Aquellos que atrapan, aprisionan en las energí­as negativas, inhumanas, que manipulan la mente humana por supuestas verdades eternas y principios universales.

Muchos de los profesionales se olvidan de la ética y en casos de la medicina hasta de su juramento hipocrático, incluso se convierten en comerciantes del dolor y de las enfermedades.

En educación andamos mal. Se entiende que los padres son los responsables de la orientación de los hijos e hijas, de su vestido, alimentación, etc., principios y valores que deben reforzarse en las es- cuelas donde también se les debe enseí±ar el respeto a sus maestros, a la sociedad y a la patria para formar mejores ciudadanos.

De esta manera, el dí­a de maí±ana serán profesionales que segu- ramente sabrán manejar sus emociones y caminarán por la senda del bien, y no serán ví­ctimas de la descomposición social que hoy dí­a pro- picia la desintegración familiar e incluso la pérdida de valores morales.

Por eso, debemos de recordar que un buen gobierno es el que está comprometido con la sociedad, su bienestar y desarrollo. El que utiliza los recursos públicos para el bien común.

Lamentablemente, los gobiernos de diferentes partes del mundo, sólo buscan el poder para sus beneficios personales y destinan la menor parte de los recursos que ejercen para obras que beneficien a sus pueblos.

La mayor parte de los polí­ticos son los verdaderos culpables de la pobreza, de la miseria y del destino incierto de sus gobernados.

¿Qué está pasando en el mundo? Se registran cambios climáticos que son causa de graves desastres como inundaciones o terremotos, así­ como una depravación social cada vez más degradante ante la lucha estéril de los grupos minoritarios que pugnan por recuperar la salud del planeta y de los seres humanos.

Y tenemos que reconocer que aún ignoramos sus orí­genes y sus causas. Por ejemplo: ¿cuál es el principio de la vida? ¿Cómo la defini- rí­a usted, amable lector?

Quizás para comprenderla un poco, tendrí­amos que conocer me- jor el legado y sabidurí­a de épocas pasadas lo cual, lamentablemente, es poco conocido.

Tratemos de aportar un poco de nuestros conocimientos: no puede haber existencia de nada si no es a causa de la energí­a, la cual se genera en diferentes densidades y niveles. Hay un postulado que asegura que la materia es energí­a concentrada y materia liberada. Es decir, todo organismo está constituido por la energí­a en su diferentes densidades, desde una célula, molécula, electrón (recuerden la bom- ba atómica es energí­a liberada) hasta un organismo multicelular.

Existe una Inteligencia Primaria de la Naturaleza que crea, coordina, decide, conforme a las diferentes leyes que intervienen en toda creación (como las deltres, del siete, del nueve). El ser humano está compuesto de un cuerpo fí­sico, de un ente psicológico y de una Esencia (átomo divino, alma). Está regido por 48 leyes (actualmente son conocidas unas 43).

En la mente está la Esencia, que se comunica con el cerebro y éste con los cuerpos psicológico y fí­sico. Estas leyes están hechas para cumplirse. Su violación o incumplimiento, traerá consecuencias graves a la humanidad. No tienen nada que ver con las leyes huma- nas (que son francamente violatorias).

En la edad de oro, la sabidurí­a del ser humano era la manifesta- ción de su Esencia,que instruí­a a la mente, a su vez al cerebro (donde se registraba una calidad suprema en sus emociones, pensamientos, intelecto, creatividad, valores, etc.). Se viví­a, practicaba la clarivi- dencia (podí­an ver, escuchar, palpar la vida, y leyes de otras dimen- siones). Toda esta experiencia de esta civilización fue grabada en pinturas rupestres.

Gracias a la arqueologí­a que ha desentraí±ado estos misterios (y seguramente nos ofrecerán grandes sorpresas), estamos entendiendo todas esas grandes incógnitas y misterios del origen de la humanidad.

Sin embargo, aún se entraí±an dudas respecto a los descubrimientos de nuestro Continente y de otros lugares de Europa. Nuestra existencia es corta (en la era actual), la cual se calcula entre 60 y 90 aí±os. Lamentablemente ningún paí­s se libra de los males que azotan a la humanidad como las guerras, la hambruna, la miseria y la des- composición social.

Se puede concluir que son producto del desarrollo de la tecnologí­a y de los ambiciosos programas por la conquista de la humanidad a base de amenazas nucleares y la carrera armamentista. En vez de la preocupación de convertir a nuestro planeta en una tierra de paz, de desarrollo económico y social equilibrado con la naturaleza y respetuoso de las diferentes creencias religiosas.

Para terminar también sólo quisiera recordar un trozo de la profe- cí­a Melchizedec: ”cada dí­a se olvidarán los hombres de sus almas y se ocuparán de sus cuerpos. La corrupción más grande reinará sobre la tierra. Los hombres se asemejarán a animales feroces, sedientos de la sangre de sus hermanos…el vicio, crimen, destrucción de los cuerpos y de las almas imperarán sin freno…» Si no me equivoco, San Pablo decí­a ”no menosprecies la profecí­as”. Juzguen ustedes, amables lectores, por qué se le llama la Edad de Hierro.

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Graciela Machuca

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