Por qué Turquí­a le importa cada vez más a América Latina

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El fallido intento de golpe de Estado en Turquí­a fue seguido con especial atención en muchas partes de América Latina y no sólo porque es el tipo de acontecimiento que alguna vez fue común en la región.

«Turquí­a no es un paí­s latinoamericano», fue -de hecho- la expresión utilizada por el expresidente Abdullah Gul para condenar la intentona, que se saldó con casi 300 muertos y más de 6.000 arrestos.

Pero en realidad una historia plagada por alzamientos militares es sólo una de muchas cosas que unen a Turquí­a y América Latina.

Y en los últimos aí±os los lazos polí­ticos, económicos y culturales entre ambos no han hecho sino estrecharse.

La relación empezó a forjarse luego de la Primera Guerra Mundial con la migración masiva que siguió al derrumbe del Imperio Otomano; la razón por la que en muchos paí­s de la región todaví­a se les llama «turcos» a los árabes.

Pero no fue sino hasta hace poco que los verdaderos paisajes turcos les dejaron de ser extraí±os a millones de latinoamericanos, gracias a la popularidad de la serie televisiva «Las mil y una noches».

Y los intercambios comerciales entre Turquí­a y América Latina pasaron de nada más US$1.000 millones anuales en el aí±o 2000 a más de US$8.000 millones el aí±o pasado, prácticamente multiplicándose por 10 en poco más de una década.

«Y para 2023 […] queremos alcanzar los US$20.000 millones», aseguró en febrero pasado el ministro de economí­a turco, Mustafa Elitas.

Tratados de Libre Comercio

Para ello, Turquí­a ya lleva adelantadas negociaciones para tratados de libre comercio con Colombia, Ecuador, México, Perú y tiene previsto hacer lo mismo con Centro América, mientras que un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Chileestá vigente desde 2011.

Y también ha duplicado su presencia diplomática en la región, pasando de tener nada más seis embajadas en 2009 a un total de 13 en la actualidad, además de abrir oficinas de la Agencia Turca de Cooperación y Coordinación (TIKA) en México y Colombia.

La ofensiva diplomática de Ankara ha llevado además al presidente Recep Tayyip Erdogan a América Latina en dos oportunidades: a Cuba, México y Colombia el aí±o pasado y a Chile, Perú y Ecuador a inicios de 2016.

Aunque tal vez lo más significativo para muchos latinoamericanos sea que este acercamiento también se ha traducido en la eliminación del requisito de visadopara prácticamente todos los ciudadanos de la región.

La más notable excepción es Cuba, aunque los ciudadanos de México y República Dominicana necesitan presentar una visa electrónica que se puede obtener por internet o en el mismo aeropuerto de Estambul.

Y la medida ha convertido a Turquí­a en un destino cada vez más atractivo para numerosos latinoamericanos, incluyendo a muchos que la ven como un trampolí­n desde donde saltar a la Unión Europea.

En mayo pasado, por ejemplo, BBC Mundo documentó el caso de varios ciudadanos dominicanos que habí­an ingresado ilegalmente a Grecia desde Turquí­a como parte de la oleada de migrantes mayoritariamente sirios, libios e iraquí­es que han estado llegando a la UE.

Pero la creciente popularidad de las telenovelas turcas también habí­a venido convirtiendo a Turquí­a en un destino turí­stico cada vez más atractivo por derecho propio.

Y la llegada de Turkish Airlines, que actualmente ofrece vuelos directos entre Estambul y algunas de las principales ciudades de la región, habí­a ayudado a consolidar la ruta hacia el Bósforo.

Compitiendo en telenovelas

Así­, antes de que la reciente oleada de atentados afectara de forma dramática a la industria del turismo en Turquí­a, no era raro encontrar a chilenos, argentinos, colombianos o peruanos buscando en las calles de Estambul recuerdos de Onur y Sherezade, los protagonistas de «Las mil y una noches».

Y esa sólo fue la primera de muchas series turcas que han triunfado en esos paí­ses.

Estas han ayudado a poner de manifiesto importantes similitudes, pero una de las razones del mutuo y creciente interés entre Turquí­a y América Latina parece ser que el mercado de las teleseries es uno de los pocos en los que ambos pueden competir.

Efectivamente, según la Asamblea de Exportadores Turcos, Turquí­a ya es el segundo mayor exportador mundial de series de TV después de EE.UU., y por lo tanto es un importante un rival para las telenovelas latinoamericanas.

Pero, por lo demás, las economí­as turcas y latinoamericanas son fundamentalmente complementarias. Y ambas están, asimismo, en la búsqueda de nuevos mercados.

Oportunidades mutuas

Efectivamente, como explica el director del Centro Argentino de Estudios Internacionales (CAEI), Ariel González Levaggi, la mayor parte de las importaciones turcas desde América Latina son materias primas y recursos naturales.

Mientras que la mayorí­a de las exportaciones turcas a la región son bienes manufacturados con tecnologí­a media o baja.

«Las principales exportaciones turcas a América Latina son partes de automóviles y motores, hierro y acero, material para reactores nucleares, frutas y comestibles, textiles y fibras sintéticas», detalla González en el ensayo «Turquí­a y América Latina: un nuevo horizonte para una relación estratégica».

Mientras que, según el experto, las principales importaciones desde la región latinoamericana a Turquí­a incluyen cobre, combustibles, minerales y petróleo, aunque Brasil y Argentina también exportan maquinaria.

A pesar del notable aumento registrado en la última década y media, el comercio con América Latina apenas representa un 1,8% de los intercambios globales de Turquí­a.

Y ningún paí­s latinoamericano figura en la lista de sus principales socios comerciales.

«México, el socio comercial más grande de Turquí­a en la región (después de Brasil) y una puerta de entrada al mercado de EE.UU., ocupa un decepcionante lugar 44», lamentaba a principios de este aí±o Sadik Unay, de la Fundación para la Investigación Polí­tica, Económica y Social de Turquí­a.

Lo que significa que hay oportunidades mutuas para aprovechar.

Una de varias razones por las que es bastante probable que Turquí­a permanezca por un buen rato en nuestros radares.

Graciela Machuca

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