Miradas de reportero

Rogelio Hernández López

Entristece que en estos tiempos se haya depreciado otro poco el ser periodista profesional en México. La afectación es casi igual para quienes están a favor o en contra del gobierno federal.

Unos y otros ya estábamos mal y nuestro medio ambiente se puso peor:

– Para la mayorí­a, por las precariedades normales para trabajar y que se dramatizaron más por la cancelación de unas 4 mil plazas de empleo;

– Para los más vulnerables, porque sigue el caudal de agresiones al mes, porque la impunidad no baja del 90 por ciento y porque no salen de su marasmo las fiscalí­as especiales y mecanismos de protección;

– Por el embrutecimiento que causan las redes sociales con desinformaciones intencionales, noticias falsas y comentarios sin sustento. Ese ruido apabulla los contenidos serios de periodistas profesionales.

– Por la antipatí­a social acumulada, por malas prácticas de empresas y algunos de nosotros, que se acentuó por las estigmatizaciones en la atmósfera de polarización polí­tica.

– Por las ambigí¼edades en la definición jurí­dica de esta profesión que admiten como periodista a todo usuario de la libertad de expresión, aunque sean profanos e improvisados.

Y encima, dos ocurrentes

Todo esto explica en parte porque, en los últimos dí­as de junio, se encresparon varios de nosotros, que eligieron ser periodistas toda su vida (cómo Paola Rojas y Pascal Beltrán del Rí­o) por las ocurrencias de dos personajes sedicentes periodistas:

Primero, un académico, lapidario del lenguaje espaí±ol y de la polí­tica como instrumento de paz, aseguró que hay un ”sicariato mediático» pero después al tratar de justificar que no se referí­a a los periodistas crí­ticos, aseguró: ”yo mismo soy periodista». ¿Es nuestro par?

Segundo, porque el 29 de junio uno de los preguntones en la conferencia matutina le dijo al Presidente que Ciro Gómez Leyva y Joaquí­n López Dóriga son ”…voceros del régimen neoliberal, (que) están rebasando la lí­nea de libertad de expresión» y pidió que la Secretarí­a de Gobernación los exhortara ”a conducirse con respeto» y ”que no hagan mentiras falsas» Se llama Carlos Pozos y solicita que le digan, el periodista ”Lord Molécula».

Redefinir la identidad

Desde la década de los 90 en varios paí­ses del mundo avanzó un proceso para identificar claramente a las personas fí­sicas que se dedican al periodismo y distinguirlas de los empresarios y de las empresas privadas de comunicación. Hubo impulsos en Espaí±a, Francia, Costa Rica, Venezuela y otros paí­ses para crear estatutos, cartas, leyes con la intención de perfilar mejor la identidad jurí­dico-social de los profesionistas que son garantes de la libre circulación de la información de interés público.

Desde antes de eso ya era clara la contradicción entre la libertad de prensa y la libertad de empresa de prensa, porque la primera tiene como esencia la responsabilidad social de informar y la segunda representa la búsqueda permanente del lucro aun a costa de convertir la información periodí­stica en mercancí­a y reducir a los periodistas en oficiantes asalariados. Los empresarios más poderosos del ramo, por ejemplo, la Sociedad Interamericana de Prensa, se opusieron por mucho tiempo a cualquier legislación que les acotara esa libertad de empresa.

Un cambio

Los periodistas profesionales poco a poco han logrado mejorar su identidad ante las anfibologí­as, tanto legales como prácticas. Un ejemplo es el periodista espaí±ol Ramón Salaverrí­a que por aí±os insistió a la Real Academia de la Lengua de Espaí±a en que modificara su definición ambigua hasta que, el 8 de enero de 2019, logro que quedara de la siguiente forma 

”Periodista. La persona que se dedica al periodismo (actividadprofesional). Periodismo. La actividad profesionalque consiste en la obtención, tratamiento, interpretación y difusión de informaciones a través de cualquier medio escrito, oral, visual o gráfico.» (subrayados de RHL)

Esta definición es de alta significancia para perfilar acotaciones en el campo académico y en legislaciones nacionales.

Gran pasito en la CDMX

¿Es posible alcanzar en México una ley de alcance nacional que defina con claridad quiénes sí­ son periodistas de profesión, quiénes solamente colaboradores periodí­sticos y quiénes usufructuarios ocasionales del derecho a usar su libertad de expresión sin más restricciones que las impuestas en los artí­culos 1°, 6° y 7° constitucionales?

Si es posible y necesario que cada parte tenga muy clara su identidad, sus responsabilidades y su propia credibilidad o desprestigio. Ya hay un avance. El 8 de junio de 2020 la Gaceta Oficial de la Ciudad De México y el Diario Oficial de la Federación publicaron la Ley del Secreto Profesional y Cláusula de Conciencia para el Ejercicio Periodí­stico de la Ciudad de México. Ley que supera a la ley federal de 2012.

La ley federal de Protección a Personas Defensoras de los Derechos Humanos y Periodistas incluye como periodistas, para fines de protección a ”las personas fí­sicas, así­ como medios de comunicación y difusión públicos, comunitarios, privados, independientes, universitarios, experimentales o de cualquier otra í­ndole…»

Pero esa amplitud y ambigí¼edad introduce confusión al concebir que es periodista cualquier persona que se manifieste en la calle o en redes socio digitales. En el mecanismo federal de protección, un alto porcentaje de beneficiarios son youtuberos, twitteros o poseedores de sitios web que llaman medios, pero que no pueden acreditar profesionalidad.

La ley estatal de la CDMX reconoce a las y los periodistas como profesionales de una actividad de interés social, y los separa conceptualmente de las empresas y de los colaboradores periodí­sticos (artí­culo 1 fracción III). Esta es su definición:

IV. Persona periodista:toda persona que hace del ejercicio de las libertades de expresión y/o información su actividad, de manera permanente.Las personas fí­sicas,cuyo trabajo consiste en buscar, recibir, recabar, almacenar, generar, procesar, editar, comentar, opinar, difundir, publicar o proveer información a través de cualquier medio de difusión y comunicación que puede ser impreso, radioeléctrico, digital o imagen, que acredite experiencia o estudios o en su caso tí­tulo para ejercer el periodismo. 

La trascendencia de esta nueva ley es dar base legal para mejorar socialmente nuestra identidad como personas fí­sicas profesionales separadas de las empresas del ramo y de los colaboradores, abre la posibilidad a otro tipo de organizaciones gremiales y modificar leyes.

Por lo pronto, este contexto legal es suficiente para decirle a John Ackerman que no es periodista, sino colaborador como lo son muchos académicos que hacen artí­culos editoriales o hasta conducen programas de radio y de televisión.

A Lord Molécula y a otros periodistas les recordamos que es un derecho individual incuestionable tener o no simpatí­a con el gobierno federal pero también les aconsejamos, como pares, que respeten los mí­nimos éticos de esta profesión que se desfiguran al hacer propaganda en lugar de informar, al acatar órdenes de terceros y recibir pagos amorales. Los esbirros demeritan la identidad y credibilidad de quienes si son periodistas profesionales.

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Graciela Machuca

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