos de vida, entre cuyos fines están el consumismo, los valores morales minimizados o falsos, los enfermos mentales (que  cada vez se incrementan más:  muchos matan , asesinan por placer, practican filosofí­as sin cimientos morales, etc.). Los hombres y mujeres se transformarán en un futuro, en entes mecanizados, robots humanoides y sin embargo muchos dirán que estamos viviendo en un mundo más civilizado que antes. ¿Será cierto?  Ud. saque sus conclusiones.

Graciela Machuca

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