Los estudiantes de la UNAM gritan por Lesvy: ”Nos queremos vivas»

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Centenares de jóvenes marchan para exigir justicia y respeto por la muerte de una mujer de 22 aí±os que apareció estrangulada en el campus

ELENA REINA | EL PAíS

Alrededor de las flores que decoran una cabina telefónica se han reunido centenares de estudiantes, liderados por mujeres, para exigir justicia. Apoyada en el poste y colgada del cable del teléfono apareció estrangulada Lesvy Berlí­n Osorio, de 22 aí±os, la madrugada del miércoles. Los carteles rosas colocados en uno de los lugares más emblemáticos y abiertos del paí­s, el campus de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), recuerdan que la violencia machista siempre encuentra un rincón por donde colarse. Al grito de «nos queremos vivas», centenares de jóvenes han marchado este viernes. Porque, como ellas cuentan, México no puede permitirse un feminicidio más.

Frente a la torre de la oficina del rector de la UNAM la madre de Lesvy, Aracely Osorio, ha hablado por primera vez sobre la muerte de su hija: «Mi hija era una chica que viví­a como cualquier otro chico, como cualquier otro presidente, como cualquier otro funcionario que consume alcohol y no por eso es una alcohólica». Su comentario responde a las primeras declaraciones de la Fiscalí­a que apuntaban a que era «tení­a problemas con el alcohol y las drogas» y habí­a reprobado muchas materias, lo que provocó una oleada de crí­ticas en las redes sociales y sembró la indignación para la marcha de este viernes.

La cabina donde apareció el cadáver de la joven se encuentra en un patio rodeado de edificios de la facultad de Ingenierí­a de la UNAM. «Nadie pensó que era aquí­ mismo. Todos creí­amos que habí­a sido en un lugar aislado, no en el centro de la universidad», explica todaví­a sorprendida Ana Lucí­a Acuí±a, de 26 aí±os, estudiante de sociologí­a que ha marchado en la manifestación. «Yo trabajo aquí­ en frente y aún siento escalofrí­os», reconoce Brenda Yadira Hernández, de 31 aí±os, estudiante de posgrado sobre Sostenibilidad. Las dos miran en silencio el lugar de los hechos, un aparato cotidiano transformado en el altar de la muerte.

Cuando los cientos de personas abandonaron la cabina para dirigirse a la rectorí­a, el punto final de la procesión por la joven Lesvy, un grupo de tres chicas y un chico miraba los carteles desconsolado. í‰l, con los ojos hinchados observaba la foto de su amiga de la primaria, que pendí­a de uno de los cables del teléfono con el que apareció estrangulada. «No me lo puedo creer», era lo que alcanzaba a decir a este diario mientras limpiaba las lágrimas de los cristales de sus lentes, sin querer dar su nombre.

Los últimos minutos de Lesvy se han conocido, de momento, por el testimonio de su novio, José Luis González. Se encontraban juntos esa noche en el campus de la UNAM con unos amigos. Cuando él decidió irse, ella lo siguió. Eran las cuatro de la madrugada del miércoles. Entonces, según le confesó González a la Policí­a, discutieron y cada uno se fue por su lado. Horas después, se enteró de que su novia habí­a fallecido asfixiada con el cable de la cabina telefónica. Las autoridades todaví­a no han descartado el suicidio de la joven, aunque reconocen que es poco probable. Su madre ha sentenciado, no obstante: «El dictamen pericial es que murió por asfixia, estrangulamiento, lo cual ya es un aporte y no se cierra el caso».

Hace casi un aí±o, las calles de México protagonizaron la primera gran manifestación por la violencia machista. Un acto histórico que representaba el hastí­o acumulado durante décadas por una sociedad que desayuna, come y cena con algún feminicidio en cada noticiero. Desde junio del aí±o pasado, las mujeres no han dejado de alzar la voz con campaí±as en las redes sociales como el de #MiPrimerAcoso, donde cada tuitera contaba una experiencia desagradable; #NoesNo, sobre el acoso en la universidad; #NoTeCalles, para animar a las mujeres a denunciar y #VivasNosQueremos, con el apoyo de ilustradores. Este miércoles, la muerte de Lesvy y el tratamiento sesgado de la Fiscalí­a provocó un nuevo fenómeno viral: #SiMeMatan.

«Si me matan, ¿qué dirán de mí­?», se preguntaban miles de tuiteras indignadas con la primera versión de la Fiscalí­a en la que usaba el testimonio del novio de Lesvy para definirla como «alcohólica» y «mala estudiante». A través de ese hashtag, circularon en Twitter testimonios personales de mujeres que especulaban con las diferentes maneras por las que podrí­an ser criminalizadas después de su muerte. El procurador de la Fiscalí­a de la Ciudad de México tuvo que disculparse públicamente y retirar todos los comunicados oficiales en los que se hablaba del historial de la ví­ctima.

«Estaba drogándose con unos amigos», «Se habí­a ido de casa y viví­a en concubinato con su novio», comunicó este jueves la Fiscalí­a. De manera que sobre la mesa se encontraban dos sospechosos claros: el novio, que fue el último que la vio, y ella misma sin merecerlo.

Por lo que han marchado este viernes las universitarias ya no es solo contra la violencia de género en México, sino también por la «falta de sensibilidad» y los patrones de conducta de unas instituciones, que según ellas, «siguen revictimizando a las ví­ctimas de la violencia machista».

Que la muerte de Lesvy Osorio se haya producido en las inmediaciones de uno de los campus más importantes de América Latina, sí­mbolo de los movimientos estudiantiles más trascendentes de la historia del paí­s, ha provocado que su caso, trágicamente frecuente en otros rincones de la República, indigne a toda una nación.

Un golpe a la autonomí­a de la UNAM

El rector de la UNAM, Enrique Graue, ha confesado este viernes sentirse en deuda con la comunidad universitaria por no haber podido erradicar la inseguridad en sus territorios. Un sistema de seguridad basado en la autonomí­a del centro, donde la Policí­a local no tiene permitido patrullar sus calles, completamente abiertas al público. Romper esta independencia significarí­a una revuelta estudiantil como la última huelga que mantuvo paralizada la institución durante un aí±o, de 1999 al 2000. La comunidad universitaria, igual que una gran parte de la sociedad mexicana, no confí­a en la Policí­a, pero además el recuerdo de la represión estudiantil de aquellos aí±os se mantiene vivo. Muchos temen que el suceso de Lesvy provoque la erradicación de ese elemento fundamental de la UNAM. «La autonomí­a no significa impunidad», ha rematado Graue reabriendo el debate.

Graciela Machuca

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