¿Por qué un seguro para jefas de familia?

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A Elena Dovala+

Por Sara Lovera

Las decisiones de Estado a favor de las mujeres, a pesar de todos los discursos  sobre los derechos de las mujeres y su autonomí­a,  caen con una frecuencia que alucina, en decisiones asistenciales y no de promoción y desarrollo sino para que se cumpla su destino principal de cuidadoras de su prole o familia.

Con estas decisiones se reafirma la situación subordinada y dependiente de la mitad de la población y la reacción de los sectores crí­ticos de mujeres siempre es lenta  y poco efectiva cuando la hay. No encontré ninguna crí­tica a este programa, pero diré tampoco ningún aplauso.

Y preocupa porque sabemos de qué se trata.

En la época de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), en nombre de la solidaridad con las mujeres, se otorgaron recursos a las más pobres para que los nií±os fueran a la escuela y fueran atendidos por servicios de salud y alimentación, por cierto, el  17 de abril es la Jornada Internacional de los Movimientos Campesinos.

Como parte de este programa, ellas tení­an su obligación para ir al ”control» o sea los puestos médicos para recibir educación y servicios de anticoncepción. Urgí­a cumplir la meta de menos de dos hijos por mujer en función de los acuerdos con los bancos internacionales que se dedican a financiar ”el desarrollo».

Este dinero se convirtió, según estudios posteriores, en la rebatinga directa en las familias campesinas siempre sin recursos —sobre todo donde habí­a padre, el hombre de la casa- y, por tanto, en esos aí±os creció sistemáticamente la violencia de pareja. Los estudios los realizaron diversas instituciones públicas y privadas, las que demostraron que aquellas jornadas de solidaridad finalmente reafirmaron el papel subordinado de las mujeres y éstas quedaron sujetas a nuevos riesgos, el de la violencia sobre todo y el del despojo de sus recursos.

Ahora el anuncio de un Seguro de Vida para las jefas de familia, dentro  de  la  Cruzada contra el Hambre,  presentado con bombos y platillos el pasado 14 de marzo, deja claro que se apoya a  mujeres que se hacen cargo directamente de sus hijos, pensando en la familia, siempre en este sentido.

Serán beneficiarias, según los datos oficiales, 1.7 millones de mujeres,  aproximadamente 22 por ciento de 7 millones de jefas de familia, es decir, mujeres que se hacen cargo completamente de la manutención de sus familias, si hemos de creer en las estadí­sticas del  Instituto Nacional de Estadí­stica Geografí­a e Informática (INEGI).

¿Y que significa este seguro?   Que en caso de que alguna de estas mujeres ”falte» sus hijos no quedarán a la intemperie.  Lo que no está mal.  Entonces es un seguro para los nií±os y las nií±as y no para las mujeres.  Y  serí­a correcto que nos digan la verdad y no manipulen diciendo que con esta acción se favorece a las mujeres, cuando se beneficia su condición de madres futuro.

Es un programa que operará   el Sistema para  Desarrollo Integral de la Familia (DIF), que de acuerdo a la tradición preside la esposa del presidente en turno y generalmente funciona como un órgano asistencial y de reafirmación de la familia, concebida en forma tradicional, pensando que  necesariamente ha de estar  formada idealmente con padre, madre e hijitos.

Reafirmo que es claro que no se trata de recursos -400 millones depositados en instituciones financieras-  que provean el progreso y autonomí­a de las mujeres, sino un recurso  utilizable si las mujeres mueren y para que aseguren  el futuro de su prole. Esto es una visión que ratifica el papel tradicional de las mujeres, hoy beneficiarias del Estado, considerando que su vida y su eterno destino es cuidar de su familia. Lo que hacen es enviarnos  un mensaje que irá en este sentido y no en otro.

Por eso es engaí±osa  y manipulada  la explicación del presidente Enrique Peí±a Nieto  cuando dijo: «Esta es una acción de justicia social. Es una acción ética del Estado mexicano el asegurar que quienes están en mayor rezago social y menos tienen, tengan un mí­nimo de ingreso y mí­nimo de bienestar». ¿Cuándo se muera la madre?

Lo que no hallo por ninguna parte es dónde un seguro utilizable para el caso de que desaparezca la madre que se hace cargo de la familia, impacta a la productividad del paí­s. Más bien entiendo que impacta el desarrollo del sector financiero, porque detentar y administrar 400 millones de pesos no es despreciable para ese sector.

Peí±a Nieto en este anuncio también dijo: ”este seguro va más allá de ser un programa estrictamente asistencial, porque hoy buscamos y estaremos reorientando el esfuerzo del Estado mexicano, a través de los distintos programas sociales, para alentar la productividad entre los mexicanos, y no sólo garantizar mí­nimos de bienestar para quienes menos tienen», al informar que los recursos irán primero a las zonas rurales, más rezagadas y luego, en otro momento, a las zonas urbanas.

Son recursos para que los nií±os y nií±as, eventualmente desamparados, sin su madre puedan, supongo yo, ir a la escuela, comer, desarrollarse y prepararse para que en algún momento puedan incorporarse a procesos de productividad, dentro de algunos aí±os. El Estado los protegerá hasta los 23 aí±os. La información disponible lo explica y se asume que es un asunto de ”justicia social», para futuras generaciones.

Durante mucho tiempo, desde los primeros diagnósticos sobre la condición de las mujeres, sabemos que éstas necesitan programas directos para su desarrollo, considerando varias cosas: la discriminación, la falta de oportunidades laborales justas; la posibilidad de compartir las tareas de cuidado a los demás; la necesaria e importante posibilidad de adquirir habilidades para su propia vida, reconocimiento a sus aportaciones a la economí­a nacional y en los últimos tiempos  sabemos que además necesitan justicia y no impunidad frente al tamaí±o de la violencia contra ellas.

En acuerdo a los compromisos del  gobierno de Peí±a Nieto de incluir con visión de género éstas necesidades, el anuncio de este seguro,  pareciera que se ha iniciado un proceso en sentido contrario a las promesas de campaí±a y a las declaraciones de emprender acciones que realmente desplieguen procesos para el desarrollo y la seguridad de las mujeres, para su vida.

Urgen acciones, una cruzada sí­ contra el hambre, donde la pobreza alimentaria de millones de mujeres sea realmente un tema de gran preocupación. Por ejemplo, la muerte materna, en miles y miles de mujeres tiene que ver con esa pobreza, además de la falta de programas de salud integrales,  de promoción de campaí±as durante el embarazo y de la construcción de hospitales en las regiones más pobres, con personal, instrumentos y medicinas.

Y para abril en que el movimiento campesino retoma, como cada aí±o, sus demandas, las mujeres del campo necesitan créditos, apoyo  técnico para sus siembras; programas efectivos de comercialización, tierras, de modo que no tengan que migrar cada aí±o hacia las zonas de mayor productividad de productos agrí­colas donde se emplean en condiciones miserables como en el Valle de San Quintí­n, en Baja California. Y sus hijos también requieren oportunidades y no como en ese Valle, donde reiteradamente se ha denunciado el trabajo infantil en condiciones degradantes, para no hablar de los campos de Sinaloa o del Bají­o.

Es muy importante que la Cruzada contra el Hambre y todos los anuncios que en tan poco tiempo hemos oí­do del nuevo gobierno, sean realmente modernos y abarcadores, porque estamos cumpliendo casi 40 aí±os desde que la igualdad entre hombres y mujeres se inscribió en la Constitución.

Veremos.

Graciela Machuca

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