MUJERES Y POLITICAOtro 8 de marzo

Soledad JARQUIN EDGAR El próximo jueves 8 de marzo se conmemora el Dí­a Internacional de la Mujer y será la ocasión número 102. Su nacimiento quedó registrado en Copenhague, Dinamarca, durante la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas en 1910, ahí­ se adoptan varias resoluciones fundamentales: hacer propaganda a favor del sufragio femenino, defender los derechos laborales de las trabajadoras y manifestarse contra la guerra. Muchos aí±os de impulso que concluyeron con la reunión de mujeres emblemáticas, cuya contribución sin duda ha sido fundamental para la revolución feminista sí­, pero también para el mundo, me refiero a las europeas Clara Zetkin y Rosa de Luxemburgo, y a las americanas Lena Morrow Lewis y May Wood Simons. Eran socialistas que sentí­an la necesidad de buscar condiciones mejores para todas mujeres que viví­an la desigualdad en todo sentido y que en ese momento se agudizaban a raí­z de una serie de acontecimientos como las denuncias de explotación laboral en distintos paí­ses, las cuales derivaron en una serie de huelgas y la lucha por el sufragio estaba sustentada en que en sólo en dos paí­ses era posible el voto femenino: Nueva Zelanda y en Finlandia. Por otra parte, rechazaban la guerra, una constante en el desarrollo de la humanidad, las mujeres exclamaron que no querí­an parir hijos para la guerra, hijos que morí­an en los campos de batalla y en el otro escenario, igualmente cruento, el cuerpo de las mujeres como trofeos de los que ganan, como parte del ”botí­n de guerra». La pregunta, 102 aí±os después, es ¿qué tanto de estos tres aspectos que originaron el Dí­a Internacional de la Mujer han cambiado? ¿y las otras demandas, se solucionaron? Margarita Dalton, feminista, activista, académica e investigadora, seí±ala que ”El feminismo tiene futuro, la lucha no es nueva pero tampoco estamos a la mitad del camino, ni si quiera llegamos a la mitad de camino» (Las Caracolas 455, EL IMPARCIAL edición 4/marzo/2012). Cierto, muy cierto. El recuento nos dice que hay acontecimientos fundamentales que llevaron a las mujeres a ingresar de forma masiva a las fábricas, a las universidades, a cambiar su visión sobre ellas mismas, sobre sus cuerpos, a votar aunque sucediera varias décadas después de aquel primer Dí­a Internacional de la Mujer, pero como seí±ala la académica Leticia Briseí±o, las estructuras del patriarcado no cambian de fondo y habrí­a que aí±adir que en México, como en todo el mundo, todaví­a hay muchí­simas mujeres que no pueden acceder a lo que ahora ya pareciera ”normal». La anécdota del momento es que hay una candidata presidencial para la contienda electoral de este 2012, lo que para muchas personas es un avance de las mujeres y que las feministas cuestionan porque saben que la candidata del derechista partido Acción Nacional no hizo absolutamente nada por las mujeres cuando pudo hacerlo y nos queda claro que es una seí±ora muy educada, muy propia, una seí±ora de su casa, idea que ha montado su propagandista para ganar votos. Pero, al menos las mujeres con conciencia de género saben que nada sucederá si Vásquez Mota llegara a ser presidenta, porque la derecha no va a cambiar su postura sobre el papel de las mujeres. La preocupación compartida es cómo muchas mujeres jóvenes o incluso mujeres de mi generación desconocen que ir a la escuela, estudiar para ser astronauta, ingeniera, doctora o aviadora; votar y ser votadas o utilizar anticonceptivos para disfrutar a plenitud de su sexualidad, con la implicación de decidir cuándo, cómo y con quién tener relaciones sexuales, no es cosa de todas las mujeres, tal vez ni siquiera para todas las que conocemos y, lo que me asusta más, es que no saben que detrás de la conquista de esos derechos está el sudor, las lágrimas y en muchos casos la vida sus bisabuelas, abuelas y madres y todas sus ascendientes directas o indirectas. El derecho al voto es todaví­a restringido a las mujeres en muchos paí­ses, pero también