Con las alianzas electorales definidas, y los candidatos en proceso de consolidación, el proceso electoral de Quintana Roo ingresa en su periodo más complejo. La división en dos del electorado es la peor noticia para el PRI, y augura malos momentos para todos. En los próximos dí­as iniciará un dispendio de recursos como quizá no haya registro en la joven historia de este estado.
Los principales operadores polí­ticos prií­stas, que ya trajinan la estructura, reconocen que ante la situación polí­tica-electoral actual, el factor definitivo para ganar esta elección va a ser el dinero. ”Va a ser la elección más cara de la historia», dijo uno de ellos, ”las lí­deres van a recibir dinero de todos lados, y el precio va a subir demasiado».
La razón es simple. Todos los partidos saben que para ganar el 4 de julio, necesitan que sus estructuras estén sólidas y aceitadas. Desde hace aí±os, esas estructuras se organizan alrededor de decenas de liderazgos personales que en la mayorí­a de los casos se venden al mejor postor.
Cualquiera que se de una vuelta por un evento masivo de alcalde de Cancún, Gregorio Sánchez, por ejemplo, verá que las principales lideresas que lo acompaí±an, y que son las encargadas de congregar a la gente, han realizado el mismo trabajo con Francisco Alor y hasta con Juan Ignacio Garcí­a Zalvidea.
Al paso de esos trienios, y tomando en cuenta que Cancún se ha convertido en un lugar muy exigente para el PRI, el precio de sostener esos liderazgos ha crecido hasta la desmesura. Algo similar sucede en la zona maya, en donde la campaí±a electoral ha llegado al punto de que no necesita un tema ni un mensaje. ”A la zona maya tienes que entrar con una bolsa de dinero y empezar a repartir, no hay de otra», explica un operador polí­tico de la oposición, que conoció el enorme dispendio de recursos que hizo Garcí­a Zalvidea en ese lugar del estado.
¿Cómo hacerle entender a un polí­tico que esa no es la manera de hacer las cosas, cuando el entonces popular Chacho terminó arrasando en Felipe Carrillo Puerto y José Marí­a Morelos? Por eso ya se ha convertido en una verdad sin discusión que ese es un precio que los partidos deben pagar si quieren ser competitivos.
En ese contexto, la situación hoy es compleja para el PRI. En la pasada elección, al PRI lo salvó el rompimiento en dos de la oposición, con la candidatura de Addy Joaquí­n por la alianza PAN-Convergencia. En número redondos, Addy Joaquí­n logró algo así­ como 70 mil votos, contra 120 mil de Chacho y 140 mil de Félix González Canto.
Un prií­sta que ha pasado por todos los puestos partidarios en los últimos aí±os, explica cual es la realidad que ha vivido el partido en los últimos procesos electorales.  ”La elección de Gastón (Alegre) en el 99 la ganamos en la mesa; la del 2005, sólo la ganamos porque Chacho generó mucha desconfianza», explica, ”esta elección necesitamos mucha unidad y muchos millones, sino se hace muy difí­cil».
El problema para el PRI es que con un electorado dividido en dos partes, la oposición lógicamente se fortalece. Es normal que haya un sentimiento antiprií­sta en un estado que sólo ha sido gobernado por el tricolor. Y mucho más cuando este partido apuesta fundamentalmente a la continuidad, la cual, tarde o temprano termina siendo, polí­ticamente, insuficiente.
Es de esperar, entonces, que las semanas por venir se conviertan en un verdadero festival de gastos inútiles. Ahora viene el otro problema. ¿Cuál es la procedencia de recursos de esa magnitud? No es fácil esconder en un presupuesto los cientos de millones de pesos que se gastarán en la campaí±a. Por eso los polí­ticos terminan recurriendo a otras fuentes de financiamiento que al final generan otros problemas.
El escándalo por los 10 millones de dólares que el alcalde de Cancún, Gregorio Sánchez, habrí­a recibido en su campaí±a, y ahora se niega a pagar, son una prueba de ello. Más allá de la veracidad del caso, que decidirá la justicia, el tema resultó creí­ble porque exactamente así­ funciona esa maquinaria.
El acuerdo es así­: un empresario da el dinero, y luego se le paga con la adjudicación de licitaciones, obras o cambios de uso de suelo, por poner algunos ejemplos. Casi siempre, esos acuerdos son de los que lesionan a los ciudadanos, porque si fuesen  derechos no habrí­a necesidad de hacerlos a oscuras.
Es ese mundo de dinero el que deja de lado otros debates. Los partidos coalicionados están desesperados buscando los recursos que los hagan competitivos. El armado de las estructuras, como ya se explicó, no se hace comprometiendo a la gente a un proyecto, sino ofertando dinero a los lí­deres para que éstos prometan a sus seguidores participar de esa gran fiesta. Nada parecido a un proyecto puede salir de allí­.
Lo que se hace en la campaí±a se termina haciendo en el gobierno. El medio se transforma en fin. Este accionar incluye tanto al PRI y sus aliados como a la oposición, que no ha demostrado ser distinta cuando le tocó gobernar. Los gobiernos de Juan Ignacio Garcí­a Zalvidea y Gregorio Sánchez, han sido, con sus diferencias, profundamente populistas. Los de Gustavo Ortega, en Cozumel, y Alicia Ricalde, en Isla Mujeres, se han conducido con todas las formas prií­stas. Hasta hoy, nunca ha habido un cambio en la forma de hacer polí­tica. Y la gente se va quedando con pocas opciones para elegir.
Este serí­a el tiempo de empezar a conocer la visión que tienen del estado las alianzas y los candidatos, pero nada de eso sucede ni sucederá. Si se da una mirada por la superficie, y se toma en cuenta el estado de la administración pública y la polí­tica, el PRI parece haber agotado su dinamismo. Por otro lado, la oposición es una extraí±a unión de ”diferentes», que al llegar al poder terminan siendo más ”iguales» que los anteriores.
Sin propuestas diversas a la vista, la conclusión es sencilla: ganará la elección el que tenga más dinero.

Graciela Machuca

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