Las Huacas, el burdel en Tapachula donde 40 nií±as y 45 nií±os son prostituidos y condenados a la barbarie

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(08 de julio, 2015. Revolución TRESPUNTOCERO).- El sur del paí­s, es la representación desoladora de una latente realidad, a la que con frecuencia se le resta importancia. La última frontera de México, es un vasto campo de tragedias, donde habita una sociedad indiferente, pero también ignorada, de rostros escondidos y desgracias enclavadas dentro de una franja donde realidades como la prostitución y delincuencia de menores extranjeros, no trascienden más allá de los lí­mites fronterizos, como si el mundo nunca volteara en esa dirección.

El chico comenta que nació en la zona tres de Guatemala, es alto y delgado, de tez blanca, con pecas en el rostro y ojos cafés claros. Al hablar nunca ve de frente, prefiere bajar la mirada y jugar con sus manos.«¨”Mi mamá y yo vinimos a México para ganar un poco mejor en el comercio ambulante, pero ella se volvió a embarazar, quién sabe cómo la pendeja, y ni me diga que está mal decir eso, pero el wey que la preí±ó se fue, la dejó y a principio pues como quiera que sea todo iba bien, yo limpiaba zapatos y ella vendí­a cosas en los mercados, pero resulta que mi hermanito se enfermó hace unos aí±os, y cada vez que iba al doctor le daban cosas diferentes y nada lo curaba, hasta al final, hace como un aí±o le dijo un doctor que el chamaquito tiene mal la sangre, que iba a costar mucho su tratamiento…

Mi madre dijo que con lo poco que ganábamos mi hermano se iba a morir, si a penas y comí­amos, así­ que ella se fue de prostituta al parque, porque no queda de otra, le dan varios pesos a los policí­as para que no se la lleven y a mí­ me tocó está pinche chinga. Aquí­ no soy el único, algunos weyes hasta les gusta meterse con hombres, pero yo cada dí­a me doy más asco, aquí­ nadie dice nada, pero nos drogamos por la ”depre», yo le entró a cualquier cosa, lo que sea con tal de olvidar. Jamás pensé que llegara a esto, y no me voy al norte porque además de que es una chinga cruzar, me pueden ejecutar y ahí­ sí­ que vale madres mi hermano y la que lo parió». Rodrigo, 14 aí±os.

Obligados o por decisión propia, a diario decenas de menores de edad, de origen centroamericano atraviesan el rí­o Suchiate, con destino al municipio de Tapachula, capital económica del estado. Ellos no tienen ningún plan de continuar hací­a Estados Unidos, pero sí­ de tener un trabajo, trabajan lustrando zapatos o vendiendo dulces, algunos más limpian los vidrios de los carros, pero muchos otros, con la necesidad de obtener con mayor rapidez ingresos, que a su vez sean constantes y seguros, recurren a la prostitución.

La zona más común’, de prostitución infantil en aquella región es el centro de la ciudad y calles aledaí±as; la socióloga Alejandra Malpica asegura, ”en los aí±os que llevo estudiando el fenómeno de la prostitución infantil, ésta se sigue manteniendo arraigada al parque central, con más actividad por las noches, después de las once, sin que por el dí­a se detenga, pero con mayor disimulo, siendo los policí­as quienes se encuentran al cuidado y vigilancia de las nií±as, sin embargo, desde hace aproximadamente tres aí±os, la trata de nií±os (hombres) comenzó a incrementarse, incluso aún más que la de las menores».

En dos meses Joel va cumplir trece aí±os, lleva un mes prostituyéndose, llegó hace unos cuantos más a Tapachula, dice que el poco dinero que tení­a se lo robaron los policí­as una vez que lo encontraron durmiendo en el parque, era eso o que me metieran a la cárcel y les di lo que tení­a’.

”Le pregunté a un chavo que vendí­a dulces qué cómo se le hací­a para entrar, ya nos fuimos con su jefe y me puso a vender dulces, pero nos vigilan siempre a donde vayamos y uno de los que nos cuida se dio cuenta que siempre me molestaban algunos seí±ores, me decí­an que cuánto por sexo con ellos».

Pese a su coraje, que también mantení­a una cantidad de miedo, decidió transitar por sitios donde hubiera más gente. ”Pero luego de unos dí­as, el vigilante le contó al jefe, entonces me dijo que harí­a otra cosa, que ya no tendrí­a que caminar por toda la ciudad, trabajarí­a unas cuantas horas a partir de las 2 de la tarde y toda la noche, estaba bien, pero resulta que el muy cabrón decidió meterme a esto, porque según ganaré mucho, que porque tengo ojos verdes y piel blanca».

De mi gente ya no me acuerdo, cuando comencé hacer esto y ahora yo no valgo, así­ que prefiero que piensen que me morí­ o me fui a los Estados Unidos, aunque eso siempre les valió en mi casa.

”Las Huacas, es el nombre del burdel más grande de la frontera, ubicado a las afueras de Tapachula, y aunque los habitantes lo saben un sitio inseguro, peligroso y violento al cual incluso los taxistas se resisten a llevar pasaje. No les causa molestia alguna y mucho menos indignación, que ahí­ hayan poco más de 40 nií±as y 45 nií±os prostituyéndose. Ahí­ en ese antro conformado por 15 prostí­bulos, hay hombres cuidando cada puerta, con mejores armas que las de la policí­a, que pocas veces se acerca, anteriormente, todaví­a en 2010 las patrullas pasaban recolectando cuotas para a fin de no llevarse a las menores, pero desde que llegaron los vigilantes, ya no lo hacen», asegura Malpica.

