Investigación cientí­fica alejada de la realidad mexicana

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Necesariamente Incómoda

**Presupuesto federal por debajo a lo indicado por la ley.
**Universidades y gobierno desvinculados de requerimientos cientí­ficos.
**La pandemia desnuda la realidad de ciencia y tecnologí­a en México.
Graciela Machuca Martí­nez
Ahora que la sociedad mexicana requiere de respuestas cientí­ficas para hacer frente a la pandemia de la COVID-19, nos encontramos con la triste realidad de que en el paí­s no existen mecanismos para que los resultados obtenidos en universidades y centros de investigación públicos y privados sean utilizados en beneficio de la nación.
Cada quien jala por su lado, con razones justificadas o no, pero lo cierto es que para lograr esa simbiosis las instancias gubernamentales no han generado las herramientas necesarias para articular y aprovechar el cúmulo de conocimientos que se genera y que pasan al archivo muerto en las bibliotecas donde reposan las tesis de maestrí­as y doctorados.
Las lí­neas de investigación de cada una de las instituciones académicas y centros de investigación del paí­s se pueden conocer en la página web del Conacyt y de cada institución en particular y allí­ nos podemos percatar que en México si se investiga en la mayorí­a de las áreas del conocimiento humano, pero el resultado no se puede llevar a la práctica porque para ello, no existe presupuesto.
Aunado a la falta de los referidos mecanismos de interacción entre gobiernos y universidades, éstas también han sido copadas por el manto de la corrupción, como se pudo documentar periodí­sticamente con el trabajo de la Estafa Maestra, que ha sido solo una muestra de las formas que las universidades han pervertido su papel de generadoras de conocimiento para beneficio de la colectividad.
Las universidades se han convertido en espacios de presión al servicio de grupos polí­ticos, las autonomí­as que por ley tienen la mayorí­a de las universidades públicas del paí­s, solo es una farsa, porque las rectorí­as responden a los intereses del grupo de poder polí­tico en turno en la entidad.
Hay universidades que desde hace décadas están controladas por personajes que venden el control de la institución al gobernador en turno y muchas casos han logrado tal poder que pasar a jugar a la cancha donde se eligen a las personas que pueden ser merecedoras de la candidatura a las gubernaturas.
Cuando la sociedad mira hacia una universidad solo ve grandes cuerpos burocráticos gobernados por sindicatos que aprendieron a negociar con el poder su pedazo del pastel, sin embargo, no se observa un beneficio directo de las universidades hacia la sociedad.
Por ejemplo, en Quintan Roo, ya se cumplen seis aí±os de que la entidad se enfrenta al problema de la llegada masiva del sargazo a sus playas, convirtiéndose en un obstáculo para la actividad turí­stica, de la que vive y sobrevive un millón y medio de habitantes, pero hasta el momento, ninguna universidad, ni centro de investigación que reciben financiamiento para el desarrollo de ciencia, tecnologí­a e innovación ha presentado una solución efectiva y de largo alcance, los pocos proyectos que han surgido han sido elaborados en forma personal sin ser apoyados como debieran y terminan incipientes sin pasar de ser notas del diarismo.
Si a un problema que ya tiene seis aí±os de estar impactando negativamente a la economí­a de Quintana Roo no se ha encontrado una solución por parte de centros de investigación y universidades, entonces debemos preguntarnos, ¿qué capacidad tienen estas instituciones para dar una respuesta efectiva, en los plazos regulares de toda investigación cientí­fica, al problema sanitario de la pandemia generada por el coronavirus SARS-CoV-2?
En instituciones como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Politécnico Nacional (IPN) se han conformado comisiones interdisciplinarias como la Comisión Universitaria para la Atención de la Emergencia del Coronavirus, pero hasta el momento los resultados no han sido tomados en cuenta por el equipo gubernamental que está al frente de las estrategias para hacer frente a la pandemia.
Y si el gobierno retoma algunas recomendaciones, luego de semanas o meses que las difundieron los expertos de estas comisiones, lo hace a regaí±adientes, sin explicar porque no las tomaron en cuenta desde un principio, como es el uso del cubrebocas y las mascarillas. https://covid19comisionunam.unamglobal.com/
