La CENSURA de Ortiz Rubio 1930 a las redes sociales
EL ATENTADO AL PRESIDENTE PASCUAL ORTIZ RUBIO EL 5 DE FEBRERO DE 1930 Y LA CENSURA A LOS MEDIOS.
Demetrio Bolaí±os Espinosa, connotado periodista de El Universal fallecido hace ya algunos aí±os, narra en el libro «Machetazo a…» de Francisco Jordá Galán cómo sucedieron varios detalles de los hechos que la prensa nunca publicó:
Empieza su narración:
Por esas cosas raras que a veces suceden en las redacciones, era yo reportero de policía y al mismo tiempo cronista de toros de El Universal.
Ello se debió a que acababa de fundarse el diario deportivo ”La Afición» y nuestro cronista taurino Carlos Quiroz, que usaba el seudónimo de ”Monosabio», sin decir adiós dejó El Universal para irse al naciente periódico.
Yo me encargaba de cubrir ”la nota roja» y cierto día el gerente del periódico, capitán Eduardo Elizondo, se acercó a mi escritorio y me dijo: ”fíjese que ‘Monosabio’ se fue a La Afición y nos dejó sin cronista de toros. ¿Qué hago?»
-Déme 10 pesos para el camión y la entrada, yo escribo la crónica -le contesté muy decidido.
Confieso que de toros no sabía nada, pero el problema lo resolví entrevistando a toreros, apoderados y ganaderos, a quienes, al mismo tiempo, les preguntaba los nombres de los pases que se ejecutaban en la fiesta.
Así me convertí en cronista taurino, además de reportero policíaco.
Pues bien, el día que tomó posesión de la Presidencia de la República el ingeniero Pascual Ortiz Rubio me encontraba en la redacción de El Universal escribiendo las ultimas notas policíacas, para luego ir a la plaza de toros a cumplir con mi otra misión de cronista taurino, cuando recibí un llamado telefónico procedente de la Cruz Roja.
-Véngase en seguida al puesto de socorros, seí±or Bolaí±os, tenemos una gran noticia para usted -me dijo la voz de una mujer al otro lado de la línea.
Sin dar importancia al telefonema, contesté:
-¿Qué le parece si dejamos la noticia para las siete de la noche?
Pensé que al terminar la corrida podría ir a la Cruz Roja.
Me llevé enorme sorpresa al encontrarme frente a frente con el flamante Presidente de la República, quien tenía el cabello ensangrentado y era atendido por varios médicos.
Junto a él estaban solamente su chofer y el jefe de su Estado Mayor, el coronel Eduardo Hernández Cházaro.
Como don Pascual me tenía confianza, en virtud de que me conocía bien, puesto que como enviado especial de El Universal lo acompaí±é en su campaí±a política a través de todo el país, me platicó lo que le sucedió:
Al salir de Palacio Nacional, por la puerta de honor, después de los saludos protocolarios, el presidente Ortiz Rubio fue agredido por un hombre que le disparó varios tiros ”a boca de jarro» ocasionándole una herida en sedal en el cuello.
Mientras lo curaban, el ingeniero Ortiz Rubio me contó todos los detalles de la agresión y las que él consideraba como posibles causas de la misma.
También me hizo comentarios sobre la suerte que tuvo al solo recibir una ligera herida.
Además, don Pascual me relató que cuando Hernández Cházaro lo vio sangrar, le ordenó al chofer que circulara en sentido contrario por las calles de San Jerónimo, para así llegar más pronto al puesto de socorros donde lo atenderían.
Con todos esos datos, regresé al periódico y olvidé la corrida de toros.
Iba orgulloso de llevar la información más importante del aí±o.
Más de dos horas tardé en escribir el reportaje, con abundantes datos inéditos y, sobre todo, ¡con las declaraciones exclusivas del Presidente! ¡la versión de la víctima!
Sin embargo, ese día recibiría otra mayúscula sorpresa.
A eso de las ocho de la noche, llegó una orden al periódico.
Era de la Presidencia de la República.
”Que sólo se publique la versión oficial de los hechos».
Tal versión venía en un escueto boletín.
La nota exacta del frustrado magnicidio, que para mi hubiera significado un gran triunfo periodístico, se perdió en los archivos o fue a dar al cesto de la basura del director Gregorio López Fuentes.