Mujeres y Polí­tica


Soledad JARQUIíN EDGAR

El periodismo cambia con rapidez inaudita, un nuevo periodismo se requiere urgente, pero hay una resistencia profunda en muchos informadores que siguen viviendo tres décadas atrás.

Apenas hace poco más de dos décadas que las nuevas tecnologí­as transformaron las redacciones, también cambió la forma de elaborar los textos, pero el principio periodí­stico es el mismo: investigar. Las nuevas tecnologí­as aceleraron el ritmo de la emisión de noticias, el principio de la noticia se confunde con todo lo que sucede, como si todo lo que acontece fuera noticia, y la velocidad para producir ”información», hizo que de un plumazo se borrara otro principio básico: verificar la información.

Los medios digitales y electrónicos revolucionaron la presentación de la información, éstos basan su efectividad en la rapidez. Los impresos o medios tradicionales, los que publican con horas de diferencia un hecho concreto, deben profundizar, buscar todos los lados de la noticia; en algún momento pensamos que los otros géneros periodí­sticos volverí­an a ser las estrellas de los medios impresos, la televisión y la radio, pero si hacemos la crí­tica correcta, eso todaví­a no sucede.

También el mundo cambia, se mueve con una intensidad que nos sorprende. Los paradigmas son otros: dinero y poder.  Siempre lo fueron, no hay duda, sin embargo, hoy la cara de esos paradigmas se resume en la cada vez mayor cantidad de pobres y la cada vez menor cantidad de súper ricos, grandes consorcios, monopolios y en medio de todo la violencia, casi sistemática.

Hace 30 aí±os, relataba Sara Lovera en el ”Encuentro Nacional de Periodistas Capacitadores en Autoprotección», la violencia contra quienes informamos no tení­a las dimensiones dramáticas que ahora se reflejan en estadí­sticas de asesinatos o de personas desaparecidas, de agresiones de todo tipo, aún cuando lo que se investigaba y publicaba era mucho más delicado de lo que hoy se cuenta en los medios. Es decir, la violencia contra profesionales del periodismo se ha recrudecido por menos información.

Lovera, una periodista que empezó a trabajar en las postrimerí­as de 1968, sostiene que la mejor defensa del periodismo es ser buen o buena periodista. Lo dicho por ella fue repetido por otros periodistas, como Julio Hernández, autor de la columna Astillero que se publica en La Jornada, y por Gerardo Albarrán, ombudsman de la audiencia en MVS, en ese primer encuentro convocado por la Casa de Derechos de los Periodistas al que asistieron más de 80 periodistas de 28 entidades del paí­s.

Anabel Hernández, premiada en el mundo por sus relevantes investigaciones que tradujo en su libro Los Seí±ores del Narco, entre otras como el toallagate, planteó que la libertad es condición ineludible de un buen periodismo y confió en la posibilidad de que ese buen periodismo contribuya a cambiar el rumbo del paí­s.

Hay preocupación entre las y los profesionales de la información. No es para menos, la violencia es otro signo del cambio y un retroceso para la ciudadaní­a mexicana, también afectada por la imposición de silencio, que se ha traducido en la violación de derechos fundamentales para la humanidad: las libertad de expresión y el derecho de la ciudadaní­a a la información. Queda claro que son tiempos difí­ciles y se teme que sean aún peores.

Los datos duros, las cifras, revelan el daí±o profundo y temerario causado a las y los profesionales de la información en el sexenio de Felipe Calderón: ”En lo que va del 2012 fueron asesinados 10 periodistas, la mitad de los crí­menes ocurrieron en Veracruz y la situación es grave en Chihuahua, Guerrero, Morelos, Sonora, Tamaulipas y Nuevo León…», apuntó Judith Calderón Gómez, presidenta de la Casa de los Derechos de Periodistas. Luego Artí­culo 19 darí­a las otras estadí­sticas, en la voz de Ricardo González, 13 colegas desaparecidos y cuatro más que están por ser confirmados como tales en el mismo periodo; más de 100 agresiones a las instalaciones de medios o sistemas ”intervenidos» en el caso de los portales web de noticias; 782 agresiones directas o indirectas a reporteros y reporteras, y el rostro más terrible de esa violencia: 72 periodistas asesinados en los dos sexenios panistas, 45 de ellos en el actual gobierno de Calderón que, además, sin investigación ha criminalizado a las ví­ctimas o provoca que los hechos se reducen a crí­menes pasionales.

La impunidad alcanza a un 70 por ciento de los casos y un porcentaje similar, se sabe, son delitos cometidos por poderes gubernamentales o fácticos.

Balbina Flores Martí­nez, del Centro de Periodismo y í‰tica Pública (CEPET), dijo en esa misma reunión algo que nos habla de una sociedad traumatizada, con efectos severos en la salud mental de las y los periodistas, esto de acuerdo con un estudio realizado por Rogelio Flores, psicólogo clí­nico: 77 por ciento de los periodistas que cubren noticias de narcotráfico presentan sí­ntomas de ansiedad; 42 por ciento de depresión y 41 sufren estrés postraumático. Adicionalmente algunos presentan ataques de pánico, accesos de llanto, trastornos del sueí±o, dolores de cabeza, problemas estomacales o tics nerviosos.

