Oaxaca colgada en las ”glorias» de la pobreza

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A Reserva


Bárbara GARCíA CHíVEZ

En América Latina se concentran los paí­ses del mundo con los más altos niveles de desigualdad. De acuerdo al Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, México destaca con una situación crí­tica, aún más que El Salvador y Perú. Mientras  hay 15 mexicanos en la lista de los hombres más ricos del mundo, los í­ndices de pobreza alcanzan a casi 52 millones de personas, 21.2 millones en pobreza alimentaria, más de 20 millones sin empleo, 14 millones de éstos se han colocado en el comercio informal y 10 millones de jóvenes están sin escuela, sin trabajo.

La inequitativa distribución de la riqueza en México concentra al 44 por ciento de  trabajadores y trabajadoras con ingresos por debajo de los salarios mí­nimos mensuales, sólo cuatro millones de trabajadores, que representan el 26 por ciento de los empleos formales en el paí­s, reciben más de cinco salarios mí­nimos según cifras del INEGI.

Subsiste el aberrantemente binomio población indí­gena-pobreza extrema: más de tres cuartas partes de la población indí­gena vive en 300 de los municipios considerados de alta y muy alta marginación; se reconocen fácilmente en los estados del sureste  de la república.

La pobreza no solo se reduce a los insuficientes o nulos percepciones económicas, la pobreza es multidimensional porque reduce las capacidades  de realización de determinadas libertades básicas, valiosas para dignificar  al ser humano.

La pobreza reduce o cancela de facto el reconocimiento de los derechos humanos restringiendo la exigibilidad de la actuación del Estado que los debe garantizar y que solo se presenta como obsequiador asistencialista en acciones que son usadas para la foto de un ejercicio ofensivo para la democracia y la justicia social.

El desconocimiento de los derechos fundamentales son perversamentes, cómodos, convenientes y disfrazan la obligación de Estado por el asistencialismo que se traduce en dádiva o caridad,   -si lo que te doy lo consideras ayuda, como un acto de bondad, entonces seré tu benefactor y me aclamarás cuando regrese, y además votarás por mí­-.

El economista argentino Zamagni afirma que hay un punto crí­tico en las sociedades de América latina, que viene desde los tiempos de la colonia, y es la cultura de la inequidad social. «Es algo que está instalado en la matriz cultural de estos paí­ses», abona a la cultura de la miseria, la gloria del tata que da y la ignominia de quien estira la mano para que le den -lo que sea su voluntad-.

Oaxaca, estado mexicano del sureste pobre del paí­s, no ha podido sacudirse los orí­genes, sí­ntomas y estragos de su atraso y brechas de desigualdad ensanchadas por sus conflictos sociales e inacción, y cuando menos ineficientes polí­ticas públicas.

Mantiene los niveles más bajos de educación escolar; 16 de cada 100 personas de 15 aí±os y más no saben leer ni escribir, de las que más de la mitad son mujeres e indí­genas. En el ámbito nacional son siete de cada 100 habitantes. La escolaridad es de 6.9 (solo la primaria); en el paí­s es 8.6 el promedio (más de segundo de secundaria)

En el paí­s seis de cada 100 personas hablan alguna lengua indí­gena; en Oaxaca  34 de cada 100 personas son indí­genas, hay regiones hasta con el 31.7 por ciento de analfabetismo, es el caso de las regiones de la Caí±ada, Mixteca y Sierra Sur.

Situación que reconoce el gobierno actual en documento oficial ”Avances de la Educación», donde expresa que ”la alfabetización es un derecho humano, un recurso para la autonomí­a personal y un factor de desarrollo social y humano. Es un aspecto central en la educación de base para todos; es esencial para erradicar la pobreza, reducir la mortalidad infantil, detener el crecimiento demográfico, instaurar la igualdad entre los sexos y garantizar el desarrollo sostenible, la paz y la democracia…»

El cí­rculo de la pobreza se mueve en la experiencia de que los padres-madres alfabetizados enviarán con más facilidad a sus hijos e hijas a la escuela; Oaxaca presenta un rezago significativo con el resto de las entidades. Existen dos millones 835 mil 806 jefes y jefas de familia, de las cuales el 18 por ciento no tiene escolaridad, solo el 66% cuenta con educación básica, ocho por ciento con estudios de media superior y el nueve por ciento tiene un grado en educación superior.

