Daños irreparables en Acapulco se deben a las omisiones de los tres niveles de gobierno y de la iniciativa privada 

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 Necesariamente Incómoda

Graciela Machuca Martínez 

Foto: perfil.com

Todos los años a finales del mes de mayo el Centro Nacional de Huracanes de Miami, Florida (EEUU), entre otros organismos nacionales e internacionales, publican la lista de nombres por letras de abecedario de los fenómenos meteorológicos que se prevé puedan impactar por los océanos Pacifico y Atlántico, por esa vía, la sociedad quintanarroenses también conocemos los ciclones que podrían llegar por el Atlántico y entrar por el Mar Caribe, luego también sabemos que de esos son varios los que serían huracanes de categoría 3,4 y hasta 5 en la escala Saffir Simpson. 

Al conocerse el listado, sabemos que la temporada de huracanes va del 1 de junio al 30 de octubre, aunque no oficial se dice que se ha extendido hasta el 30 de noviembre, para ello, el día 1 de junio se instala el Comité Estatal de Protección Civil, al igual que los comités municipales, con funciones bien determinadas, como el censo de refugios y albergues, las campañas de concientización para la prevención en medios públicos que durará los 5 / 6 meses de la temporada de huracanes.

Los quintanarroenses, por medio de estas campañas presupuestadas e institucionalizadas hace por lo menos 40 años, sabemos que debemos contar con un radio de baterías, y estar pendientes a los avisos oficiales sobre tormenta, depresión y/o huracán y su categoría y posible impacto, que debemos localizar en refugio más cercano cuando las personas y sus familias  no cuenten con techo firme, proteger y resguardar  los documentos importantes de la familia, conseguir sin pánico alimentos no perecederos, sujetar todo lo que los fuertes vientos puedan levantar o arrastrar para evitar que sean proyectiles y afecten.

Debemos contar con soga para amarrar lo que pudiera, con los vientos, desprenderse de nuestra vivienda, la cinta que fije las ventanas de cristal para que en el caso de romperse un cristal no se convierta en proyectil para los que habiten la vivienda; también es muy importante identificar las zonas de inundaciones.

Tener agua a medida de lo posible tanto de manejo como de consumo humano, el radio con baterías es algo netamente importante para saber de forma oficial la intensidad y la trayectoria de los fenómenos.

En Quintana Roo esos fenómenos meteorológicos que nos han marcado, pero sobre todo nos han dejado la conciencia y la cultura de la prevención, pues sabemos que la magnitud de la tragedia se debe a la prevención en la materia.

Con lo anterior puedo advertir que desde el 1 de junio de 2023 los guerrerenses debieron saber cuántos huracanes se formarían en el Océano Pacífico y, tentativamente, cuantos serian de la categoría del Otis.

Queda claro que fallaron los comités de protección civil de los 3 órdenes de gobierno en sus funciones esenciales, si es que existen, pero también los organismos empresariales que no se preocuparon en advertir de la tragedia, desde luego que si suspendían vuelos y paquetes a turistas no les convenía, por ello fueron omisos ante lo inminente, no solo con sus huéspedes turistas que son su gran negocio, también con sus empleados y con sus propiedades o su patrimonio que son los hoteles y todo los negocios colaterales turísticos.

En el reparto de los daños y culpas, el hubiera no existe, Sin embargo, ahora, ante esa omisión de todos los involucrados, los daños son impagables por las aseguradoras; el gobierno federal a estas alturas del sexenio de AMLO ya no tiene dinero, porque todo se lo ha gastado en sus obras. 

Acapulco ya no será el mismo luego del paso de Otis como no lo ha sido Cancún después de Wilma, la ciudadanía tiene y debe exigir a sus representantes y gobiernos cuentas por que si bien es cierto, los fenómenos “no tienen  palabra de honor” en cuanto a la ruta que sigan y la intensidad que alcancen, estos fenómenos con una cultura de prevención ocasionan un daño mucho menor al que hoy vemos en Acapulco.  

En el recuento de los daños, en todos lados lo primero que se documenta es la mezquindad de los políticos, eso sí, es el denominador común en ocasiones aunque no pegue el huracán, los partidos políticos hacen su agosto, con el sufrimiento y desgracia que con su omisión provocaron mas no con el fenómeno hidrometeorológico en sí.

Así como los gobiernos federal, estatal y municipal tuvieron la información de la magnitud de Otis, al menos 21 horas antes, como lo advirtió el Centro Nacional de Huracanes (EEUU), la iniciativa privada, principalmente las cadenas hoteleras cuentan con información privilegiada sobre el clima, porque esa información no solo la usan para sus ventas, sino para dar el contexto ambiental en sus reportes a las bolsas de valores. Tanto el gobierno como las empresas tuvieron información privilegiada sobre la magnitud del fenómeno que se acercaba y no quisieron hacer nada.

Ante la falta de acciones de prevención, el número de personas fallecidas al menos es de 45 y de 47 el de personas desaparecidas; los daños materiales de manera preliminar se han estimado en 15 mil millones de pesos. En esta catástrofe se encuentra una población que ahora se ha quedado sin viviendas, sin servicios básicos, sin trabajo y una clase política que busca dirimir sus diferencias en el escenario de la catástrofe, sin tomar en cuenta que hay miles de familias viviendo un dolor de perdida y abandono gubernamental.

Graciela Machuca

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