Sin duda, una noticia no agradable y que de acuerdo con la investigación, los sí­ntomas que presentan quienes cubren estas informaciones en México son mayores a los presentados por corresponsales de guerra en Chechenia, Bosnia o Medio Oriente.

¿De qué paí­s estamos hablando?

Estos datos, sin duda, confirman lo que ya se ha dicho en repetidas ocasiones, en México no hay condiciones para el ejercicio del periodismo y en ello, como ya se escribió antes, va de por medio la vida de las y los informadores.

Lo observa es el silencio del primer y más obligado a garantizar la libertad y la vida de las y los periodistas: los gobiernos. Y ese es el reclamo sustancial, de nada nos sirve una Fiscalí­a en la Procuradurí­a General de la República si no se ha resuelto un solo caso de agresión a periodistas, ”no hay confianza ni certeza» en las instituciones, como tampoco se tiene mucha esperanza de que a través de las leyes de protección a periodistas se resuelvan los casos.

Una fiscalí­a que, como seí±ala Sanjuana Martí­nez, no resuelve nada pero dispuso durante todos estos aí±os de un presupuesto importante. Sin duda, la violencia contra la prensa es un fracaso más para el gobierno federal que está por concluir.

A las amenazas, los asesinatos, las extorsiones, la autocensura y los exilios, se agregan los problemas personales como mecanismos para encarcelar a periodistas, aí±adió la regiomontana en alusión a la detención de la que fue objeto el pasado mes de julio, quien calificó a este gobierno de ignominioso por la falta de voluntad polí­tica para brindar protección y seguridad a las y los periodistas.

Esquema, que hay que seí±alar, repiten gobernadores -sean del PRI, del PAN o del PRD- de Coahuila, de Chihuahua, de Nuevo León, de  Colima, de Guerrero, de Quintana Roo o de Oaxaca…así­ el recuento iba creciendo, se hablaba de la gente cercana, de quienes fueron amigas o compaí±eros de trabajo, de quienes se han ido del paí­s ante el tamaí±o de la impunidad con la que actúan presidentes municipales, gobernadores, funcionarios de mayor o menor escala, elementos de todas las corporaciones policiacas y militares, y claro está, el llamado ”crimen organizado».

Pero en Oaxaca, donde esa guerra no es abierta, lo que no quiere decir que no exista, han ocurrido la tercera parte de las agresiones a periodistas, con casi 50 casos documentados por la Secretarí­a de Promoción de los Derechos Humanos e Incidencia en Polí­ticas Públicas del Distrito Federal, que junto con la Casa de los Derechos de Periodistas han sido receptores de quienes han sufrido toda clase de agresiones por razones que tienen que ver directamente con su trabajo.

Frente a ello, las y los periodistas se plantean ¿qué hacer? Porque lo que se trata de proteger es la vida. Ya en 22 entidades del paí­s hay iniciativas o leyes que tienen que ver con el ejercicio del periodismo, pero todaví­a no en todas las entidades se han propuesto leyes, mecanismos, presupuestos, fiscalí­as y protocolos para proteger a las y los periodistas, no sólo cuando sufren violencia sino, incluso, para prevenir esa violencia.

Oaxaca está tristemente en esa circunstancia. La iniciativa presentada ante el congreso local en junio pasado está aí±os luz de ser un instrumento de protección al derecho a informar y ser informados y, como lo exigen los tiempos, a proteger la vida de las y los profesionales de la información. La propuesta que hoy es revisada en el Congreso local es un catálogo de exigencias sociales, económicas y de capacitación, con un minúsculo planteamiento de creación de una agencia del Ministerio Público especializada en delitos contra periodistas y trabajadores de los medios de comunicación, y por increí­ble que parezca se plantea dentro de esa iniciativa denominada de ”Fomento a la actividad periodí­stica del Estado de Oaxaca», la creación de un fideicomiso ”de apoyo a los periodistas que tiene por objeto —parece el más importante- implementar medidas y acciones para establecer beneficios económicos que coadyuven a mejorar las condiciones de vida del periodista y su familia». ¿Por qué seguir reproduciendo los viejos, viejí­simos esquemas de privilegios que han marcado para mal al periodismo?

Ya lo dijeron quienes elaboraron esta iniciativa, es una copia de la ley que en Guerrero opera desde hace poco más de 20 aí±os y de una que fue aprobada recientemente en Morelos, y que se conocen como ”leyes chayote», de otros tiempos.

Si la propuesta no se mejora desde ahora, empezando por la definición de lo que ”se debe entender por periodista», a excepción de quienes dirigen estos grupos, nadie más tendrá salvaguardado su derecho a investigar y publicar información y con ello se violentarán también los derechos de la audiencia.

Como se planteó en el Primer Encuentro Nacional de Periodista Capacitadores en Autoprotección, hoy no tendrí­amos por qué estar hablando de leyes ”especiales» para los ”especiales» periodistas. Tendrí­amos que plantear la solidaridad gí¥remial, por un lado, y por el otro, entender que estamos en un proceso polí­tico distinto y peligroso en exceso, que demanda de buen periodismo ¿quién lo demanda? Lo demanda la sociedad, nuestra audiencia, como demandarí­a a un buen médico, a un buen abogado o a un buen maestro.

www.caracolasfem.blogspot.com

Graciela Machuca

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