Así­ fueron las 36 horas del paso de Wilma hace 10 aí±os

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Rubí­ Velázquez; Sergio Orozco/SIPSE
CANCíšN, Q. Roo.- El dí­a de hoy se cumplen 10 aí±os del paso del huracán Wilma por la región, que causó grandes estrados al igual que otros fenómenos que han pasado por el Estado, pero que no fueron suficientes para mermar la fama turí­stica que coloca a la entidad como la número uno a nivel nacional, Latinoamérica y como la preferida para América del Norte.

Ejemplo de ellos son: «Janet», «Gilberto» quienes junto con «Wilma», la Organización Meteorológica Mundial (OMM) denominó huracanes del siglo, debido al grado de destrucción causado en territorio nacional, así­ como las intensas lluvias y fuertes vientos a su paso.

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Asimismo sus nombres han sido retirados de la lista periódica de fenómenos hidrometeorológicos, evitando con ello confusión y consternación entre la población que presenció su impacto.

Más de 200 kilómetros por hora

El huracán Wilma fue el primero en la historia en recibir un nombre comenzando por la letra «W» desde la denominación alfabética surgida en el aí±o de 1950 y empatando el récord de más tormentas en una temporada, que hasta en ese entonces se tení­a en 1933.

El fenómeno se desarrolló el 15 de octubre cuando se originó una gran y compleja zona de bajas presiones sobre el Atlántico Oeste y el Este del Caribe, presentándose varias zonas de tormenta eléctrica que se intensificaron hasta convertirse en depresión tropical 24 horas más tarde.

Para la tarde del 19 de octubre, Wilma presentaba una intensificación considerable, siendo aún tormenta tropical, pero con el paso de las horas su situación fue cambiando hasta alcanzar una velocidad de 110 kilómetros por hora, convirtiéndose en huracán con vientos que llegaban a los 280 kilómetros por hora.

”Las patrullas parecí­an de papel»
”Wilma, es algo que quedó grabado en mi mente para toda la vida», dijo Gabriel Pacheco Tucuch, oficial de bomberos por más de 20 aí±os, antes de agachar ligeramente la cabeza, ver el suelo y dar rienda suelta a sus recuerdos, mientras intenta controlar la respiración inhalando y exhalando lentamente.

Horas antes de que iniciara el desastre, la instrucción fue acuartelarse y esperar la llegada de Wilma.

Alrededor de las 16 horas, del 21 de octubre de 2005, les indican que debí­an concentrarse en el gimnasio Kuchil Baxal, auxiliando en el resguardo de turistas que eran trasladados de la zona hotelera, sin embargo, en poco tiempo, los fuertes vientos arrancaron el techo del lugar y comenzó nuevamente el traslado de turistas en autobuses hacia escuelas cercanas.

Al poner a salvo a los visitantes, la instrucción era concentrarse en las instalaciones de Seguridad Pública, pero antes de concluir la labor, la caí­da de árboles, la falta de electricidad y la noche, ocasionaron que se encontraran atrapados en el Kuchil baxal sin nada más para comunicarse que la frecuencia de los radios.

”El tener cómo comunicarnos hizo la diferencia», recuerda, ya que daban opciones de cómo salir, esperando que alguna funcionara.

De este modo llega a oí­dos de un policí­a la emergencia y conduciendo un autobús de la ruta de Bonfil, el policí­a, saca al grupo de rescatistas y se dirige al punto de concentración.

Sin embargo la caí­da de otro árbol frente a la Casa de la Cultura retrasó la llegada, al tener que bajar varios de sus compaí±eros con hachas y machetes para cortar un tronco y tiempo después liberar el paso.

”Era toda una odisea», seí±aló el hombre, mientras relataba que al llegar a Seguridad Pública no duraron ni 30 minutos cuando el techo se desprendió y tuvieron que correr al autobús.

”Si el autobús se moví­a terriblemente, era aún más impresionante ver que las patrullas parecí­an de papel»
”Si el autobús se moví­a terriblemente, era aún más impresionante ver que las patrullas parecí­an de papel, por la manera en la que el viento las moví­a».

En ese momento la única opción que encontraron él y sus compaí±eros fue rezar durante hora y media, hasta que subió al autobús el director a cargo indicándoles que la población requerí­a ayuda y debí­an salvarlos.

