Hay numerosos lí­deres actuales, que han hecho de la polí­tica un gran negocio sobretodo económico. Es difí­cil encontrar en nuestros tiempos a  ex polí­ticos  o dirigentes  pobres como es el caso de Don Felipe Carrillo Puerto. Corrí­a el aí±o de 1922, cuando el entonces gobernador  de Yucatán, Felipe Carrillo Puerto, realizó esfuerzos para organizar  a los indí­genas productores de  chicle de la zona maya  de Quintana Roo a los cuales ofreció asesorí­a  para formar la Cooperativa Maya, cuyo fin era eliminar a contratistas e intermediarios y exigir mejores precios a los compradores.  En ese entonces, designó a Manuel J.  Lugo  como su representante ante  el  Gral. Francisco May, quien luego del asesinato de Carrillo Puerto lo nombró apoderado suyo y le encargó  que viajara a la la ciudad de México con una carta dirigida al  Presidente de la República, que  por su importancia histórica  la reproducimos: «Ciudadano Presidente: Ruego a usted atentamente que tomando en consideración  las vejaciones que de largos aí±os  hemos venido soportando  sin que se nos impartiera justicia que como mexicanos  nos corresponde, y siendo  el gobierno de su merecido cargo el que con todo empeí±o procurará  el engrandecimiento de la Patria, respetándose los sagrados  derechos de los trabajadores en general, el pueblo maya de Quintana Roo, México, ha delegado una vez más su confianza  en nuestro apoderado  C. Manuel J. Lugo, quien desde hace varios aí±os  viene luchando desinteresadamente y sin subsidios por nuestro mejoramiento, de  acuerdo con el sacro Ideal  de redención y que nuestro inolvidable amigo, el mártir Felipe Carrillo Puerto, nos lo recomendaba siempre como uno de sus mejores compaí±eros para que nos ayudara  a defendernos  de la inicua explotación de nuestro trabajo». Con este documento,  se manifiesta  que los indí­genas de la zona maya  de Quintana Roo, siempre estuvieron presentes  en los afanes de transformación  social de Felipe  Carrillo Puerto, dirigente y fundador  del partido que más  arraigo ha tenido  entre el proletariado peninsular.
Hace  más o menos 20 aí±os, atendí­ a un paciente entrado en aí±os, quizás  arriba de los 70, quien fue  empleado del Ayuntamiento y viví­a en una casa de paja  en un terreno que se encuentra enfrente  de la escuela de computación, en el cruzamiento de las calles 63 y 72 .No recuerdo su nombre, pero quizá  alguno de sus compaí±eros de ese entonces, sí­. Me refirió entre sus pláticas, que fue uno de los jóvenes  que acompaí±aron  a don Felipe  Carrillo Puerto a su  viaje  por el oriente del  Estado, y que se encargaba de dinamitar  las lí­neas del ferrocarril para que  no fuese alcanzado don Felipe luego de pasar por esos lugares. Me comentó, además,  que la gente  estaba pendiente de él, y en las poblaciones en donde  pasaba se  ofrecí­an voluntarios para defender su gobierno, lo cual, según les decí­a Carrillo Puerto, no era posible por la falta de armamento. Asimismo, que estuvo viviendo  con nosotros un  personaje que apoyó al gobernador yucateco y  creo que murió en esta población, luego de que el Ayuntamiento lo jubiló.
Hace aproximadamente 58 aí±os (en mi  nií±ez) en la población de Dzitás, Yucatán (de donde soy originario) mis padres me mostraron en una ocasión una foto de una persona que de sombrero, que se encontraba platicando con la gente bajo la sombra de un frondoso árbol, en los terrenos  que correspondí­an a la estación del ferrocarril. Me dijeron que  era Felipe Carrillo Puerto, quien fue muy estimado, querido  por el  pueblo. Y que siempre venia a saludarlos y platicar de sus planes.
Hablaba en lengua maya y compartí­a con ellos  el pozole (bebida de maí­z) en la jí­caras, quel era y es en algunos lugares el alimento básico para el sustento de los campesinos mayas durante su trabajo Y el cual  todaví­a se apetece ya sea salado,  dulce, o  con panela.
No cabe duda que Don Felipe Carrillo Puerto fue un lí­der, un gran hombre del pueblo. El nombre  que se le asigna a ésta población y municipio, hará perdurar  la memoria, la determinación, voluntad, y coraje de un hombre que  trató de reinvidicar a los campesinos y a los trabajadores de raí­ces mayas.

Graciela Machuca

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