(Primera Parte)

Irene una amiga muy querida espera un bebé y reunidas con ella en su fiesta para desearle parabienes en su próximo parto, entre juegos y risas, nos comentó el deseo de ponerle a su nií±a el nombre de Sac-Nicté y todo mundo comentó ¿Blanca Flor? ¡Qué bello nombre! Ella, que solo está de paso por esta región, es admiradora de la cultura maya, por lo que quiere al volver a su tierra llevarse un recuerdo, y que mejor que este detalle, pero… mi amiga Irene, no conocí­a el porqué de la popularidad de nombre, por lo que aproveche la oportunidad de contarle, esta leyenda inspirada en el amor, que hoy comparto con ustedes:
Sac-Nicté, cuyo nombre significa ”Blanca Flor» era una princesa maya, alta y quieta como la luna en las noches tranquilas, graciosa como la paloma torcaz de dulce canto y clara y fresca como las gotas de rocí­o. Bella como la flor que llena el campo de alegrí­a perfumada, hermosa como la luz del sol que tiene todos los colores y suave como la brisa, que lleva en sus brazos todas las canciones.
Así­ era la princesa Sac-Nicté, que nació en la orgullosa ciudad de Mayapán, cuando la paz uní­a como hermanas a las tres grandes ciudades de la tierra del Mayab; cuando en la valerosa Mazapán y en la maravillosa Uxmal y en Chichén Itzá, altar de la sabidurí­a, no habí­a ejércitos, porque sus reyes habí­an hecho el pacto de vivir como hermanos.
En aquel entonces viva en Chichen- Itzá el prí­ncipe Canek que quiere decir Serpiente Negra.
El prí­ncipe Canek era valeroso y tenaz de corazón, cuando tuvo tres veces siete aí±os fue levantado a rey de la ciudad de Chichén Itzá. En aquel mismo dí­a vio el rey Canek a la princesa Sac-Nicté y aquella noche ya no durmió el valeroso y duro rey. Y desde entonces se sintió triste para toda la vida.
Tenia la princesa Sac-Nicté tres veces cinco aí±os cuando vio al prí­ncipe Canek que se sentaba en el trono de Itzá, tembló de alegrí­a su corazón al verlo y por la noche durmió con una sonrisa luminosa en el rostro. Cuando despertó, Sac-Nicté sabí­a que su vida y la vida del prí­ncipe Canek correrí­an como dos rí­os que corren juntos a besar el mar.
Así­ sucedió y así­ cuentan aquella historia los que la saben y no olvidan.
El dí­a en que el prí­ncipe Canek se hizo rey de los Itzaes, subió al templo de la sagrada ciudad de Itzmal para presentarse ante su dios. Sus piernas de cazador temblaban cuando bajó los veintiséis escalones del templo y sus brazos de guerrero estaban caí­dos… El prí­ncipe Canek habí­a visto allí­ a la princesa Blanca Flor.
La gran plaza del templo estaba llena de gente que habí­a llegado de todo el Mayab para ver al prí­ncipe. Y todos los que estaban cerca vieron lo que pasó. Vieron la sonrisa de la princesa y vieron al prí­ncipe cerrar los ojos y apretarse el pecho con las manos frí­as.
Allí­ estaban también los reyes y los prí­ncipes de las demás ciudades. Todos miraban, pero no comprendieron que desde aquel momento las vidas del nuevo rey y de la princesa habí­an empezado a correr como dos rí­os juntos, para cumplir la voluntad de los dioses altos.
Y eso no lo comprendieron. Porque hay que saber que la princesa Sac-Nicté habí­a sido destinada por su padre, el poderoso rey de Mayapán, para el joven Ulil, prí­ncipe heredero del reino de Uxmal.
Acabó el dí­a en que el prí­ncipe Canek se hizo rey de Chichén Itzá y empezaron a contarse los treinta y siete dí­as que faltaban para el casamiento del prí­ncipe Ulil y la princesa Sac-Nicté.
Vinieron mensajeros de Mayapán ante el joven rey de Chichén Itzá y le dijeron:
-Nuestro rey convida a su amigo y aliado para la fiesta de las bodas de su hija.
Y respondió el rey Canek con los ojos encendidos:
-Decid a vuestro seí±or que estaré presente.
Y vinieron mensajeros de Uxmal ante el rey Canek y le dijeron:
-Nuestro prí­ncipe Ulil pide al gran rey de los Itzaes que vaya a sentarse a la mesa de sus bodas con la princesa Sac-Nicté.
Y respondió el rey Canek con la frente llena de sudor y las manos apretadas:
-Decid a vuestro seí±or que me verá ese dí­a.
Y cuando el rey de los Itzaes estaba solo, mirando las estrellas en el agua para preguntarles, vino otra embajada en mitad de la noche. Vino un enanillo oscuro y viejo y le dijo al oí­do:
-La Flor Blanca está esperándote entre las hojas verdes, ¿vas a dejar que vaya otro a arrancarla?
Y se fue el enanillo, por el aire o por debajo de la tierra, nadie lo vio más que el rey y nadie lo supo.
En la grande Uxmal se preparaba el casamiento de la princesa Blanca Flor y el prí­ncipe Ulil, de Mayapán fue la princesa con su padre y todos los grandes seí±ores en una comitiva que llenó de cantos el camino.
Más allá de la puerta de Uxmal salió con muchos nobles y guerreros el prí­ncipe Ulil a recibir a la princesa y cuando la vio, la vio llorando. Toda la ciudad estaba adornada de cintas, de plumas de faisán, de plantas y de arcos pintados de colores brillantes. Y todos danzaban y estaban alegres, porque nadie sabí­a lo que iba a suceder.

Graciela Machuca

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