El hartazgo y la indiferencia del pueblo de México ante las elecciones del 2 de junio 

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Necesariamente Incómoda

Graciela Machuca Martínez 

Solo faltan cuatro meses y unas cuantas horas para que se desarrollen las elecciones del próximo dos de junio en todo el país, sin embargo, en Quintana Roo las cosas no pintan bien para la sociedad, porque las opciones partidistas y plataformas electorales están para llorar, en el panorama político-electoral no se ve pluralidad ni diversidad, solo un aire de absolutismo que vislumbra un futuro incierto.

No se trata de decir que los tiempos pasados fueron mejores para el país, porque si el electorado voto por la 4T en el 2018, fue porque el PRI y sus aliados permanentes, así como el PAN al lado de PVEM se encargaron de destruir gran parte de las instituciones que el pueblo de México fue construyendo poco a poco, a partir del periodo postrevolucionario.

Una consecuencia de la Revolución de 1910 y que tomó vigor en la Constitución Federal de 1917 fue la figura de la división de poderes, a partir de que se consagró y reafirmó que México es una federación, al pueblo de México le costó sangre y sufrimiento constituir a los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, mismos que la clase política llamada revolucionaria se encargó de ir moldeando a su imagen y semejanza, de allí las facultades omnímodas de las que se fue allegando el titular del poder ejecutivo en turno.

El desequilibrio en la división de poderes se convirtió en una doctrina ideológica y en una herramienta institucional de la clase política que gobernó al país durante más de siete décadas desde el Partido Revolucionario Institucional (PRI), hasta que a principios de la década de los noventa se constituyó un Congreso de la Unión con fuerte presencia de la oposición que surgió de la unión de movimientos sociales de izquierda y con antecedentes desde los años setenta y un grupo de priistas inconformes con su partido como Cuauhtémoc Cárdenas Solorzano y Porfirio Muñoz Ledo, quienes ni tardos ni perezosos, se adjudicaron la dirigencia de la inconformidad social y política del país, que tuvo como una de sus causas el fraude electoral que cometió el Estado priista en 1988, cuando Carlos Salinas de Gortari le arrebató la presidencia al líder opositor Cuauhtémoc Cárdenas y cuyo artífice de esa desgracia nacional fue Manuel Bartlet Díaz, ahora demócrata director de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, bajo la justificante que se le cayó el sistema en aquella ocasión.

El Congreso de la Unión de principios de los años noventa, se constituyó con aquellos diputados y senadores de la mayoría priista, pero con la participación de una férrea oposición del Partido de la Revolución Democrática, quienes en su mayoría llevaron a la tribuna y a su quehacer legislativo y político la experiencia de muchos años de lucha y la representación de cientos de sus compañeros asesinados durante los gobiernos priistas, incluido el del aún presidente Carlos Salinas de Gortari.

Quienes han seguido la historia reciente de este país se han de acordar de los más de 700 perredistas que murieron en los últimos cuatro años del gobierno salinista, en su mayoría líderes naturales, dirigentes agrarios y activistas de izquierda que fueron ejecutados extrajudicialmente, porque no aceptaron las componendas que el priismo le proponía a la incipiente, pero vigorasa oposición, la cual por primera vez tenía el respaldo de la ciudadanía.

Llegó el gobierno de Ernesto Zedillo Ponce de León, quien aprovechó la confrontación formal del perredismo con Salinas de Gortari, a quien culpó de la crisis económica del país en 1995, para empezar a realizar alianzas con priistas que empezaban a engrosar las filas del Partido de la Revolución Democrática, como el dinámico e iracundo tabasqueño Andrés Manuel López Obrador, de quien los anales de la historia tienen registrado su participación en la vida política y en los acuerdos y jugadas de doble banda durante la última administración federal del Siglo XX, que le dio paso a un gobierno del panismo, desde luego apoyado por el hartazgo del pueblo de México a consecuencia de las aberraciones gubernamentales del PRI, cuyos herederos ahora dicen que si saben gobernar y que tienen experiencia en ello, pero se les olvida, que hace, apenas 24 años, perdieron la presidencia de México, porque la sociedad ya no les permitió seguir con la farsa.

