Una joven destripada en una carnicerí­a, el penúltimo feminicidio que hace temblar a Ecatepec

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El asesinato de una chica de 18 aí±os ha colmado la paciencia de los vecinos de uno de los municipios mexicanos más letales para las mujeres

ELENA REINA | EL PAíS

El alcalde de Ecatepec (Estado de México) muestra orgulloso una imponente pintura que corona su despacho: «Es Morelos, muchos no lo saben, pero aquí­ cerca fue fusilado. También tenemos parques, aunque no tantos como nos gustarí­a […] Mire, ahora vamos a inaugurar un polideportivo extraordinario», insiste Indalecio Rí­os, presidente municipal por el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Pero cuando uno piensa en Ecatepec, lo último que le viene a la mente son los espacios culturales y las áreas verdes. A media hora en coche de la capital, un canal de aguas negras divide la vida de la muerte. Su olor a podrido da la bienvenida a una localidad donde el 93,6% de sus habitantes se siente inseguro, según una encuesta del Instituto Nacional de Estadí­stica. A cinco kilómetros de las oficinas del alcalde, una joven de 18 aí±os apareció destripada en una carnicerí­a esta semana. Y con este último feminicidio, el rosario de mujeres asesinadas se le está acumulando. Ecatepec vuelve a temblar.

El jueves 27 de julio Mariana Joselí­n Baltierra llevaba una camiseta amarillo fluorescente, unos leggins negros y unos tenis morados. Habí­a salido a la tienda a comprar algo. Eran las nueve de la maí±ana. En su camino pasarí­a por la carnicerí­a del chico de los ojos achinados y pecas. A un lado, la seí±ora de la tortillerí­a ya habí­a abierto y el siguiente local era su destino. Un trayecto de 200 metros a plena luz del dí­a. Fácil, cerca, seguro. Baltierra conocí­a uno de los mantras que se repiten en todo el Estado: «Evita caminar sola en calles poco transitadas». Aquella recomendación, más propia de un familiar o un amigo preocupado, la hace el Gobierno en su página web.

No contaba con aquel joven extraí±o, de 28 aí±os, que llevaba 15 dí­as trabajando y viviendo en ese local de carne, Carnicasa. El dueí±o del establecimiento le habí­a dejado un lugar para dormir en una habitación en el piso de arriba de la tienda. Habí­a llegado hace poco al barrio porque unos meses antes habí­a intentado matar a su madre, según una denuncia que hizo su hermana a la Policí­a. Pero aquello no se sabrí­a hasta unos dí­as más tarde.

Ese jueves, como cada último de mes, el local estaba cerrado, y él tomaba el aire en la puerta de su casa. Mariana pasó por delante. Y solo lo harí­a una vez. La Policí­a que investiga el caso sospecha que él la agarró contra su voluntad y la introdujo al interior del local. Los ví­veres que compró en la tienda quedaron esparcidos por el pasillo. Junto a la entrada de la carnicerí­a pegaron un cartel con su foto: «Persona no localizada, ayúdanos a encontrarla».

Nadie supo entonces que detrás de aquella cartulina que estaban colocando, del otro lado de esa pared, estaba el cadáver de Mariana. Tendido sobre el piso, como uno de aquellos animales de la tienda. Le habí­an abierto el abdomen y habí­an dejado que se desangrara. Parte de sus intestinos se habí­an escapado de su cuerpo y las huellas ensangrentadas de sus manos se quedaron para siempre sobre aquel piso grisáceo, frí­o. El que perpetró aquello también la violó.

Aquella imagen puso la piel de gallina a un municipio resignado a desayunar con noticias violentas. El caso de Mariana le ha costado por primera vez una humillación pública al alcalde por parte de unos vecinos «hartos» de que sus calles se hayan convertido en un terreno sin ley. «No verás nií±os ni jovencitas. Todos estamos encerrados. No es que sea nuevo, pero fue la gota que derramó el vaso», cuenta una vecina del barrio donde viví­a Mariana, quien prefiere que su nombre no aparezca, de 42 aí±os. Ella acudió a una reunión organizada por los vecinos para recoger una serie de reclamos y llevárselos a las autoridades. Ese dí­a se presentó el alcalde, Indalecio Rí­os. Y aquello terminó mal: el mandatario y su equipo acabaron huyendo del evento entre abucheos de la gente: «¡Cobardes!».

En lo que va de aí±o han muerto asesinadas violentamente 15 mujeres en el municipio de un millón y medio de habitantes, según el conteo de la activista Frida Guerrera, con información de la prensa local. Pero el Gobierno municipal cuenta solo dos como feminicidios. El Instituto Nacional de Estadí­stica eleva la cifra de asesinadas en 2016 a 59, mientras que las cifras municipales se mantienen en 37. Los datos no coinciden, entre otras cuestiones sin respuesta, porque algunas instancias registran las carpetas de investigación y el resto sólo las que se seí±alan con perspectiva de género. Ecatepec cuenta con una alerta estatal para erradicar la violencia contra las mujeres, que reconoce la problemática pero que, según denuncian las organizaciones, «no ha servido para nada». Uno de los policí­as que están llevando el caso de Mariana mira a su compaí±ero y los dos coinciden: «íšltimamente nos toca una a la semana».

El asesinato de Mariana ha despertado los peores demonios de una localidad que en los últimos aí±os ha recordado a la época más oscura de Ciudad Juárez. La crueldad y la saí±a con la que fue asesinada, el hecho de que fuera a plena luz del dí­a, cerca de su casa, por un vecino, ha aumentado la indignación y el miedo en la zona.

«Cuando te encuentras algo así­, agarrar a ese cabrón se vuelve una cuestión personal», explica uno de los agentes en medio del operativo. El principal sospechoso es aquel joven que ayudaba en la carnicerí­a. Junto al cuerpo dejó el cuchillo, su ropa empapada en sangre y su ADN por todas partes. Se llevó unos 2.000 pesos de la caja, poco más de 100 dólares. «No llegará muy lejos, lo tenemos rodeado», aí±ade el policí­a.

La vecina se muestra mucho más escéptica: «Todos sabemos que en 15 dí­as ya se habrá olvidado porque habrá otra ví­ctima. Eso es lo que más me pega. No sabes a quién le va a tocar», cuenta preocupada, ella tiene dos hijas de 13 y nueve aí±os. «Vives con miedo, no confí­as en nadie, no te puedes fiar ni de tus vecinos, no sabes quién le puede dar un jalón a tu nií±a y que aparezca muerta al otro dí­a».

En el despacho del alcalde, el cuadro de Morelos observa a un equipo de Gobierno que se esfuerza por demostrar que hacen todo lo posible, que Ecatepec no es tan malo como se ve desde fuera, que intentan educar en las escuelas, que cuentan con centros de Justicia para las mujeres, que los policí­as cada dí­a están más sensibilizados con el «tema de la mujer». Pero al cruzar el umbral, las muertes como las de Mariana se le agolpan al mandatario en la puerta.

Graciela Machuca

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