Educación, alta cultura y transexualidad

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SEMlac

Coordinadora de Planeación de Proyectos del Centro de Apoyo a las Identidades Trans AC, México.

El presente artí­culo no pretende, al menos en este primer acercamiento, ser un ensayo sobre la filosofí­a de la estética, asunto que sin duda retomaré en algún otro momento, en cambio, se trata de una invitación para motivar la reflexión analí­tica acerca de las condiciones históricas que han impedido a las poblaciones trans del paí­s, y en particular de la Ciudad de México, el acceso a una buena calidad educativa que las acerque de manera natural a las expresiones del arte que comúnmente englobamos en la esfera de la alta cultura.

Y cuando hablo del acceso a estas posibilidades, me refiero tanto al disfrute, reflexión y ejercicio profesional de las bellas artes a través de una educación formal y la adjudicación de una cultura general sólida. Y no es que esta privación estructural sea exclusiva de las poblaciones trans, puesto que existen un montón de grupos vulnerabilizados que adolecen de las mismas limitantes, pero es en poblaciones trans, de manera general, que son fácilmente observables.

Como lo he venido advirtiendo desde hace algún tiempo, no existen estadí­sticas serias ni datos duros que nos den luz sobre las dinámicas vivenciales de este grupo poblacional en particular, por lo tanto, me atengo a las investigaciones que esfuerzos como los ejecutados por el Colectivo Sol, y nuestra propia asociación, el Centro de Apoyo a las Identidades Trans AC, hemos realizado por separado o en conjunto.

Basándome en los resultados del último diagnóstico comunitario participativo (2010), puedo deducir que el nivel educativo general de las poblaciones trans encuestadas, en las ciudades incluidas en dicho ejercicio, por supuesto mayoritariamente en el Distrito Federal, nos indica que es del quinto aí±o de primaria, tres grados por debajo de la media nacional reconocida por la Secretarí­a de Educación Pública que es de segundo grado de secundaria.

Ahondando en los resultados del diagnóstico podemos observar que dicho nivel se debe, aceptando que se trata de un análisis enunciativo no exhaustivo, a factores tales como una alta tasa de deserción escolar, condiciones familiares inestables, migración a edades tempranas de zonas rurales a centros urbanos, malas condiciones económicas para la continuación a estudios superiores, etc., lo cual provoca la inserción a empleos mal pagados, sobre todo informales, con su respectiva escala de privaciones sociales y las inevitables vueltas a los cí­rculos viciosos que generan las pobrezas económicas y conductuales.

Quizá el primer signo que llamó mi atención para comenzar mis reflexiones en la materia se presentó cuando, siendo aun Travestis México (TVMex) se intentó llevar a cabo una jornada cultural en la biblioteca Xavier Villaurrutia, pero con la intención de que fueran las poblaciones trans quienes se presentaran como sujetos creadores y creadoras, en las diferentes disciplinas artí­sticas, y no logramos reunir a ningún artista de origen trans con el rigor académico y artí­stico que validara un trabajo para ser presentado en la jornada. Ni un solo músico o música formados, ni un escritor, artista plástico o visual que diera cuenta de una expresión estética de alta escuela.

Por supuesto que no se trata de llegar a conclusiones facilonas ni banales. Esto nos habla de que para las personas trans, los accesos a una escala educativa superior de calidad está sumamente restringida por situaciones sociales que van desde la discriminación feroz a la condición trans, hasta la limitación intelectual inducida por un sistema restrictivo y aniquilante.

No es por falta de capacidades, ni de voluntad o de ausencia de talento. Creo yo que la raí­z del problema debe rastrearse en la inequidad, la falta de oportunidades concretas y el desinterés de los tomadores de decisión en el sector educativo nacional.

Tan sólo revisando el inmenso interés que ha generado, por las razones que sean, el fenómeno del llamado bullying enlas instituciones del sector, nos daremos una idea de cómo las situaciones coyunturales atraen la atención a un sólo tema, demeritando los problemas que afectan a otros grupos igualmente dignos de ser atendidos. Y en verdad que todo es parte de un mismo corpus, si consideramos que, de suyo, el sistema educativo nacional adolece de profundos vicios de planeación, que la estructura básica de matriculación es limitada y le sumamos además los factores de estigma ya sea por condición sexogenérica o por vivir con VIH, el panorama se vuelve realmente descorazonador.

Tuve oportunidad de acudir a varios conciertos de la última temporada de la Orquesta de Cámara de Minerí­a, en el auditorio del Conservatorio Nacional de Música, y en cada presentación me entretení­a observando los rostros de los asistentes tratando de descubrir la presencia de alguna persona trans, casi se me hizo un obsesión. Lo mismo en los conciertos de los grupos de ensambles vocales de la UNAM, de los que alguna vez fui parte, me formé como cantante, mezzosoprano, en la Escuela Nacional de Música, o en mis recorridos por la amplia oferta de museos de esta ciudad, nada, no he tenido la suerte de toparme con alguna persona trans asistente a tales eventos.

Y les recuerdo amables lectores, que este es un artí­culo que propone la reflexión y no la exposición de juicios de valor sobre nuestras poblaciones. Decí­a Ikram Antaki, en el tercer volumen su Banquete de Platón, que la valorización del gran arte es una sensibilización que busca compartir su propia fascinación.

En el tiempo actual hay gente que cree que pararse frente a una cámara fotográfica lo convierte en modelo, que contar con una cámara profesional de alta resolución lo vuelve artista de la lente, que escribir sus memorias lo transforma en creador literario o que grabar una escena con su teléfono celular lo hace cineasta.

La idea es replantearnos que para llegar a niveles de excelencia y calidad artí­stica, debemos acercar la educación formal y el mundo de las ideas, para generar intelectualidad inscrita en lo que llamamos alta cultura, a las poblaciones trans, porque yo tengo la sospecha de que ahí­ existen diamantes en bruto, talentos no desarrollados, inteligencias agazapadas, y que lo único que requieren es apoyo, interés y condiciones adecuadas para su desarrollo.

Mientras escribo este pequeí±o texto escucho el concierto para violí­n en mi bemol mayor de Johann Sebastian Bach, ejecutado por el virtuoso maestro israelí­ Itzahk Perlman, afectado además por una severa poliomielitis desde nií±o, y que su discapacidad no le impidió desarrollar su enorme talento musical y me pregunto: ¿en verdad las personas trans perdemos nuestras capacidades, talentos e inteligencia en el proceso de transición? No lo creo, juntémonos pues para reconstruir nuestros ideales, sueí±os y esperanzas creativas y busquemos nuestros espacios para que se reintegre lo que por derecho nos corresponde, la posibilidad de nuestro desarrollo integral.

Graciela Machuca

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