Sanjuana Martinez

En los primeros 32 dí­as de gobierno de Enrique Peí±a Nieto, la cifra de mil muertos llega con el claro mensaje de que, en el México del PRI, casi nada va a cambiar. Pareciera que el seí±or Peí±a sigue pensando que a los 100 mil muertos registrados durante el gobierno de Felipe Calderón, hay que aí±adirle los mil muertos de diciembre.

En realidad, todos caen bajo su responsabilidad; los primeros porque son su herencia y el resto por obvias razones. Y es que el gobieno peí±anietista ha iniciado su gestión sin una estrategia definida de seguridad. Ha preferido continuar la polí­tica fracasada de Calderón y claro, estos son los terribles resultados.

Si durante el primer mes de su gobierno, Calderón registró 92 asesinatos, Peí±a lo ha superado con creces. No hay ninguna esperanza de cambio, mucho menos de control y manejo de la crisis de seguridad que padecemos. En México se sigue ejecutando, secuestrando y torturando todos los dí­as.

El Ejército y la Marina siguen en la calle combatiendo al crimen organizado, pero también cometiendo todo tipo de atrocidades, mimetizados con los criminales que persiguen. La militarización ha aumentando de manera alarmante la criminalidad. El dasastre de miles de corporaciones policiacas sigue generando caos, corrupción e impunidad. Las policí­as no han logran tener el control de las ciudades. Por el contrario, los cárteles de a droga dominan zonas rurales y cuentan con estados que funcionan bajo su mando.

A raí­z del cambio de gobierno, los cárteles iniciaron una guerra encarnizada por la repartición del territorio mexicano. En este momento, hay un reacomodo de fuerzas para controlar las distintas plazas. Lo que está claro es que el crimen organizado no respeta al nuevo inquilino de Los Pinos.

Para los cárteles de la droga está claro que el cambio de gobierno significa solo continuidad. Y aunque el seí±or Peí±a ha anunciado la creación de una Gendarmerí­a Nacional, al crimen organizado parece no afectarle porque su actividad sigue intacta.

No hay arrestos de grandes capos, no hay incautación de droga, ni existen operativos para combatir su poderí­o. En los cinco estados con mayor número de muertos: Sinaloa con 127, Coahuila 98, Jalisco 85, Nuevo León 75 y Chihuahua 69, los distintos cárteles: Sinaloa, Zetas, Golfo, Pací­fico, Beltrán Leyva, Familia Michoacana, entre otros, intentan obtener arreglos con los distintos gobiernos estatales y municipales; acuerdos que están generando una nueva geografí­a de la actividad del crimen organizado.

Si durante el gobierno de Calderón el capo del sexenio fue ”El Chapo» Guzmán, pronto sabremos quién recibirá tan honorable tí­tulo; o si bien, el lí­der del cártel de Sinaloa seguirá recibiendo los beneficios de la protección del Estado mexicano y su respectiva alianza en las multimillonarias ganancias del tráfico de droga. La desaparición de la Secretarí­a de Seguridad no ha dado ningún resultado en la disminución de la violencia.

Se supone que el reforzamiento de la Secretarí­a de Gobernación y la Procuradurí­a General de la República iba a dar resultados de manera inmediata. Lo que sí­ funciona muy bien es el aparato mediático de Peí±a Nieto. Su gobierno se ha dado a la tarea de informarnos que en el primer mes de su gobierno abatieron a 69 ”delincuentes» y lo pongo entre comillas, porque ya se sabe que el código de las Fuerzas Armadas mexicanas es primero matar y luego averiguar.

Los llamados enfrentamientos entre fuerzas de seguridad y criminales siempre dan como resultado la muerte de los supuestos ”criminales» y ningún elemento del Estado. Sobre los 854 ”delincuentes» detenidos en el primer mes, habrí­a que ver si realmente permanecerán en prisión, ya que la experiencia calderonista nos ha demostrado que casi el 80 por ciento de los detenidos, así­ como entran, salen de prisión por supuesta ”falta de pruebas».

Además, ya sabemos que más de la mitad de los presos no han sido sentenciados y una buena parte de ellos fueron torturados para que firmaran sus declaraciones de culpabilidad. En definitiva, las estadí­sticas oficiales son débiles ante la cifra contundente de los mil ejecutados.

La relevancia que el gobierno pretende darle a la Secretarí­a de Gobernación, tí­pica de los regí­menes del PRI, que normalmente la convierten en la Gestapo, esta vez se traduce en asumir el mando de la estrategia de seguridad, algo que evidentemente no percibimos en los resultados que huelen a fracaso. El dí­a que en México no haya ejecutados, entonces diremos que la estrategia del seí±or Peí±a ha triunfado.

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Graciela Machuca

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