Italia: 30 nií±os incurables han recibido terapias no autorizadas

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elpais.com

Una treintena de pacientes, la mayorí­a nií±os con enfermedades incurables, ha recibido en Italia terapias con células madre no validadas cientí­ficamente. La Fundación Stamina aplicaba trasplantes de células madre a dolencias de todo tipo, sin que hubiera base cientí­fica para ello y solo sobre la base de que no habí­a otra alternativa. Además, ni siquiera se notificaron a las autoridades los supuestos ensayos.

El escándalo ha obligado al Gobierno a pronunciarse. El Ministerio de Sanidad ha forzado a la Fundación Stamina, que ofrecí­a estas supuestas curaciones, a no enrolar a más pacientes, pero no ha detenido los tratamientos que ya se habí­an comenzado. La decisión, tomada de urgencia mediante un decreto, debe convertirse en ley. El Senado lo tení­a anoche entre sus puntos del dí­a.

Se trata de un delicado combate que enfrenta a la fundación turinesa, que ofrece gratis sus cuidados en el hospital público de Brescia, y a la comunidad cientí­fica, que considera la práctica ”una distorsión de los pilares cientí­ficos y morales de la medicina». En medio de esta batalla están ellos: Celeste, Smeralda, Sofia, Salvatore, Erika y otros pequeí±os cuyo diagnóstico no deja la menor rendija a la esperanza. ”No nos ilusionamos con la hipótesis de un milagro», dice Caterina Ceccuti, madre de Sofia, enferma de leucodistrofia. ”Solo hacemos todo lo posible para aliviar los sí­ntomas».

El método, explica el presidente de Stamina, Davide Vannoni, consiste en extraer células de la médula del paciente o de un donante, cultivarlas durante unos 20 dí­as e inyectarlas en la espalda. ”Funciona. Lo experimenté sobre mí­ mismo», dice Vannoni, que enseí±a psicologí­a en la Universidad de Udine. ”Un virus me destruyó por completo un nervio facial. En 2004 acudí­ a un laboratorio en Ucrania. Con cuatro inyecciones, recuperé el 50% de la funcionalidad».

Hacemos lo posible por aliviar los sí­ntomas

Caterina Ceccuti, madre de Sofia, enferma de leucodistrofia

Al principio, Vannoni operaba en clí­nicas privadas. En 2006, un decreto ministerial abrió paso a los llamados cuidados compasivos, que establecen que en casos para los que no existen terapias reconocidas, un paciente puede decidir someterse a tratamientos no experimentados. Solo necesita la aprobación del comité ético del hospital y de los padres, si se trata de un menor. Stamina empezó a trabajar entonces en el instituto Burlo Garofolo de Trieste, donde trató a seis pacientes, y luego en el Spedali Civili de Brescia, donde tiene ahora a una treintena. ”Estábamos obteniendo resultados en Trieste, luego las autoridades nos bloquearon y los seis enfermos murieron», comenta Vannoni.

”No sabemos nada de este tratamiento», dice el ministro de Sanidad, Renato Balduzzi, ”porque su protocolo no está depositado en el Instituto Superior de Sanidad (ISS), así­ que vamos a pararlo. Pero hicimos un gesto de humanidad, nos pareció justo que los pacientes que han empezado puedan seguir. Pero esta vez habrá una atenta evaluación. Lo van a controlar el ISS, el Centro Nacional de los Trasplantes y la Agencia italiana del medicamento (Aifa)».

La agencia inspeccionó en mayo de 2010 el laboratorio de Brescia donde se sacan, manipulan y conservan las células. Su conclusión es que era ”absolutamente inadecuado porque no habí­a bases cientí­ficas». ”Las condiciones de mantenimiento y limpieza no garantizan la protección del material de contaminaciones. Las historias clí­nicas no explican bien las condiciones y evolución del paciente». Estas consideraciones empujaron a Aifa a suspender la actividad de Stamina.

”Cuando nos cerraron la puerta, recurrimos al juez de Venecia —algo que hicieron todos los padres— y ganamos», dice Giampaolo Carrer, padre de Celeste, que nació en junio de 2010 con atrofia muscular muy grave. Se la escucha por el móvil: ”Está riéndose a su manera. Ahora puede rotar la cabeza, no se atraganta y aguanta horas en posición erecta, sentada con el cors黝. Celeste empezó las infusiones en octubre de 2011 y llegó a recibir tres. A los padres les da igual que la terapia no esté experimentada: ”Todos nos desanimaban, pero ella ha mejorado. Y no lo decimos nosotros. Varios médicos lo han confirmado. Canturrea, nos llama aunque no deletrea bien. Anoche dijo por primera vez fuerte y claro papờ.

No es ciencia ni medicina, es alquimia»

Elena Cattaneo, investigadora

Sofia sufre de leucodistrofia. Recibió su primera infusión en Brescia en verano de 2012. Su madre cuenta: ”Alrededor de los 18 meses empezó a enfermar. En el hospital dijeron que no habí­a esperanza. Se nos apagaba dí­a tras dí­a. Hasta que fuimos a Brescia. Tras la primera infusión, Sofia empezó a deglutir y a poder evacuar sus heces. Son cambios pequeí±os, pero fundamentales. Sabemos que la enfermedad no va a desaparecer, pero confiamos en controlarla». El juez de Livorno, donde residen ahora, les permitió seguir con la terapia y Caterina hace tres dí­as fue a donar células. Están en el laboratorio. En dos semanas estarán listas para su hija.

”No es ni ciencia ni medicina, es alquimia», espeta Elena Cattaneo, quien lleva 20 aí±os experimentando con células madres en la Universidad de Milán. ”Cada uno puede curarse como quiere, con aceite de serpiente o viajando a Lourdes. Pero no puede ser el Estado quien prepare el aceite o pague el viaje. Sufro por aquellas familias a las que están dando esperanzas que no están certificadas. Podrí­an tener efectos colaterales aún muy graves. No lo sabemos. Mientras yo me someto cada dí­a a la criba de la comunidad internacional, comunicando datos, procedimientos y resultados con transparencia y rigor, Stamina no proporciona nada». No es la única en estar rabiosa. A mediados de marzo, el ministro Balduzzi recibió la carta de 13 cientí­ficos de renombre: ”La libertad de todo ciudadano no implica la obligación del Gobierno a autorizar como apropiadas las propuestas de presuntas terapias por parte de cualquiera».

Cinzia Caporale, investigadora del CNA (equivalente al CSIC espaí±ol) y miembro del comité nacional de bioética, interviene: ”Son terapias inciertas. No respetan el método cientí­fico ni la ética del proceso. No es suficiente la ética de las intenciones, decir yo espero salvar al paciente».

Vannoni contesta: ”La ley nos lo permite: son cuidados compasivos. Solo estamos contestando a una urgencia. Es importante hacerlo en una estructura pública, de forma gratuita, para no abandonar a los 10.000 ciudadanos que nos contactaron en estas semanas». ”Es muy complicado decidir de forma tajante», dice Caporale. ”Yo no creo que el Estado deba garantizarlas, porque el presupuesto es muy restringido. Pero, por otro lado, ¿podemos impedir a los padres el paso a una ví­a aunque sea entre el rigor y el azar?».

El ministro promete presentar un borrador que reglamente de una vez por todas la materia. Pero con la situación polí­tica del paí­s, resulta difí­cil creerle.

Graciela Machuca

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