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Así­ como en nuestro planeta tierra existen las cuatro estaciones del aí±o, también hay diferentes edades o periodos por los que tiene que pasar cada ser viviente desde el inicio de los tiempos.

Recordemos las edades de oro, plata, bronce y hierro y la que esta- mos viviendo que es aria. Cada una de ellas ha registrado sus propias caracterí­sticas y lugares donde se desarrollaron.

Y conforme a la Ley de la Entropí­a, después de un enorme desarro- llo espiritual y fí­sico, se alcanza la cúspide de la evolución para luego comenzar la involución. En otras palabras, cuando los seres humanos tuvieron una perfección espiritual (el dominio del espí­ritu sobre la materia) y lograban vastos conocimientos sobre los grandes misterios de la vida y de la muerte, así­ como el control de la naturaleza (lo que en la actualidad llamarí­amos milagros).

Grandes cientí­ficos conocí­an el origen del Universo, del ser huma- no, del planeta tierra, de los animales, plantas, filósofos, artistas de varios géneros, los cuales aún nos asombran con los grandes descu- brimientos arqueológicos.

En la edad de plata, comienzan a decaer los conocimientos de la de oro, aunque conserva su fuerza espiritual. En la de bronce, inicia el dominio de la materia sobre el espí­ritu (guerras, conquistas, codicias, saqueos, se olvidan las religiones y sus verdaderas funciones, los valores espirituales son sustituidos por valores morales, costumbres, épocas, etc.

Y ahora, el materialismo que cada dí­a se impone en el mundo. Prácticamente estamos en la edad de hierro en la cual los humanos se preocupan más por el dinero, los bienes materiales, las profesiones, las artes, la filosofí­a, excesivas actividades sociales, polí­tica, ó la religión.

En la actualidad vivimos bajo esclavizados por energí­as inhumanas, infrahumanas que manipulan nuestras mentes y que se manifies- tan de diferentes maneras. Observemos la saí±a de los asesinos cada vez más inenarrables y la grave descomposición social que llega hasta lo inaudito.

O falsos profetas que se valen de la ignorancia para aprovecharse de las circunstancias en aras de la purificación de almas.

Graciela Machuca

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