UNICEF, le ha cuestionado a la autoridad de Seguridad Pública, por qué permitir un escenario tan deplorable y evidente, a lo que han respondido, ”La Huacas se fundó específicamente como un sitio donde hay sexoservicio. Esto es para que no pululen por toda la ciudad, porque así es mejor».

Sobre la problemática Salud Pública se ha opuesto a la existencia de ese sitio en muchas ocasiones, un representante de la oficina de Salud Pública, que ha preferido omitir su nombre, asegura a Revolución TRESPUNTOCERO, ”donde existe un mayor problema de prostitución infantil, Las Huacas, es el mismo sitio donde por aí±os hemos demostrado se genera gran parte de enfermedades como el VHI, en nií±as y clientes, aunque no mantiene un í­ndice de casos alto; hoy tenemos un grave problema de prostitución infantil en nií±os, quienes se encuentran en mayor vulnerabilidad, si a las nií±as no las protegen y solamente les impiden el embarazo con la pí­ldora del dí­a siguiente, a los menores los tienen a la deriva, desatando graves enfermedades venereas, sin ningún caso aún de VIH, pero lamentablemente en cualquier momento pasarờ.

Y asegura, ”no sabemos qué hacer, porque tan solo en esa zona, se dedican al sexoservicio 44 nií±os, provenientes de pueblos cercanos de Guatemala, tienen entre 12 y 16 aí±os, la mayorí­a, sino es que todos, tení­a otra idea cuando les ofrecieron trabajo, cuando los dueí±os se dan cuenta que oponen resistencia los amenazan con matarlos y los cuidan para que no salgan ni a la puerta del burdel».

Asimismo se afirma que a los que se encuentran laborando por las noches en las principales calles de la ciudad, tampoco se les puede dirigir la palabra, porque un vigilante es capaz de dispararle a quien hable con ellos, excepto si es la policí­a municipal, la cual nunca se acerca a ellos, porque en esos casos sí­ pasan con los proxenetas a recoger la cuota, que va entre los 300 y 500 diarios.

Yo tengo 16 aí±os, me llamo Salvador y yo vine a la ciudad a lo que fuera, me fui de mi casa, porque no aguanté al borracho de mi padastro, me fui el dí­a que llegó borracho, me abrió el pantalón con una navaja y me lastimó la entrepierna, luego me violó, en ese momento no quise matarlo, saqué lo que pude y desaparecí­, pero hoy estoy aquí­, aguantando lo mismo que él me hizo, cuando yo estaba seguro que me iba a matar, pero no puedo asegurar que ya no lo hice, por el momento gano 450 diarios, lo demás es de los jefes y de los polis’.

Un policí­a que accedió hablar con el medio, afirma, ”los nií±os, mucho más que ellas, vienen con mucha violencia, odio y resentimiento, por la pobreza y el maltrato que vivieron en sus casas, cuando se les trata de levantar depende quién sea el cuidador, muchos creen que nos gusta solapar esta barbaridad, lo que pasa es que si no lo hacemos, nos matan, nosotros también vivimos amenazados, claro a unos les pagan, a los jefes les dan una cuota de hasta 5 mil mensuales».

Además comenta, ”de vez en cuando se les levanta, que dizque para disimular, luego las volvemos a soltar, me han golpeado, son chamacos con fuerza, y odio, a veces me piden que los deje más tiempo, para ellos eso es la gloria, que estar padeciendo el tener sexo con hombres de hasta 70 aí±os que por las noches van al parque a buscarlos. Pero finalmente no les queda de otra que seguir en eso, porque ya tienen contrato de muerte y porque tienen que comer, yo les puedo decir, piensa que esto te traerá cosas malas adelante, has algo más, cuí­date, intenta irte, pero salen y piensan que el jefe no es uno y tiene jefe en todos lados, que irse para su casa ya no es opción y que emigrar a los Estados Unidos es una jugada con la muerte, no tienen para dónde hacerse, ya desde pequeí±os están condenados a la barbarie».

Según datos de UNICEF, poco más de 100 nií±os extranjeros se encuentran prostituyéndose en la frontera sur, y al mismo tiempo drogándose, para no sentir. ”Desde que nacen, por las condiciones de su hogar, su familia y el paí­s, están destinados a una infancia robada, lo que les queda de vida, siendo difí­cil y dolorosa, no resta más que drogarse, viven en la calle, lo que tienen suerte encuentra un sitio en el ambulantaje, los demás piden algunos pesos, pero nadie los ayuda, acto seguido se suman a las filas de la delincuencia, ya sea trasladando paquetes de drogas por la ciudad, narcomenudeo, o el destino final y el que todos quieren evitar, la prostitución, aunque este último grupo tiene una esperanza de vida muy corta», comenta Malpica.

Y asegura, ”evitar estas problemáticas podí­a significar el trabajo de dos décadas, poco más, pero con constancia, compromiso de las autoridades y los activistas, pero también y principalmente de la población, aunque lamentablemente Tapachula, mantiene una sociedad muerta, pasiva que es indolente a lo que pasa incluso con ellos como ciudad, aún más con los extranjeros. El lado sur del paí­s es un fantasma, donde todo pasa, permitido por una ciudadaní­a autómata, que también es culpable».

Graciela Machuca

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