La historia de José Como Birche: Una bella historia

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1620725_10151949287217825_2002277337_nDel muro de Romina Quiroga

Primero fue cartonero. Luego, recolectó flores en los campos de floricultura en las afueras de La Plata para revenderlas en la calle y hasta cortó el césped de sus vecinos para poder estudiar en la Universidad de La Plata y convertirse en médico especialista en Cirugí­a Cardiovascular. Hoy, ese mismo joven que llegó a copiar a mano los 4 tomos del Tratado de Anatomí­a Humana de L. Testut para poderlo estudiar, fue distinguido por el ministro de Salud provincial, Alejandro Collia, por haber alcanzado un record de 5 mil intervenciones coronarias de alto riesgo en un hospital público.

«Es un orgullo encontrar profesionales así­, tan dedicados a su trabajo, con amor por sus pacientes y su profesión», le dijo el funcionario al cardiólogo José Como Birche, de 52 aí±os, quien pasó la mitad de su vida operando en el hospital platense San Juan de Dios.

Hoy, es el jefe del servicio de Cirugí­a Cardiovascular del Hospital San Juan de Dios, y la lleva dirigidas más de 15 mil cirugí­as cardí­acas en toda su carrera, un tercio de ellas en ese hospital. En promedio, realiza 250 operaciones centrales por aí±o a corazón abierto. «La primera cirugí­a que vi fue una cirugí­a cardí­aca, a mis 19 aí±os. No me impresionó, me fascinó», recordó el médico.

El hombre también recordó que a esa edad encontró a su padre muerto en la cama porque el corazón le habí­a dejado de funcionar y que, tras muchos aí±os de estudio, supo que para seguir viviendo necesitaba un marcapasos que nunca le fue puesto.

Esa ironí­a del destino, explica, fue la que lo llevó a elegir este oficio y explicó que en toda su carrera puso ”cientos y cientos de marcapasos, una de las intervenciones más sencillas, de esas que los cirujanos que recién empiezan hacen para ganar seguridad en el oficio de los corazones».

Recordó que «la carrera de Medicina en la Universidad Nacional de La Plata le costó el triple que a sus compaí±eros por el hecho de ser pobre». El cardiólogo hizo tres veces el ingreso a la Facultad de Medicina durante la última dictadura militar argentina, cuando sólo existí­an 250 vacantes por aí±o, y recién logró entrar durante el regreso de la democracia.

Desde los 15 aí±os trabajaba en una fábrica, pero debió renunciar para poder cursar. Como su madre era una mujer pobre con otros cuatro hijos que criar, debió buscar alternativas para costear sus estudios.

«Cuando entré a la universidad, todo fue muy difí­cil porque no tení­a recursos y entonces hací­a lo que podí­a: copiaba libros que me prestaban en la biblioteca. Me copié a mano los cuatro tomos del Tratado de Anatomí­a Humana de L. Testut», rememora sobre aquellas 4.339 páginas.

El médico explicó que se «tuvo que adaptar a todas las circunstancias para poder seguir adelante», y entre esas cosas se dedicó a recolectar cartones junto a un amigo para poder continuar con su carrera; recolectaba flores en los campos de floricultura en las afueras de La Plata y cortaba el césped en su barrio los domingos.

«Cuando ingresé fue un alivio porque ya tení­a un sueldo y principalmente el apoyo de la gente. Hoy el servicio de cirugí­a cardiovascular es como mi casa», dijo.

Graciela Machuca

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