de Gustavo Bolivar Moreno

A los trece aí±os, Catalina se dio cuen- ta de que la prosperidad de las nií±as de su barrio dependí­a del tamaí±o de sus tetas.

Quienes las tení­an pequeí±as, como ella, habí­an de resignarse a vivir en medio de las necesidades y a trabajar como meseras en algún restaurante mediocre. Por su parte, quienes tení­an las tetas grandes, como Jessica o Pao- la, se paseaban por la vida en lujosas camionetas, presumiendo su existen- cia y haciendo que las otras chicas agonizaran de envidia.

Fue por esto que Catalina se propuso, como única meta en la vida, conseguir, a como diera lugar, el dinero necesario para implantarse un par de tetas de silicona que no cupieran en las manos abiertas de ningún hombre. Pero nunca pensó que, contrario a lo que ella creí­a, sus prótesis no serian el cielo de su feli- cidad ni el instrumento de su enrique- cimiento sino su tragedia personal y su infierno mas intimo.

Poco a poco, Catalina ira cayendo en el sórdido y peligroso mundo del narco- traficante, el crimen y la prostitución, sumergiéndose en el ambiente de los capos, la venta del cuerpo y las cons- tantes y dolorosas cirugí­as de busto. Consiente de su propia degradación, Catalina tomara una serie de decisio- nes que desencadenaran en un final sorprendente que reta al pasaje bí­blico en el que Jesucristo crucificado promete al pecador su inminente encuentro en el paraí­so.

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Graciela Machuca

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