en México y hay casos suficientes en Oaxaca —les recomiendo leer el artí­culo de Norma Reyes Terán en Las Caracolas 455- y que tenemos que entender por qué muchas mujeres que están en el poder siguen ciegas y sordas ante la condición social de desigualdad que vive la gran mayorí­a de las mujeres o tal vez todas, sólo es cosa de hacer conciencia, como dice la doctora Dalton. Ya lo explicó muy bien la actual presidenta municipal de Santa Marí­a Tlahuitoltepec, Mixe, Sofí­a Robles, en una intervención de junio pasado, cuando afirma que son los partidos quienes eligen a las personas y sí­ puede haber diputados o diputadas indí­genas, pero son electas porque esas personas de manera individual así­ lo determinaron y no porque en realidad representen a la población indí­gena, en el caso femenino el ejemplo podrí­a ser la diputada panista Eufrosina Cruz Mendoza o la petista Hita Ortiz y muchas perredistas y priistas que han estado antes. Ahora, si aplicamos esta lógica en las mujeres, veremos que no todas las que están en algún espacio de poder nos representan y peor aún ni les interesa lo que pase o deje de suceder con el resto de las mujeres, de otra forma, hace tiempo habrí­amos resuelto muchos de los problemas que ahora seguimos enfrentando y que lamentablemente se traducen en la pérdida de vidas de estas mujeres. Hay innumerables ejemplos, hoy mismo muchas de estas mujeres desinteresadas en la condición social de desigualdad entre hombres y mujeres están sentadas en una curul, tienen muy buenas dietas, otras buscan ser candidatas, desde Josefina Vásquez Mota hasta algunas priistas o de la izquierda que hoy mismo están ya en las listas, aunque lo único que tengan para ofrecer sea ”músculo» y no conciencia de género. Hace 102 aí±os, las mujeres socialistas iniciaron una lucha por la explotación laboral, horarios extenuantes y miserables salarios. Los avances alcanzados en algún tiempo por la clase trabajadora del paí­s se desmoronan con reformas y leyes, y esos derechos son considerados ”privilegios» que pueden mutilarse desde la perspectiva de los inversionistas y los legislativos se convierten en los verdugos de la clase trabajadora. La juventud, y eso incluye a una mayorí­a de mujeres, profesionista o no, tienen salarios vergonzosos y persiste la explotación, una explotación moderna pero con resultados semejantes a los de hace cien aí±os. Por otra parte, está comprobado que en los niveles de secretarí­as de Estado, direcciones y otros cargos gerenciales, las mujeres ganan menos que los hombres ocupando los mismos cargos y, en muchas más ocasiones, ganan menos a pesar de estar académicamente mejor preparadas. También en materia laboral persiste el déficit en guarderí­as, una prestación que se ha recargado a las mujeres por esa condición social de mujer-madre. Se les excluye de la posibilidad de ascensos por ser mujeres y porque ser mujer-madre resulta un impedimento para los objetivos empresariales o gubernamentales, les quita tiempo, porque luego —dicen- tener hijos les da pretextos para ausentarse. Aunque se vanagloria a la familia y la maternidad, todaví­a lamentablemente para la estructura social se corre de los trabajos a las embarazadas o como ya vimos el exceso de trabajo se convierte en un problema de salud con consecuencias como el aborto. Así­ que se pone a las mujeres en la disyuntiva de ser madres o tener trabajo. Y se pueden las dos cosas, siempre y cuando se tengan las prestaciones de ley, se cuente con una red familiar de apoyo o se tenga dinero para pagar a quien preste el servicio. El sistema de control más perverso del patriarcado, dice Sara Lovera, está en el cuerpo de las mujeres: mujeres-madres. De ahí­ que se castigue socialmente y criminalice en los hechos el aborto; también se juzga de forma negativa a las mujeres que deciden no ser madres, porque trasgreden lo que ”la norma dice» cómo debe ser una mujer. Pero también se califica mal a las que deciden tener muchos hijos, se les dice ignorantes, como sucedí­a