Julio Faesler. Excelsior

.

El Diario de Yucatán anunció el pasado septiembre que ”un grupo de inversionistas chinos y mexicanos vendrá a construir la galerí­a más grande del mundo al lado de Cancún». Con una inversión china de 180 o 200 millones de dólares, será el mall chino más grande fuera de su paí­s: 127 mil metros cuadrados techados, para tres mil 40 locales comerciales, 20 mil metros cuadrados para bodegas, 65 mil para áreas abiertas y plazas, 722 casas y una pequeí±a ciudad china, con restaurantes, misceláneas y bancos. Se ensamblarán productos en una zona maquiladora. El movimiento de Puerto Progreso aumentará de 24 mil a 60 mil contenedores al aí±o.

En febrero arrancará la construcción de este centro de negocios dedicado para vender productos chinos a México y distribuir a Norteamérica, América Latina y Europa.

El proyecto no es nuevo. Desde el 22 de marzo de 2011 el entonces gobernador de Quintana Roo, Félix  González Canto, firmó un convenio con la empresa privada China Middle East Investment and Trade Promotion Centre, otorgándole beneficios y reducciones fiscales en materia de traslación de dominio, de adquisición de inmuebles, prediales, impuesto estatal sobre nóminas, licencias forestales, reubicación de torres de alta tensión con su esquemas de vialidades. El proyecto se incorpora a las promociones turí­sticas de Cancún.

Los promotores dicen que la compleja trama de trámites municipales, estatales y federales está en proceso de aprobación. Pero en realidad el tema no es si el proyecto cumple normatividades generales sino que debe contribuir al desarrollo nacional. Es un hecho que miles de productos mexicanos serán golpeados por millones de artefactos chinos que van a concentrarse en el ”Dragon Mart».

México no nació antier, hay que ver la perspectiva histórica. Desde hace muchos aí±os, México ha seguido una polí­tica arancelaria de apertura comercial que sistemáticamente ha reducido la capacidad  competitiva de nuestra producción manufacturera y agroindustrial. Nos hemos quedado reducidos a un paí­s que ni producimos lo que podemos, y simplemente armamos lo ajeno.

A esta luz no es lógico festejar la gran plataforma de despegue de productos extranjeros, la mayorí­a de los cuales están orientados a nuestro mercado interno. La prioridad de nuestro creciente sector servicios no es la de facilitar el camino a  nuestros competidores, sino estimular la fabricación nacional de nuestros productos para ofrecerlos al mercado interno y a nuestra propia exportación, no a la ajena.

Además, nuestra experiencia con China no es buena. El constante arribo de su mercancí­a de muy bajo precio por los subsidios abiertos u ocultos de que gozan nos lleva a procesos de antidumping u otras inconformidades. Participamos en comités de la OMC que vigilan las prácticas chinas.

La Concanaco, la Concamí­n, la Canacintra y el CCE están en contra del Dragon Mart en Cancún. El nuevo mart  será un refugio fiscal para cientos de miles de artí­culos importados. El Secretario de Economí­a, Ildefonso Guajardo, ha dicho que el asunto se tratará a nivel gabinete. El Centro Mexicano de Derecho Ambiental se declara en  contra.

Mientras tanto, los China Marts siguen extendiéndose por todo el mundo. Los grandes malls chinos son la extensión de las grandes exposiciones permanentes iniciales en Cantón y en Shanghai.

Si nosotros vamos a responder a la moda de los grandes malls, deberí­amos montar un gran centro de exposición y venta de productos mexicanos, como lo planteó hace más de 25 aí±os el Instituto Mexicano de Comercio Exterior (IMCE).

El proyecto del Dragon Mart, no es sino un impresionante desarrollo inmobiliario en el que una empresa china proyecta rentar espacios comerciales y hasta casas habitacionales para sus connacionales. No coincide  con nuestra meta  de impulsar la producción nacional ni la de crear empleos.

Dragon Mart debe buscar otro paí­s que lo albergue.

Graciela Machuca

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *