Una casa de Derechos de periodistas contra la Impunidad

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Palabra de Antí­gona


Por Sara Lovera

Este lunes se informó que dos fotógrafos de Michoacán aparecieron torturados y asesinados de un balazo en la cabeza en la carretera El Colesio-Tinaja Vargas. Con ellos, entre el aí±o 2000 a la fecha, 84 profesionales de la comunicación han sido asesinados. Es claro que esta profesión parece surcar todas las fronteras y no puede hablarse en México del respeto a los derechos fundamentales de sus habitantes. Situación que me resulta insoportable.

La cuenta es de horror. Las  estadí­sticas de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) seí±alaron que  del aí±o 2000 hasta el mes pasado se habí­an cometido 82 asesinatos, más la tortura y asesinato este sábado de  José Antonio Aguilar Mota de 26 aí±os, y Arturo Barajas de 46, residentes de la comunidad de La Estancia, en Jacona, Michoacán, en dí­as y semanas donde se yergue la violencia en todos los caminos de México. Arreciada, no entiendo por qué, tras la jornada electoral.

Hay algo peor, la CNDH reconoce 16 desapariciones contra periodistas y 28 atentados contra empresas de comunicación, con bombas y amenazas. Se trata de una situación ominosa y alarmante. En la lista de decesos, al menos siete mujeres profesionales del periodismo, también fueron asesinadas, incluida una trabajadora de medios en Veracruz.

Hoy todo ha fracasado. Todas las instancias oficiales de «protección a periodistas» se han topado con una realidad que habla de dos cifras hirientes: el 71 por ciento de los casos permanece en la impunidad y el 70 por ciento de los atentados proviene de gobiernos locales o representantes gubernamentales de diversos niveles y de  caciques  o personajes de alto poder. Situación que nos hace suponer que la idea de que se trata de actos del crimen y los cárteles de la droga, no es suficiente para explicar la andanada contra la libertad de expresión.

No puede obviarse lo que la CNDH ha identificado como los principales agresores a autoridades federales de la Procuradurí­a General de la República (PGR), la Secretarí­a de Seguridad Pública y la Secretarí­a de la Defensa Nacional.

Lo más grave es que cada dí­a que cae un o una informadora, se daí±a a la sociedad en su conjunto, porque lo que se anula es el derecho de la sociedad a estar correcta y debidamente informada.

Es evidente, y lo dice la CNDH, que  las autoridades ministeriales incumplen su obligación de recabar pruebas, investigar, perseguir y darnos resultados. Además, la Fiscalí­a Especial para delitos contra periodistas de la PGR sabe de 67 homicidios y 14 desapariciones desde 2006 y sólo de una sentencia dictada por esos crí­menes.

Por ello, los profesionales han decidido buscar su propia defensa. autoprotegerse, con herramientas, conocimientos, lecturas, discusión  y compromisos, para hallar la salida.

Llamar al gremio, tradicionalmente discorde, en asociaciones de parapeto o inútiles, con personalidades o intereses que se cuecen en la hoguera de las vanidades, es intentar, la construcción de una red nacional de defensa, donde pueda ahogarse de facto lo que más conviene a esos caciques, criminales o interés inconfesables: crear una instancia, una comunidad, un mecanismo donde estamos todas y todos. Capaz de salvarse y prevenirse contra esta ominosa pandemia.

La llamada de alerta, impostergable la  hace la Casa de los Derechos de Periodistas (CDP), que hoy preside la periodista Judith Calderón y cuya estructura es principalmente de  periodistas, quienes conocen y saben, por experiencia vivida, de qué se trata este entramado de los medios de comunicación, las aí±ejas y lastimeras pretensiones de los distintos poderes por callar la verdad y negar a las y los mexicanos su derecho a saber. No es suficiente la defensa de los Derechos Humanos fuera del contexto de la realidad de los medios.

Apenas hace unas horas me decí­a Andrés Solí­s, un novel periodista que ha escrito un manual de autoprotección, de cuí±o nacional, que tenemos que aprender a proteger nuestra vida y la de nuestras familias, como una decisión inaplazable ante los hechos.

Sobre todo, dirí­an quienes hacen semana a semana Periodistas en la televisora Capital 21, porque los gobiernos permanecen indiferentes, porque no sólo se persigue y siembra el miedo de los periodistas, sino porque quienes atentan contra nuestra libertad de prensa, ahora también hallaron una forma de acallar las crí­ticas, con supuestas demandas administrativas para ahogar a medios independientes en su economí­a.

El examen es muy claro, la parafernalia, las promesas, las leyes empezando por la Constitución no funcionan, como tampoco  las «n» instancias de protección, en el Congreso, en las Procuradurí­as, en la CNDH, en los discursos y las recién estrenadas legislaciones que no hacen más que desplegar una cortina de humo, a veces con organismos que justifican presupuestos sin resultados.

Nada parece funcionar y ninguna nos da un ápice de confianza.

Este jueves y hasta el sábado se celebrará el Primer Encuentro Nacional de Periodistas Capacitadores en Autoprotección, abriendo  una gran oportunidad para unificar al gremio en torno a la defensa de la seguridad de las y los comunicadores, que asegure el libre ejercicio del periodismo en nuestro paí­s.

Judith Calderón, al hacer el anuncio de este primer encuentro, sumó  cifras  y hechos sostenidos como  las agresiones de los últimos dí­as, como la a aparición de los cadáveres en ese camino de Michoacán, de la misma manera  la agresión de policí­as municipales de Ecatepec al corresponsal y al camarógrafo de TvAzteca, Daniel de Rosas Canizales y José Luis Ruiz; la desaparición del periodista Mario Segura, director del periódico El Sol del Sur en Tampico, Tamaulipas, y el ataque a las instalaciones del periódico El Regional del Sur en Cuernavaca, Morelos.

Habrí­a que recordar también las amenazas de muerte que llevaron a abandonar el paí­s a las periodistas Olga Wornat y Lydia Cacho; las amenazas contra la periodista sinaloense Cecilia Cota Carrasco por parte de un polí­tico en activo, ”y las que se sumen en las próximas horas», dijo sin miramientos.

Ella afirmó que: ”Ante la insuficiente acción gubernamental, sólo la unión entre nosotras y nosotros podrá transformar la graví­sima situación del periodismo en México, con sus igualmente trascendentes implicaciones sobre los derechos civiles y polí­ticos del resto de las y los habitantes de nuestro paí­s y sobre la posibilidad de considerarnos entre los sistemas democráticos del mundo», advirtiendo que no hay democracia, ni festí­n electoral, donde sucede esta insensatez.

La CDP evalúa que se trata de una graví­sima situación de vulnerabilidad y llama a vigilar a instancias encargadas de resolver los ataques a las y los comunicadores, habida cuenta que no es suficiente la estadí­stica y el reclamo que se pierde en un anecdotario epistolar teí±ido de indignación, pero también inútil.

Sólo podrá pararse la ola de agresiones si  las y los comunicadores de México toman acción, y se deciden  a establecer por sí­ medidas para la prevención de agresiones. Es claro  el fracaso de los gobiernos federal y de los estados en el cumplimiento de su obligación de garantizar las condiciones mí­nimas de seguridad para el ejercicio del periodismo.

Por ello, la CDP propuso la articulación gremial para vigilar que los gobiernos cumplan sus obligaciones, porque ellos son responsables de abordar los ataques a las y los comunicadores, de resolver los agravios, considerando que ”la defensa del periodismo libre implica de manera necesaria la lucha contra la impunidad en torno a las agresiones hacia su ejercicio».

Graciela Machuca

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