Juan Casamayor, de Páginas de Espuma, gana el Premio al Mérito Editorial de la FIL de Guadalajara

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LUIS ALEMANY | EL PAíS

Encarnación Molina, Juan Casamayor y su descendencia pasaron un mes y medio en Argentina durante el verano de 2012. Espaí±a estaba en lo peor de la crisis y la familia que vive de/por la editorial Páginas de Espuma empezó a tantear un plan de fuga «por si el paí­s entero se iba por el desagí¼e». «Siempre uso una frase de esa época que decí­a Diego Moreno, el editor de Nórdica: ‘Creo que alguien está imprimiendo mis libros con el único afán de divertirse devolviéndonoslos‘», explica Juan Casamayor. Da escalofrí­os acordarse de 2012. Pero un dí­a se acabó el aí±o, llegó 2013 y después 2014 y, un lustro después, Páginas de Espuma prevé cerrar en 2017 su mejor curso como empresa. Desde hoy, la familia también celebra la concesión (individualizada en Casamayor) del Premio Mérito Editorial de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, la más importante del sector editorial en idioma espaí±ol.

No es poco premio: Antoine Gallimard, Beatriz de Moura, Jesús de Polanco, Jorge Herralde, Enrique Krauze, Jaume Vallcorba y Michael Krí¼ger entre otros muchos están en el palmarés. Qué pensarán estos gigantes de Casamayor y Molina, que trabajan y atienden en su casa, que dan «besicos» a autores y periodistas cuando se despiden de ellos y que en cada libro se dejan media vida. «No nos traten de artesanos», aclara Casamayor, «porque estamos muy profesionalizados. Atendemos en casa pero tenemos una nave recién comprada para logí­stica y una delegación en Ciudad de México. No trabajamos solos, somos cinco y tenemos las funciones repartidas».

Bueno, vale. Pero la historia de Páginas de Espuma sigue siendo un poco un cuento. Segunda mitad de los aí±os 90: Casamayor viví­a en su ciudad, en Zaragoza, y terminaba su tesis sobre poesí­a del siglo XIX. í‰l mismo resopla cuando lo recuerda. El trabajo estaba ya casi terminado, esperando pista para la lectura, cuando le surgió la oportunidad de pasar unos meses en Madrid para echar una mano a su tí­a en la editorial Fundamentos y hacer algunas pesetas. Encontró una habitación en un piso compartido y resultó que en la puerta de al lado viví­a Encarnación, que por entonces trabajaba en una editorial de libros jurí­dicos. «Tení­an un ritmo de producción impresionante, hasta una publicación al dí­a. Ahí­ aprendió mucho de procesos de producción».

En fin: los vecinos se emparejaron y en la euforia del encuentro, tuvieron la idea de montar Páginas de Espuma. «Yo iba camino de la vida académica: un lecturando en Estados Unidos si me iba bien, una plaza de profesor de instituto… Pero en esos meses me cambió la vida».

Páginas de Espuma es conocida por cualquier lector mediano-tirando a bueno como la editorial que se saca libros de cuentos. Según cuenta Casamayor, ése fue el plan desde el principio. Sin embargo, el primer libro de su catálogo, un bonito long seller que aún tiene demanda, fue un Escritos de Buí±uel que llegó a sus manos por cosas del amor. «Mi padre es cirujano y en el equipo que operaba tení­a de anastesista al sobrino de Buí±uel que hací­a de albacea de su obra. Era el hombre más buí±ueliano de la familia y no le daba la gana que los textos de su tí­o aparecieran en una gran editorial. Así­ que resultó que nosotros estábamos por ahí­, que era el centenario de Buí±uel y nos dio los textos». Cuando la obra ya estuvo lista para imprenta, Casamayor se fue a los talleres para ver que sus libros nacieran bien. «Qué tonto. Claro que salieron bien, igual que los otros cuatro libros que imprimieron esa maí±ana». Las cosas de los primerizos.

Después, Páginas de Espuma avanzó unos pocos aí±os por carreteras secundarias hasta que, de pronto, el camino se volvió ví­a rápida y les llevó hasta América Latina. «Hubo seí±ales: Ana Rosetti quiso publicar con nosotros sus Cuentos reunidos. Eduardo Berti también. Pero la ruptura fue Pequeí±as resistencias, la antologí­a del «nuevo cuento espaí±ol» que reunió Andrés Neuman en 2002. A partir de ahí­, Molina y Casamayor ya no tuvieron que ir presentándose por ahí­, pidiendo por favor un poco de atención. Ajuar funerario de Fernando Iwasaki, se convirtió en el libro con mejores ventas de su catálogo y 2015, el momento en el que el sello encadenó los libros de Samanta Schweblin, Nuria Barrios y Clara Obligado, un bonito momento de euforia.

Por el camino, Páginas de Espuma ha dejado un puí±ado de trabajos monumentales, lo que Casamayor llama sus «catedrales»: los tomos de relatos completos de Zola, Chejov, Pessoa, Balzac… Bastante impresionantes. Pero en la casa se quedan con la pelea que tienen con sus autores vivos, algunos consagrados y otros inéditos, en el «debate» que tienen con ellos antes de dar por bueno un libro y en su capacidad de seguir sus carreras a lo largo de los aí±os. «Sacar a Chejov seguramente sea una inversión más segura para nosotros. Más cara pero con más retorno. Pero, si en 2012 nos salvamos fue porque habí­amos creado un público a base de sacar autores. En 2012 gastaban menos pero no desaparecieron».

Graciela Machuca

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