Martí­nez Verdugo, «pieza clave» en la democracia de México.

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Dirigente histórico de la izquierda nacional; reformador del Partido Comunista Mexicano (PCM), al que siempre se esforzó por mantener independiente de la lí­nea soviético-estalinista; ex candidato presidencial por el Partido Socialista Unificado de México (PSUM) y pieza fundamental en el comienzo de la transición democrática del paí­s y la unificación de las fuerzas progresistas, Arnoldo Martí­nez Verdugo murió la tarde de ayer en su casa de Tlalpan, a los 88 aí±os, ví­ctima de una larga enfermedad y con la convicción de que llegará el momento en que los pueblos emprenderán una nueva ofensiva que ponga fin al periodo de dominación de la propiedad privada, que hoy se presenta como una fatalidad histórica.

Apenas el pasado 10 de enero, durante un homenaje que le hizo la delegación Tlalpan, dos dí­as antes de su cumpleaí±os, los presentes —entre quienes se encontraba Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano— exclamaron a su llegada: ¡Se ve, se siente, Arnoldo está presente!

Y Martí­nez Verdugo, también ex legislador y ex delegado de Coyoacán por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), les compartirí­a poco después: Todo lo que he hecho a lo largo de mi vida fue con convicción. Les plantearí­a además:Nuestro proyecto polí­tico tiene que ir más allá de la polí­tica. Debemos confirmar nuestro liderazgo ideológico y promover una profunda transformación de la sociedad.

Su vocación unificadora de movimientos democráticos, socialistas, de izquierda y progresistas, dijo Cárdenas en esa ocasión, es hoy muy necesaria para acumular fuerzas y transformar el paí­s. A su vez, el antropólogo Roger Bartra Bartra —en un texto que envió a la ceremonia— se refirió a la falta de una biografí­a amplia acerca de Martí­nez Verdugo, cuyo papel democratizador equiparó con el de los dirigentes Enrico Berlinguer, de Italia, y Santiago Carrillo, de Espaí±a.

El investigador criticó además que en la historia de la izquierda mexicana Martí­nez Verdugo sea una figura olvidada por muchos, pese a serpieza clave para entender la transición a la democracia. Dijo que fue un dirigente comunista que, en contraste con la tradición estalinista, renunció a ser objeto de cualquier clase de culto a la personalidad y se escondió detrás de la máscara gris y opaca de su posición como secretario general del PCM.

Originario de Pericos, municipio de Mocorito, Sinaloa, Martí­nez Verdugo fue obrero en su estado natal y en la ciudad de México, adonde vino para estudiar un tiempo en la Escuela de Pintura y Escultura La Esmeralda, en la que fue ayudante de Miguel Covarrubias, cuando éste pintó dos murales en el desaparecido Hotel del Prado.

Ya radicaba en la ciudad de México cuando, en 1946, al final del sexenio de Manuel ívila Camacho, ingresó al Partido Comunista Mexicano (PCM), donde más tarde empezarí­a su liderazgo. En 1959, en el contexto nacional de los movimientos magisterial y ferrocarrilero, y de un férreo control y represión por parte de los gobiernos prií­stas, así­ como de la guerra frí­aentre los bloques encabezados por Estados Unidos y la Unión Soviética, los compaí±eros de Martí­nez Verdugo lo eligieron como miembro del secretariado colectivo del partido.

En 1963, al final del gobierno de Adolfo López Mateos, fue nombrado secretario general del Comité Central, cargo en el que fue relecto hasta 1981, cuando el lí­der izquierdista encabezó el proceso de transformación que desembocarí­a en la fusión del PCM con el Partido Socialista Revolucionario, el Movimiento de Acción Polí­tica, el Movimiento de Acción y Unidad Socialista, el Partido del Pueblo Mexicano y el Movimiento de Acción Popular para dar origen al Partido Socialista Unificado de México (PSUM), del que serí­a candidato presidencial en 1982, aí±o en el que recorrerí­a todo el paí­s en el autobús El Machete, nombre del reconocido periódico del PCM.

Durante la invasión soviética a la antigua Checoslovaquia, en 1968, para terminar con la llamadaPrimavera de Praga, Martí­nez Verdugo y el PCM se opusieron a esa acción, con lo que se convirtieron en el único partido comunista de América Latina en tomar esa posición crí­tica.

Graciela Machuca

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