Mujeres y Polí­tica

Soledad Jarquí­n Edgar

SemMéxico, 26 de junio, 2020.- Son tiempos más que difí­ciles: pandemia-terremoto-inundaciones una triple alianza que nos muestra el poder de la naturaleza, en algún punto trastocada por quienes poblamos el mundo: todas las personas y cada una con diversos grados de responsabilidad. La mayor de todas recae en algún tipo de hombres.

Han sido los hombres del poder, en lo público, quienes determinan el rumbo de cada pueblo o nación. Y, los sin poder público, son hombres con poder en lo privado, que determinaron el rumbo del núcleo, hoy familia, al que pertenecen. Para las mujeres seguir las reglas fue durante muchos siglos su único destino. Sin duda, en la historia humana existen muchas excepciones, que no han sido la regla. Hoy, hay opciones legales diversas para darle la vuelta al destino impuesto de la opresión masculina, aunque persisten los obstáculos implí­citos y explí­citos. En suma, a pesar de los avances nos llevamos la peor de todas las partes, ”enfrentadas» al pensamiento androcéntrico que elimina de toda posibilidad de nuestra existencia, por tanto, desarrollo, por tanto, acceso al poder. 

Sí­, en estos tiempos difí­ciles, las mujeres tenemos aún mucho para desunir las piezas y para articular lo nuevo y nuestro, que al final de cuentas volverá a ser de todas las personas, eso a diferencia del pensamiento del hombre-poder, porque no se trata solo de lo material. Hay mucho trabajo por delante sobre todo cuando vivimos los tiempos difí­ciles por la triple alianza y la cada vez más notoria polarización de las ideas.

Los múltiples delitos que cada dí­a se cometen contra las mujeres en todas las esferas públicas o privadas, por todas las (sin) razones que pudieran inventarse para ahondar la desigualdad pre establecida, convenientemente para una parte y no para todas las partes, tiene para muchas personas orí­genes ”naturales» y se resisten al planteamiento que muestra que la invención ”vino del hombre», un contrato social totalmente en términos androcéntricos, pero, además tiene una base de verdad, si reconocemos que la estructura cultural de la sociedad es producto de quienes determinaron el qué, el cómo, el cuándo el por qué y el para qué del mundo. Un cónclave que se renueva generación tras generación.

No estamos en guerra, se trata es de desarticular la construcción social que a nosotras no nos favorece en nada y en cambio, históricamente, nos ha llevado a remar contra corriente en un océano con tormenta. O quizá parafraseando a la escritora mexicana Sara Sefchovich, vamos como un pequeí±o avión bimotor contra las potentes ráfagas de viento helado a cientos de kilómetros sobre el suelo. ¿De verdad no lo ven? Esos tantos ”lí­deres», gobernantes, intelectuales, casi profetas y hasta dioses ciegos, sordos y mudos no ven que ahí­ hemos estado, a veces, mirando por las hendiduras de gruesas paredes el cónclave masculino y, en otras ocasiones, hemos sido protagonistas con voz y presencia, una larga historia llena de brumas ficticias que buscan ocultarla.

Pero nada hace tanto daí±o que las voces del hombre-poder. Pongo aquí­ solo una idea, un pensamiento surgido de algo profundo: ”En un mundo donde el lenguaje y el nombrar las cosas son poder, el silencio es opresión y violencia». (Adrianne Rich. Sobre Mentiras, secretos y silencios. Icaria. Barcelona. 1978).

Ahí­ se inscribe una idea del hombre-poder, una idea patriarcal, que coloca a las mujeres en una condición de retroceso y al mismo tiempo disemina un pensamiento equivocado del feminismo, la consecuencia, la polarización peligrosa y absurda. Lo que diga el presidente de este paí­s siempre tendrá consecuencias, buenas y malas.

En Texcoco, Estado de México, durante la firma de un convenio para la operación del Hospital Materno, volvió a repetir, primero que la familia mexicana tiene la costumbre de ser muy fraterna, muy solidaria, se cuida al adulto mayor, lo dije desde el principio».

