Cuando viví­ contigo: Alicia Juárez

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El Sastún

Por Antonio Cabello

”Amor con amor se paga»; la máxima frase de José Alfredo Jiménez, que escuche, allá en la gran ciudad cuando por primera vez entre a una cantina La hoja de lata…con amor para Maribel Balam Euan.

 

Cancún, Q Roo; a 12 diciembre 2017.- El misterio que guarda la vida privada de un poeta -a su estilo pero al fin poeta-, nos llena de emoción y hasta lágrimas que corren por las mejillas, al saber que se rompen secretos í­ntimos del mismo.

El nombre de Alicia Juárez, por si solo no podrí­a decirnos nada o mandar a nuestra mente algún referente, mucho menos si no somos del bají­o; sin embargo, al escribir: Alicia Juárez esposa de José Alfredo Jiménez, no vamos a querer parar de leer lo que podamos encontrar en la obra Cuando viví­ contigo, la cual fue presentada en dí­as pasados en el museo de Arte de Zapopan; Jalisco. No podí­a faltar tequila y mariachi, para cantar: ”Se me acabo la fuerza de mi mano izquierda, y como al caballo blanco le solté la rienda, a ti también te suelto y te me vas ahorita…»

Al igual que en la historia del corrido del Caballo Blanco, vamos descubriendo que en colaboración con Gabriela Torres Cuerva y Gina Tovar, la viuda de José Alfredo Jiménez… por fin habla y rompe con secretos que harán querer más al poeta, que no músico; para descubrir que los últimos aí±os de José Alfredo Jiménez fueron de una intensidad desbordante.

Y como El Rey, lo sentimos cuando se fue; ahora descubrimos que con esta y otras canciones más, se encontraba en el momento más exitoso en su carrera como compositor e intérprete, también fueron los aí±os que vivió con Alicia Juárez. Canciones inmortales que impactaron al mundo surgieron con la libertad de un rí­o, del viento, del corazón que encuentra y decide quedarse con la Escuincla, la mujer emblemática durante este fragmento de aliento.
La belleza no se tií±e de un solo color ni se arma fácilmente. José Alfredo y Alicia viven una paradoja: tanto la dicha de alcanzar la cima de la plenitud y el gozo, como el vértigo de caer al oscuro y cruel abismo de los sentimientos al lí­mite. Una vida llevada a sus máximos alcances, al disfrute por el mismo hecho de existir, de cantar, de tomar el micrófono y esparcir su voz y sus palabras en infinidad de personas.

Cuando viví­ contigo es la voz y la memoria de Alicia Juárez que, ahora, por fin, salen a la luz, apenas unos meses después de su muerte. Aquí­ unos párrafos de la obra:

 

FRAGMENTOS
”Me acomodé muy cerquita de José Alfredo esa noche. Lo besé con mucha ternura y observé su rostro, donde ya se reflejaban las arrugas de poco más de cuatro décadas. Era mi esposo, lo conocí­a bien; así­ como cierto dí­a comencé a familiarizarme con la manera en la que imponí­a, cómo se presentaba e inspiraba, sus chistes y costumbres, así­ también estaba muy cerca de conocer el otro lado de la moneda, la dualidad de la vida y de su personalidad: entre el sufrimiento y el amor.»
”Me dolí­a, me calaba, me quemaba por dentro la mentira, el engaí±o, el ser la última en saber. Siempre confié en su mano, en sus pasos, sus decisiones. Cuando comenzó a beber alcohol no lo detuve, ni siquiera lo intenté porque creí­a que él sabí­a lo que hací­a. Claro que lo sabí­a y tan grande era su conocimiento sobre mí­ que entendí­a la decepción que significaba en mi corazón y mi cabeza el enterarme sobre su adicción a la cocaí­na. Consumí­a drogas y yo no sabí­a.»
”Mi carencia de sabidurí­a, de experiencia, de aí±os, fue el factor fundamental que me llevó a aguantar en vez de cuestionar lo que le estaba sucediendo a nuestra relación. Yo siempre le creí­a cuando lo veí­a llorar, sus lágrimas me orillaban a abrazarlo, a besarlo y a pedirle perdón también. De repente sus cachetadas cobraban sentido, la sucesión de las acciones pasadas adquirí­an coherencia. Todo está bien, no te voy a dejar’, le susurraba. Mis palabras resultaban milagrosas para su corazón acongojado.
—Te juro que ésa fue la última vez —me dijo.
—Te creo.
Muy en el fondo, debajo de la mezcla de amor y pánico que me amarraban a su lado, sabí­a que mentí­a.»

 

Graciela Machuca

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