Ramón Alberto Garza

Reporte Indigo

Cuando el 11 de mayo de 2012 el candidato priista Enrique Peí±a Nieto acudió a la Universidad Iberoamericana, pocos imaginaron que lo que ahí­ ocurrirí­a sacudirí­a la elección presidencial.

Y es que cuando estudiantes de esa institución privada protestaron con máscaras de Carlos Salinas, en una universidad en donde despacha su exvocero presidencial, no faltó quien dijera que eran infiltrados.

Un original video de 131 estudiantes que daban testimonio de su participación en la protesta, se encargó de desmentirlo. Y en ese instante emergió ese número mágico con el que miles de ciudadanos reclamaron su lugar en la protesta: el 132.

En ese momento nació el primer movimiento de protesta virtual en México, a través de las redes sociales de Facebook y Twitter. Y prendió el #YoSoy132.

Cada mexicano indignado por la manipulación polí­tica se sentí­a un #YoSoy132. Todos los que buscaban una apertura mediática se tatuaban el #YoSoy132.

En unas semanas su difusión viral logró abrir espacios mediáticos que se decí­an cerrados, a transmitir el debate de los candidatos a la presidencia. Y sus demandas, al igual que sus logros, se hicieron escuchar en todo el mundo. Habí­a presagios de una Primavera Mexicana.

Pero lo que despuntó como un esperanzador despertar ciudadano, terminó sofocado en un asambleí­smo pseudo democrático, reventador, en el que la anarquí­a de visiones desarticuló su destino. Después del 2 de julio del 2012 nadie podí­a definirle un rumbo.

Y el #YoSoy132 se faccionó. Los que buscaban un movimiento más profundo, serio e incluyente se vieron rebasados por quienes aparecí­an como anarquistas y perturbadores. Un zapatismo digital.

Otros fueron seducidos por los mismos a los que criticaban. Les dieron espacios a la sombra para inhabilitar el estandarte de la manipulación y la censura. Creyeron, Cayeron y callaron.

Por eso cuando a un aí±o de distancia uno se asoma a ver lo que queda o en lo que se transformó aquel #YoSoy132, nadie acierta ni a definirlo ni a defenderlo.

Lo único rescatable, acaso, es la certeza de que la indignación polí­tica subsiste a flor de piel en millones de mexicanos. Y eso incluye el repudio a la corrupción y a la impunidad, el rechazo a la manipulación mediática.

Por eso hay que entender que #YoSoy132 fue apenas el incipiente primer aviso de una nueva generación que reclama un espacio que, al menos hasta hoy, nadie les reconoce.

¿O es que acaso en el nuevo gabinete se asoma algún rostro que pueda ser interlocutor confiable con esa nueva generación inconforme?

Rescatemos, relancemos o reciclemos el #YoSoy132. Aún es tiempo.

Graciela Machuca

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