No seí±or presidente, la violencia en casa, ha sido sistemática. Sí­, se cuida a las personas adultas (como debió haber dicho para no hablar un lenguaje sexista) pero también se les maltrata. Esa violencia cobra ”valor» cuando se patentiza que nuestra tarea es ”cuidar» a los otros y también a las otras por mayores, por adolescentes y por infantes.

Si usted no les cree a las feministas, entonces vuelva sus ojos a los datos que desde las instituciones surgen, hace unos cuantos dí­as el INMUJERES publicó un recuento de los daí±os, dirí­a yo, en un texto titulado: Violencia contra las mujeres (Indicadores básicos en tiempos de pandemia).

Ahí­, en la página 8, podrá leer: 

”El sistema de información nacional permite comparar el primer cuatrimestre de 2019 con el del 2020 —cuando se presenta el inicio del confinamiento— donde se registra un aumento de 53% en las llamadas al 9-1-1 por incidentes de violencia contra las mujeres.

Más de 400 mil de esas llamadas están relacionadas con violencia machista.

”Las muertes violentas de mujeres tuvieron un incremento en el primer cuatrimestre de 2020 en comparación con 2019, si bien el feminicidio disminuyó en 2.1 %, los homicidios dolosos se incrementaron en 11.7 %» (página 5)

En fin, para muestra basta un botón, dice la sabidurí­a popular (la sabidurí­a del ”pueblo bueno»).

Luego afirma:

”A veces no gusta mucho porque, también con razón, se quiere cambiar el rol de las mujeres y eso es una de las causas, es una de las causas justas del feminismo, pero la tradición en México es que las hijas son las que más cuidan a los padres, nosotros los hombres somos más desprendidos, pero las hijas siempre están pendientes de los padres, de los papás, de las mamás».

Lo que usted dice es muy peligroso, como peligroso ha resultado para nuestras vidas ”la tradición» que impone a las mujeres muchos roles que no les permiten desarrollarse y, en el peor de los casos, que ha significado su muerte. Siempre me he preguntado ¿de cuántas hazaí±as cientí­ficas, de cuánta buena literatura, de cuántos descubrimientos y de cuántas miles de acciones y hechos se ha perdido la humanidad porque el patriarcado, que usted llama costumbre fraterna, mandó a las mujeres a sus casas?

Ahora bien, las mujeres hace rato que salimos a la calle a trabajar, investigar y a estudiar, salimos a votar y muy pocas lamentablemente, todaví­a, salen para gobernar. Y volvemos a casa para enfrentar la otra jornada, la del trabajo doméstico, la del cuidado. Lo peor es que nadie reconoce ese trabajo.

Otra institución mexicana, INEGI, por ejemplo, seí±ala que en 2018 el valor de ese trabajo que nadie le paga las mujeres, tuvo una equivalencia de 5.5 billones de pesos, lo que serí­a algo así­ como el 23.5 por ciento del Producto Interno Bruto. 

Esto es, ocho veces el PIB que en México se destina a la Educación (En los últimos cinco aí±os (2015-2020), el presupuesto en educación básica como porcentaje del PIB registró una tendencia decreciente, al pasar de 2.3 a 1.9 por ciento, lo que implicó 0.4 puntos porcentuales menos en cinco aí±os, mientras que el presupuesto total destinado a la educación, usando el mismo indicador, pasó de 3.7 a 3.0 por ciento del PIB/CEFP/Cámara de Diputados/Nota Informativa/20 de diciembre de 2019).

Así­ las cosas. Seí±or presidente Andrés Manuel López Obrador, ojalá lo entendiera, porque sus dichos son fundamentales. Cierto, quienes gobernaron antes aceptaban ”en dichos» y simulaban la igualdad, pero la opresión sustantiva seguí­a, como sigue ahora, como en algunas instituciones se simula, igualito que los del pasado. Por eso resulta peligroso que usted dé patente a la desigualdad. Ya escucho a muchos seí±ores repitiendo y ratificando con violencia lo que usted desafortunadamente repite cada tanto.

Graciela Machuca

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