Este rezago educativo se acentúa en las mujeres ya que del total de jefas de familia el 28 por ciento no tiene ninguna escolaridad, mientras que del total de jefes sólo el 15 por ciento carece de estudios.

Desde otra óptica, la pobreza se disfraza con declaraciones demagógicas de las que da cuenta Pedro Matí­as en la revista Proceso del 28 de septiembre pasado, donde destaca respuestas ”insólitas»  del secretario estatal de Desarrollo Social, Gerardo Albino González, que luego de precisar que Oaxaca cuenta con 133 municipios con pobreza y pobreza extrema, informa que ”…el Fondo Oaxaca ha colocado, de diciembre de 2010 a la fecha, mil 693 millones de pesos, de los cuales 84 por ciento ha destinado al Programa de Reactivación Económica… que ahora está destruyendo el mito de que los pobres no pueden ser productivos, que están destinados a vivir de programas asistenciales, por el contrario observamos que aminorar la pobreza es posible si se suman voluntades, capacidades, Gobiernos y ciudadanos».

Solo habrí­a que recordarle que su cartera en el gobierno no solo no impulsa una verdadera transformación distributiva sino que como declara el secretario de Desarrollo Agropecuario, Forestal, Pesca y Acuacultura, Edgar Guzmán Corral, en la misma entrega del periodista de Proceso, el aumento de la población con carencia por acceso a la alimentación pasó del 26.4 por ciento al 31.7 por ciento, es decir, 221 mil 800 personas más en Oaxaca.

En la capital de Oaxaca, tan promovida por sus glorias arquitectónicas, su pluriculturalidad y expresiones artí­sticas famosas en el mundo con los derechos casi de denominación de origen; Oaxaca de Juárez, Patrimonio de la Humanidad, gloria obtenida hace 27 aí±os, es la ciudad con la ”mejor economí­a de la entidad y, pese a ello, presenta actualmente a vista de sus habitantes y visitantes, un deterioro palmario, tanto en su infraestructura —calles, pavimento, mantenimiento vial, limpieza- como en su caudal, desbordado de puestos semifijos y ambulantes, personas que piden caridad abiertamente o con disfraz de payasitos callejeros, tragafuegos, limpiabrisas, vendedores y más vendedoras ambulantes -indí­genas, mestizas y extranjeras-, músicos y malabaristas, que muestran la insuficiencia de recursos y opciones que les permitan acceder a un trabajo con digna remuneración.

A punto de ser sede cultural de las ciudades más bellas del mundo, ¿qué va a mostrar? ¿Cómo conservará Oaxaca la gloria de ser una ciudad Patrimonio de la Humanidad si está incumpliendo con los requisitos mí­nimos?

Hace unos meses la referencia de Oaxaca en el mundo fue la exhibición de un puí±ado de nií±os y una nií±a triquis jugadores de basquetbol que mostraban su encanto en la pobreza, marginación y el abandono sistemático de los gobiernos, actual y pasados, glorificando su desventajosa situación paralela a la innegable virtud del esfuerzo y tenacidad, que de por sí­ caracteriza a su etnia, ubicada en la región mixteca del Estado.

En esta embajada de mostrar y capitalizar sin el menor recato por los medios masivos de comunicación, fundamentalmente en emisiones noticiosas comerciales, se resaltó morbosamente la pobreza histórica que se vive todos los dí­as en el abandono y el conflicto polí­tico, el desplazamiento masivo de mujeres y nií±os y la búsqueda permanente de justicia y paz.

No sirvió la gloria de los y la basquetbolistas triquis para detener o modificar la situación de su pueblo, ni la compasiva sonrisa displicente que no abonó más que a la publicidad  de ver a nií±os indí­genas jugando sin tenis, tratando de alcanzar no solo en la carrera del juego sino también de las condiciones de vida que los poní­a en desventaja frente a su futuro.

La pobreza en Oaxaca sigue un camino ascendente y sin una visión despejada de polí­ticas públicas con rumbo claro, que salgan del asistencialismo como única forma de enfrentar las desigualdades que inciden de la pobreza.

La pobreza nos debe dar vergí¼enza, nos debe indignar, glorificarla en cápsulas es denigrar la dignidad humana.

@BarbaraEGCH

Graciela Machuca

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