En el año 2000 llegó el panista Vicente Fox Quesada encabezando el llamado gobierno del cambio, pero mucho antes que terminara su gobierno, la sociedad mexicana se dio cuenta que el cambio real solo estuvo en el discurso político institucional, porque la estructura gubernamental y burocrática del PRI, apoyada por los mismos grupos económicos del país que le apostaron a un cambio de gobierno, pero de nombre, porque ni el entonces presidente de la república renunció a sus facultades todopoderosas ni ellos dejaron los millonarios negocios que venían haciendo con los gobiernos priistas.

Durante los comicios presidenciales del 2006, el Partido Acción Nacional y el Partido Verde Ecologista de México, volvieron a ganar las elecciones porque tuvieron a su disposición el millonario presupuesto de los programas asistenciales, herencia del priismo, pero fortalecidos con la pensión a los adultos mayores, decretada por el gobierno de Vicente Fox Quesada.

Sin embargo, seis años más tarde, para el año 2012, el electorado mexicano ya estaba desilusionado del Gobierno del Cambio, debido a las fallidas estrategias de Felipe Calderón Hinojoza para combatir al crimen organizado, porque durante ese sexenio se incrementaron drásticamente las cifras de homicidios dolosos, las desapariciones de personas, incluidas las desapariciones forzadas, por lo que la comunidad internacional presionó al gobierno panista para cambiar de rumbo, pero ni la presión externa, ni la interna lo hicieron mover el timón.

Sabedor de la debacle electoral del PAN, el Partido Verde Ecologista de México abandonó el barco cuando se estaba hundiendo y fue a ofrecer sus servicios al mediático aspirante priista a la presidencia de la República, al mexiquense Enrique peña Nieto y en alianza llegaron a la presidencia de la República.

Tanto los gobiernos de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña tuvieron serias dificultades para mantener de manera permanente la mayoría calificada en el Congreso de la Unión, por lo que sus reformas constitucionales las sacaron comprando los votos de la oposición, el PAN logró convencer a perredistas y priistas para romper el equilibrio de la división de poderes; luego, la tarea le correspondió al PRI, hacerle “manita de puerco” a perredistas y panistas para sacar adelante las reformas estructurales de peña Nieto.

Mientras esto sucedía en el país durante los primeros 18 años del Siglo XXI, Andrés Manuel López Obrador se convenció que dentro de las filas del PRD ya no tenía esperanza de llegar a ser candidato a la presidencia de la república, por lo que optó por independizarse y crear su propia marca y fundó el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), proyecto político que recibió a todo tipo de personajes de la política que ya habían cumplido su ciclo en sus partidos de origen.

El éxito de MORENA como movimiento político y después como partido, fue que el electorado se había hartado del PRI, del PVEM, del PAN y del PRD, porque las cúpulas partidistas se convirtieron en guardianes de sus propios intereses y se olvidaron de las plataformas electorales y de las necesidades reales del pueblo de México.

Por costumbre, el PVEM, al ver que la imagen del entonces presidente de la república, Enrique Peña Nieto y de lo que quedaba del PRI iba a la baja por asuntos como la Casa Blanca, la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa, volvió a salir corriendo antes que el barco se hundiera y se sumó al carismático Andrés Manuel López Obrador, cuyo único objetivo era llegar a ser presidente de México y por ello aceptó en su movimiento a todo tipo de personas, con la única condición que llevaran votos y recursos económicos para financiar sus campañas.

El primero de julio de 2018, Andrés Manuel López Obrador y MORENA ganan la presidencia y empieza una era de incertidumbre y destrucción de instituciones, que habían pasado las debacles de los gobiernos priistas y panistas. 

Llegan las elecciones presidenciales del 2 de junio de 2024 y no solo se disputarán la presidencia de la república, sino el Congreso de la Unión, congresos estatales, presidencias municipales y algunas gubernaturas, desafortunadamente no hay competencia electoral, solo se observa un México gobernado por el absolutismo. Sólo el equilibrio en la división de poderes permitirá a México, salir adelante de este gran bache que durará hasta el año 2030, porque López Obrador tiene todo el presupuesto de la federación, estados y municipios para ganar los comicios. La mayoría calificada en el Congreso de la Unión y en los congresos estatales permitirían que el país llegue a salvo en seis años. El electorado, tiene la palabra.

Graciela Machuca

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