”Queremos paz y agua para toda la gente»

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*México libera por falta de pruebas a dos activistas indí­genas encarcelados hace casi tres aí±os

*La acusación de un delito menor ocultaba un conflicto por el agua en el centro de México

México, D. F.- ”No estamos enfadados», dice tranquilo, por teléfono y ya en libertad, Pascual Agustí­n Cruz, liberado por falta de pruebas este miércoles junto a José Ramón Aniceto Gómez. Los dos activistas indí­genas llevaban dos aí±os y 10 meses en la cárcel por un delito menor que, de fondo, tení­a un conflicto por el agua en la comunidad de Atla, en el centro de la República. Pascual, de 49 aí±os, y José Ramón, de 65, se disponen a volver a casa sin decidir si volverán a la carga por el acceso público al agua. ”Queremos paz y agua para toda la gente», resume renqueante Pascual (su lengua materna es el náhuatl y la mayor parte del espaí±ol lo aprendió en prisión).

La Suprema Corte ordenó este miércoles la liberación de los dos únicos presos de conciencia de México —así­ los considera Amnistí­a Internacional (AI)-. Los dos indí­genas, lí­deres de esta comunidad nahua, de unos 2.000 habitantes, trabajaban en un programa de universalización del agua potable que chocaba con los intereses de un grupo dedicado a la venta del agua. Tras un confuso accidente en el que, según su defensa, unos aliados del cacique del pueblo los intentaron atropellar, ambos fueron acusados del robo con violencia del vehí­culo y condenados a cumplir siete aí±os en un penal de media seguridad del municipio de Huauchinango, a unas dos horas de su pueblo. La Suprema Corte ha reconocido ahora la falta de pruebas. Aunque la sentencia todaví­a no es pública, en la decisión también parecen haber pesado otras irregularidades, como la ausencia de traductores y abogados que hablaran la lengua nativa de los acusados.

”Esas personas son caciques y no les gustaba que nosotros hiciéramos trabajo para todo el pueblo. El agua es para todos. El poquito dinero de impuestos que estamos pagando es para todos», reivindica Pascual. Frente al acceso gratuito que garantizaban las subvenciones de distintos gobiernos, asegura la abogada, el cacique cobraba a sus paisanos hasta 5.000 pesos (unos 300 euros) por toma.

Ahora a Pascual y a José Ramón les toca volver a Atla. ”No tienen deseo de venganza», subraya Araceli Olivos, abogada del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustí­n Pro Juárez (Centro PRODH). Lo primero que harán, dice Pascual, es ”trabajar en la siembra». Porque él tiene seis hijos, y José Ramón, ocho, y durante los tres últimos aí±os no hubo dinero para ayudar a la familia, de pocos recursos. En la cárcel, los dos cosí­an balones. Cobraban seis pesos (unos 35 céntimos de euro) por unidad, y conseguí­an hacer dos al dí­a. ”A veces necesitábamos jabón, o papel higiénico, o se nos antojaba un cafecito, o leche. Pero no alcanzaba», recuerda Pascual. ¿Y si no alcanzaba, qué? ”Nos daban ranchito, pero no es lo mismo». Pascual dice, escueto, que pasaron hambre. Y que sus familias, que no los podí­an visitar a menudo, ”hasta lloraban».

El caso fue llevado ante la Corte Suprema por los abogados del Centro PRODH, quienes presentaron este último recurso directo de amparo. Amnistí­a Internacional, que recogió unas 30.000 firmas por la liberación, ha subrayado que ”estos tres aí±os de injusticia son el reflejo de un débil sistema judicial, que lejos de garantizar seguridad y justicia se presta a perseguir a personas únicamente por el hecho de luchar por sus derechos». «Lo más preocupante es que los fallos que caracterizaron este caso, lejos de ser desafortunadas excepciones, parecen más bien ser problemas estructurales caracterí­sticos del sistema de justicia en México», ha denunciado Alberto Herrera, director ejecutivo de AI México, en un comunicado.

Amnistí­a Internacional y el centro PRODH insisten en que el delito no existió. ”Un paí­s en donde un caso fabricado de manera tan absurda tiene que llegar hasta la Suprema Corte para aspirar a un veredicto con justicia, es un paí­s donde la justicia es poco más que un sueí±o. Es momento de que las autoridades mexicanas tomen las medidas necesarias para evitar que esto continúe perpetuándose», ha asegurado Herrera, que insta a las autoridades judiciales a que revisen otros casos parecidos. En marzo, sin ir más lejos, hubo otra historia similar: una mujer indí­gena, Adela Ramí­rez, fue liberada en Chiapas tras siete aí±os de cárcel por un juicio en el que no contó con intérprete a pesar de que no hablaba espaí±ol.

Graciela Machuca

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