C ARISTEGUI: «¿Violencia bajo pedido?»

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La conmemoración del 45 aniversario de la matanza de Tlatelolco estuvo marcada por diferentes elementos que concurrieron en las calles.

El primero y principal fue el espacio ocupado por miles de estudiantes, antiguos integrantes del movimiento del 68, electricistas, maestros y ciudadaní­a en general que marcharon para recordar a las ví­ctimas de la represión gubernamental. Fue una marcha para reivindicar, in situ, el derecho a la manifestación; un llamado a ”romper el miedo» -como promovió Artí­culo 19- y para ejercer la libertad de expresión.

La acción represiva y criminal que mató a los jóvenes en Tlatelolco -junto con otros acontecimientos- dio pie a un proceso largo y sinuoso que colocó el tema de la democracia y el respeto a los derechos humanos como ejes principales de la mayor parte de las batallas sociales, polí­ticas y jurí­dicas de las últimas décadas. Los miles en la marcha estaban ahí­, también, para recordarle a la sociedad y al Estado mexicano que el camino autoritario, totalitario y represivo no va más con una sociedad que no está dispuesta a ceder en los terrenos ganados.

Un segundo elemento que marcó la marcha fue la enorme presencia policiaca -con efectivos de la Ciudad de México- y policí­as vestidos de civil, cuya adscripción no quedó evidenciada. Para las autoridades capitalinas el despliegue se justificó por los riesgos de violencia que pudiera presentarse, y se presentó. Hubo más de 30 policí­as lesionados y una cifra indeterminada de manifestantes, periodistas, fotógrafos, camarógrafos, transeúntes agredidos y un puí±ado de detenidos.

La violencia contra los policí­as es inadmisible, al igual que la brutalidad policiaca.

A través del ”nuevo actor» que son las redes y la comunicación ví­a internet han circulado fotos y videos que dejan en evidencia la actuación desmedida de los policí­as.

Ahí­ está el video de la agresión de granaderos en contra de gente que se encuentra en un estacionamiento. Indigna, especialmente, este video, porque se muestra que no importó a los agresores que estuvieran ahí­ dos pequeí±as nií±as a las que se les ve llorosas y con pequeí±as heridas en sus piernas. Mujeres y hombres reclamaban a los policí­as las agresiones.

Varios periodistas y medios fueron agredidos. Artí­culo 19 identificó que el 80% de estas agresiones las cometieron policí­as y el resto agresores encubiertos. Circulan, por ejemplo, dos imágenes del fotógrafo Arturo Ramos, de la agencia ”librefoto», con su testimonio sobre los daí±os que sufrió ”a consecuencia de una pedrada arrojada por policí­as… la agresión fue directa a mi persona cuando intentaba tomar una fotografí­a de ellos arrojando piedras sobre los manifestantes».

El tercer gran elemento son los llamados ”anarquistas». Estos muchachos se han convertido en parte de la fórmula: manifestaciones nutridas, presencia policiaca inusitada, encapuchados violentos, detenciones indiscriminadas. Tal como ocurrió el 1o. de diciembre en la toma de protesta de Enrique Peí±a, los provocadores e infiltrados generaron violencia, desazón e incertidumbre, tanto entre los participantes de la marcha como entre los espectadores. Como entonces, ahora se observó la acción indiscriminada de la policí­a. En diciembre se detuvo hasta al bolero de Bellas Artes, pero se dejó actuar a los que destrozaban vitrinas. En este patrón de conducta, los muchachos encapuchados hacen gala de histrionismo cuando las cámaras apuntan.

La repetición de estas conductas que involucran a autoridades y ”agentes externos violentos» recuerda tiempos que se creí­an idos.

Héctor Serrano, secretario de Gobierno del DF, respondió a la pregunta ¿quiénes son, realmente, estos jóvenes que provocan violencia calculada y deliberada? Los mismos que trataron de infiltrarse a las filas de los maestros o a las de los estudiantes que marchaban y que fueron rechazados por ellos.

Serrano desglosó en tres grupos la respuesta, resumo mi comprensión: 1) aquellos que estrictamente responden a una ideologí­a anarquista radical que reivindica procedimientos violentos, 2) aquellos que pudieran estar patrocinados por alguna o algunas fuentes de poder que enví­an estos grupos de choque para crear confusión, miedo y desalentar a la ciudadaní­a a participar en manifestaciones, 3) los que, ya estando en el lugar de los sucesos, se ven contagiados y se hacen partí­cipes de las confrontaciones

Serrano dijo que la actuación de estos encapuchados violentos deberá ser investigada por la Procuradurí­a. Es lo menos que se esperarí­a de un gobierno de izquierda, ante lo que parece ser una violencia por pedido.

Graciela Machuca

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