Fue entonces cuando se pusieron en marcha, iniciando el recorrido por aquellos lugares en donde horas antes las familias les indicaron que no se saldrí­an de sus casas a pesar de las recomendaciones.

”Eran precisamente los que decí­an ”Esto siempre pasa, no hay porqué alarmarse, no me saldr黝, los que en ese momento solicitaban la ayuda», dijo.

Así­ transcurrió el resto de la noche y parte de la madrugada, ”rescatando gente, sacando familias atrapadas y quitando autos del camino», hasta que regresaron fuera de las instalaciones de Seguridad Pública alrededor de las cinco de la maí±ana.

”Descansamos una hora y regresamos a ayudar», sin embargo la situación habí­a cambiado ya que el panorama era de saqueo, que lo dejaban a él y a sus compaí±eros con la impotencia al no poder hacer algo al verse rebasados por los hechos.

”Nunca habí­amos vivido algo como Wilma, fue algo inolvidable», concluyó.

”íbamos casa por casa recuperando los objetos»
Definir en una frase lo que sucedió con la llegada de Wilma no es tarea fácil, pero ”fue un fenómeno que no se habí­a dado dentro de la población y a mi consideración la gente se extralimitó», destacó Jaime Alberto Ongay Ortiz, actual titular de la Secretarí­a Municipal de Seguridad Pública y Tránsito (Smspyt).

Para él era entendible que algunos ví­veres no estaban al alcance en ese momento, pero el que se apropiaran de objetos y hasta de un vehí­culo en exhibición era demasiado.

El orden legal debió haber prevalecido, pero la población era tanta que las corporaciones policiales se vieron rebasadas al tener saqueos por todas partes, no sólo en centros comerciales.

Afirmó que los hechos los impulsaron a trabajar 200 o 300 por ciento extra, viviendo en las oficinas e improvisando una cocina.

Una vez que pasó el desastre natural, se logró detener a poco más de 300 personas por rapií±a con el apoyo del Ejército, Marina, Policí­a Judicial y Estatal.

”íbamos casa por casa recuperando los objetos y aprovechando la confusión la misma gente entregaba lo robado en muchos casos, era como si reaccionaran y entendieran que no fue correcto tomarlas», dijo.

Destacó que dí­as después, la población estaba tan agradecida con las corporaciones, que hicieron una manifestación en aprobación por la labor.

A partir de ese momento, los aí±os han hecho que cambie la mentalidad y con ello como adultos tener la posibilidad de inculcar a las nuevas generaciones para que en lugar de aprovecharse en casos como esos, se ayude a los que lo requieran, ”yo creo que la gente entendió el mensaje», seí±aló el funcionario.

Como corporación se perdieron muchos vehí­culos, sin embargo gracias a las labores de prevención, sólo murió una persona en Benito Juárez, mientras que intentaba asegurar las ventanas de su hogar y a causa de los vientos se le cayó un ventanal.

En materia de protección civil, se ha avanzado considerablemente en cuanto a equipo y prevención, además de que las corporaciones policí­acas se han unido para que el reflejo de su trabajo impacte y sea visible en beneficio de la sociedad.

”El amor, unión y fortaleza de su gente es lo que prevaleció»
”He vivido de todo en Cancún y de cada experiencia saco lo bueno, así­ que con el paso de Wilma, considero que el amor, unión y fortaleza de su gente es lo que prevaleció, aún pese a los saqueos y destrucción», destacó Ofelia Ramí­rez Moreno, enfermera de profesión, pionera en su ramo en Quintana Roo.

Originaria de Salvatierra Guanajuato, su encuentro con el Estado fue en 1977, al ser una de cinco enfermeras que inauguraron en Chetumal el primer hospital del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (Issste) y 13 aí±os después viajó para abrir la unidad en Cancún, contando con un área periférica y dos consultorios.

”Me tocó pasar aquí­ los huracanes Gilberto y Wilma, pero sin duda existe entre ambos una diferencia abismal», dijo la mujer mientras sonreí­a detrás de un escritorio del laboratorio de Medicina, en la Universidad Anáhuac Cancún, lugar donde labora actualmente.