a las mujeres de Loxicha que durante más de cuatro aí±os se plantaron afuera del palacio de gobierno en tiempos en que gobernaba el represor priista y hoy candidato del PAN al Senado, Diódoro Carrasco Altamirano (dicho sea de paso) y en este caso nadie cuestiona ¿por qué esas mujeres no tuvieron acceso a la educación, qué se los impidió? Lo cierto es que viven discriminación de forma permanente en sus vidas. La invención de la pí­ldora anticonceptiva modificó, pero el acceso no es universal por falta de educación en derechos reproductivos y sexuales, un tema que no se toca de forma adecuada ni en la casa, ni en la escuela y menos en espacios públicos ni en las ciudades, menos en todas las comunidades. Todaví­a el trabajo doméstico -siempre invisible, sin remuneración y por tanto desprestigiado-, sigue recargado sobre los hombros de las mujeres. Y cuando planteo, modificó, me refiero a lo siguiente: algunos hombres ya llevan su ropa sucia al cesto, otros ya cuidan un ratito a los nií±os, otros más amables juegan con sus hijas, les leen…¡ah! también hay quienes ”ayudan» a hacer el aseo de la casa o baí±an a los y las pequeí±as… pero no son la generalidad, son pocos y tienen claro que ”ayudan», porque también tienen claro que la obligación es de las otras. Cuando el otro triunfa, tiene ascensos en el laboratorio, es electo gobernador, diputado, ascendió a supervisor de la fábrica y demás, ¿tendrá idea que su ”triunfo» esta también sustentado sobre muchas mujeres? Uno de los derechos que las feministas introdujeron es el derecho a una vida libre de violencia. Se le puso, como seí±ala Bárbara Garcí­a en otro artí­culo de Las Caracolas 455 hoy en Las Caracolas, nombre y apellido a hechos como la violencia feminicida y el feminicidio, ambos asuntos pendientes para los gobiernos, tanto en el fondo como en la forma, como plantea Ana Marí­a Hernández Cárdenas, también en otro artí­culo. Violencia que se traduce en cientos de muertes por mala atención en hospitales o porque no las atienden, que también es violencia. Este aí±o, según el recuento hemerográfico suman 13 asesinatos cometidos contra mujeres y de las casi 100 que se cometieron el aí±o pasado y todos los aí±os anteriores, la justicia para sus familias es í­nfima. Quedan pendientes las desapariciones de mujeres en Oaxaca y en todo México, violencia que también asesina a familias enteras y vuelvo a preguntar ¿dónde están Maydelith Carmona, Daniela y Virginia Ortiz, Paula Moreno, Mireya Hernández, Viviana Lorenzo, Juana Lorenzo, Magali Pérez, Rebeca Rubí­ Martí­nez y muchas más? Sin duda, hay avances, pero no hemos caminado lo suficiente, planteo parafraseando a Margarita Dalton, la estructura que mantiene de forma conveniente el poder sigue intacta (poderes reales o poderes facticos) y las mujeres viven entre el piso pegajoso y el techo de cristal como dice la abogada Erika Lilí­ Dí­az, y nos queda claro, que no todas las mujeres piensan en esa condición social de desigualdad que pasan millones de mujeres hoy en dí­a, incluyendo muchas veces a las más adelantadas. La discriminación persiste, sigue siendo una constante. El próximo 8 de marzo, Dí­a Internacional de la Mujer, mucho hay que reflexionar y bien nos harí­a reflexionar de forma colectiva, sí­, pero también en lo individual. Todaví­a nos falta mucho por avanzar en lo polí­tico, en lo laboral, en los derechos del cuerpo y contra las violencias, todas las violencias desde las guerras que dejan dolor hasta las que se ejercen de forma directa contra los cuerpos de las mujeres, asesinándolas o despareciéndolas, golpeándolas, gritándoles o castigándolas con el silencio. Ante la realidad de nuestra vida cotidiana, los resultados que tenemos todos los dí­as, tenemos que reflexionar para bien de la humanidad por qué es tan necesario que las mujeres (con conciencia de género) estén en todos los espacios y se construya una sociedad menos desigual, no hay de otra.

Graciela Machuca

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