Independientemente que el gobierno federal se esté apoyando en un equipo de expertos en epidemiologí­a para justificar sus estrategias sanitarias, el poder de decisión de estos cientí­ficos es limitado cuando las decisiones principales se toman con intereses polí­ticos y no económicos, mientras que las razones sanitarias quedan en último lugar.
Tanto universidades, centros de investigación y gobiernos tendrí­an que estar trabajando de manera conjunta y con planes de investigación unificados para aprovechar los recursos y evitar duplicar esfuerzos, porque en este momento lo prioritario es salvar vidas, (hay ejemplos de que los gobiernos desví­an los presupuestos para reforzar cuotas polí­ticas de grupúsculos buscachambas sin aportar absolutamente nada).
Una voz autorizada que poco caso se le hace en México es a la del director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Ghebreyesus, quien durante las últimas horas ha declarado que aunque varios paí­ses han progresado en su lucha contra el coronavirus, la pandemia «está realmente acelerándose».
«Todos queremos que esto termine. Todos queremos seguir con nuestras vidas. Pero la dura realidad es que esto ni siquiera está cerca de terminarse. Aunque muchos paí­ses han progresado a nivel mundial, la pandemia está realmente acelerándose», dijo el jefe de esta agencia de la ONU.
«La mayorí­a de las personas siguen siendo vulnerables, el virus todaví­a tiene mucho espacio para moverse», aí±adió en conferencia de prensa.
La única esperanza que hasta el momento tiene el mundo para combatir la pandemia es que las grandes empresas farmacéuticas tengan éxito con sus propuestas de vacunas, pero de acuerdo con el jefe del programa de emergencias de la OMS, Mike Ryan, se han hecho «enormes progresos» para encontrar una vacuna segura y efectiva para prevenir la infección, pero aún no hay garantí­as de que estos esfuerzos hayan tenido éxito.
Estas declaraciones no son esperanzadoras como quisiéramos y más cuando en México la epidemia sigue en ascenso, sin que se observen seí±ales de reversión, para ello solo hay que remitirnos a lo que sucede en cada una de las ciudades del paí­s, como es el caso de Chetumal, la capital de Quintana Roo, donde a pesar de los esfuerzos para reconvertir espacios para la atención especializada a enfermos graves de COVID-19, la saturación hospitalaria está a la vuelta de la esquina. Fuentes confiables nos dicen que en el IMSS se tienen 20 camas, con 17 hospitalizados; 10 camas en el ISSSTE, 20 en el Hospital General y 20 en el Hospital de Oncologí­a, con niveles de hospitalización que rebasan el 70 por ciento.
A pesar de las decisiones para reabrir paulatinamente la actividad turí­stica en Cancún la tendencia indica que de seguir los contagios como se han comportado durante los últimos tres dí­as, se puede optar por el retroceso.
La experiencia de otros paí­ses cuando han ido reabriendo actividades muestra que se tiene un repunte de contagios y que después de algunas semanas desciende, quizás a ello le apuesten las autoridades.
Esta realidad sanitaria del paí­s exige que las instancias encargadas de realizar aportes en materia cientí­fica estén a la altura de las circunstancias, lo cual, a corto plazo resulta difí­cil de alcanzar, cuando las personas que investigan se enfrentan a intereses polí­ticos, corrupción, burocracia y falta de interés gubernamental por invertir en la ciencia.
Mientras la Ley de Ciencia y Tecnologí­a establece que a nivel federal se debe invertir en este rubro el uno por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación (PPEF) 2020, solo contempló el 0.38 por ciento, un monto superior a lo destinado en ejercicios anteriores.
Según el diario El Economista, de acuerdo con el PPEF, el presupuesto total para ciencia, tecnologí­a e innovación (CTI) pasarí­a de 91,390 millones de pesos en el 2019 a 98,317 millones de pesos en el 2020.
El Conacyt, cabeza de sector le asignaron menos del 30 por ciento del total de ese presupuesto, en cambio la Secretaria de Educación Pública se llevó el 42 por ciento para difusión de Ciencias y Tecnologí­a en el nivel de educación básica.
Con este tipo de decisiones gubernamentales, con la infraestructura de los centros de investigación, con los salarios que se destinan a los recursos humanos que se tienen en México, la brecha que se tiene con los paí­ses de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que tienen un promedio de inversión del 2.4% del PIB, por el momento será imposible eliminarla y estar a la altura de los requerimientos cientí­ficos que la sociedad mexicana tiene.

Graciela Machuca

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