Para ella la gran desemejanza está en la prevención, ya que en el primero de los fenómenos no contaba la región con las herramientas, disposición y cultura necesarias para resguardarse y evitar que los daí±os fueran los menos posibles, mientras que en Wilma, después de tantos avisos, la población estaba preparada esperando su llegada.

En el hospital se encontraban únicamente dos embarazadas a punto de dar a luz y tres pacientes de gravedad; diabético, post operatorio y el último con afección cardí­aca, ya que a todos los demás al no ser situaciones de gravedad se les trasladó a sus hogares.

”Lo importante era que el personal disponible se avocara a los delicados y así­ fue, aunque el apoyo de sus familiares que decidieron quedarse al lado de los pacientes y nuestras propia familia como en mi caso, hicieron que ese momento pasara en unidad y sin que reinara la desesperación o el caos», recalcó.

Para Ramí­rez Moreno el momento del impacto fue impresionante, ya que a pesar de que no podí­an ver a través de las paredes o ventanas protegidas con maderas, los sonidos eran de destrucción.

”El soplar del viento, caí­da de árboles y láminas, aunado a la falta de luz, hací­a aún más grande la incertidumbre», dijo.

El ‘resurgir’

Tras recorrer ”un sin fin de veces» las camas de los pacientes de un lado a otro buscando donde no existieran goteras, llegó la hora del nacimiento de una nií±a y unos gemelos.

”Ellos fueron parte de ese resurgir, un claro ejemplo de un momento de oportunidades en el que las personas dieran lo mejor de sí­»
”Ellos fueron parte de ese resurgir, un claro ejemplo de un momento de oportunidades en el que las personas dieran lo mejor de sí­», aseguró.

Sin embargo eso no aplicó para todos y desgraciadamente muchas personas vieron con el desastre, la oportunidad de daí±ar, saquear y obtener lo que deseaban.

Aún cuando hay eventos fuertes para la humanidad, el salir luego de 36 horas y ver a la ciudad si no destruida, sí­ terriblemente afectada y ahora seguir en este paraí­so maya y recordar todo, es corroborar que más que la rapií±a y egoí­smo, en su mayorí­a la población mostró la unidad y fortaleza para reponerse.

”Jamás imaginé que iba a ser testigo de una devastación tal»
Hablar de Wilma y recordar, sigue causando un gran impacto en Marí­a Guadalupe Martí­nez Guerrero, la periodista, que aún forma parte de la redacción de Novedades de Quintana Roo, el 21 de octubre de 2005 se encargó de la cobertura del Comité Especializado en caso de huracanes del municipio de Benito Juárez.

”Creo que a todos nos tomó de sorpresa la intensidad con la que entró el huracán», dijo con voz entrecortada.

El comité se habí­a instalado dí­as atrás monitoreando la trayectoria, sin embargo ese dí­a en el Consejo Nacional de Prevención de Desastres dieron a conocer las dimensiones del huracán, a las 20 horas, en una sesión.

”Dijeron que el huracán vení­a muy fuerte entrando por Cozumel y hasta llegar a Cancún»
”Dijeron que el huracán vení­a muy fuerte entrando por Cozumel y hasta llegar a Cancún y que las playas erosionarí­an, pero algo que nunca olvidaré es el rostro desencajado de las autoridades del comité, militares, empleados del gobierno del Estado, municipales y periodistas, todos estábamos impactados», recordó.

Veintiocho horas de resguardo para toda la población fue la instrucción, además de que dijeron que a partir de cierta hora nadie podí­a salir a las calles porque lo que se avecinaba era muy fuerte.

En el periódico esperaban la nota, por lo que fue a la redacción y al platicarles, la consigna era quedarse en el periódico, pero otros amigos periodistas la convencieron de irse con ellos y resguardarse en una casa de la Región 93.

”Encerrados lo único que se escuchaba era el sonido de la destrucción», dijo, hasta que 68 horas después, salió una vez que todo habí­a pasado, y no las 28 horas que las autoridades pronosticaban.

”En ese momento era ir a mi casa o al periódico a reportarme, decidí­ ir a mi casa y camino a ella, todo alrededor eran saqueos».

Recordó que viajaban en un Volkswagen y que constantemente se paraban a hacer anotaciones y tomar fotografí­as para documentar todo lo que estaba sucediendo, siempre con la adrenalina de reportear lo que estaba sucediendo.

”Inundado por todos lados, conforme llegábamos nos daban instrucciones, la mí­a fue ir al Ayuntamiento a tomar reportes de lo que habí­a y la llegada del presidente para evaluar daí±os, todo Cancún estaba destrozado esa es la verdad».

Durante el recorrido en vehí­culos de la Marina por la zona hotelera, todo alrededor ”era devastador».

”Yo jamás imaginé que iba a ser testigo de una devastación tal y te puedo decir que nos veí­amos compaí±eros periodistas y se nos salí­an las lágrimas, fue inimaginable para mí­ que eso pudiera pasar y sucedió».

«Pensé que Cancún habí­a desaparecido»
”Situaciones así­ sirven para sacar lo mejor de ti y hacerte más fuerte o para dar paso a lo peor del ser humano», seí±aló José Luis López Soto, fotógrafo.

En 2005 trabajando a nivel nacional como corresponsal para el periódico La Jornada y en otro medio impreso de forma local, Wilma fue una parte muy importante de su carrera.

Durante los cinco dí­as previos a la llegada del huracán, la presencia de lluvia intensa lo impulsó a que su trabajo se centrara en captar en momento en el que familias eran trasladadas de sus hogares a los refugios a fin de evitar pérdidas humanas.

Así­ llegó el 21 de octubre y también Wilma, tras ser testigo de un último anuncio y recomendaciones del Ayuntamiento, él decide no permanecer en el lugar como lo harí­an muchos de sus compaí±eros y retirarse a su hogar al lado de su familia antes de que los vientos se lo imposibilitaran.

A las cinco de la maí±ana justo en el ”ojo del huracán», espacio en donde la actividad del desastre cesa por un tiempo para después volver a cobrar fuerza, el fotógrafo decidió salir a trabajar de forma normal y comenzar a observar los estragos que dejó el paso de Wilma.

”En ese momento yo pensé que Cancún habí­a desaparecido, sé que suena muy absurdo, pero eso pensé al ver la ciudad»
”En ese momento yo pensé que Cancún habí­a desaparecido, sé que suena muy absurdo, pero eso pensé al ver la ciudad».

Locales abiertos, coches con todos los vidrios rotos, árboles caí­dos, personas llorando, personas ayudando y personas saqueando fueron parte de lo que su lente captó ese dí­a, hasta que llegó la noche y regresó a su hogar.

La maí±ana siguiente acompaí±ó a los militares durante un recorrido captando lo ocurrido y colaborando a sacar a gente de sus hogares, donde el agua les llegaba hasta el pecho y siendo testigo de los saqueos.

”Recuerdo que un seí±or se paró frente a los militares solicitando ayuda para que no le robaran sus motocicletas y los militares le dijeron; lo siento seí±or, nosotros sólo vamos por rescates».

Era una imagen de completa destrucción, en esos momentos es cuando se valora lo que tienes, dijo.

”Tristemente las tragedias te dan mucho material para publicar», comentó mientras recordaba que en Plaza las Américas un elemento de seguridad con un brazo vendado, que pertenecí­a a la empresa de seguridad Guardias Blancas, tení­a el semblante de tristeza y repetí­a que Cancún se habí­a acabado.

Sin embargo no todo era dolor, ya que en ese mismo lugar otro elemento de seguridad se encontraba robando celulares metiéndolos a sus bolsas y ”al percatarse de que lo ví­, me dijo ven acá, hay cámaras».

”Al hacer el primer sobrevuelo al lugar, todo alrededor era devastación; barcos hundidos y fragmentos de que lo dí­as antes era la zona hotelera en todo su esplendor».

Sin embargo se dibujó una sonrisa en su rostro al recordar que una seí±ora en la terraza de su casa, en zona hotelera, con su hogar hecho un desastre, sostení­a una pancarta que decí­a; ”Wilma nos hiciste lo que el viento a Juárez», siendo con ello un ejemplo de fortaleza.

(Imágenes de Sergio Orozco, Luis Soto y Tomás ílvarez)

Graciela Machuca

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