¿Quién era el misterioso coleccionista que atesoraba el arte robado por los nazis?

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Londres (CNN) – Ha sido uno de los descubrimientos artí­sticos que más sorprendió al mundo: más de 1.400 obras de arte, muchas de ellas obras maestras, escondidos desde hací­a más de 70 aí±os, halladas en un apartamento anónimo en un lujoso barrio alemán. El gran alijo incluye pinturas de artistas como Picasso, Matisse y Chagal, algunos desconocidos, otras que se creí­an perdidas para siempre. Su valor se calcula que es más de 1.000 millones de dólares. La gran mayorí­a obras robadas por los nazis. ¿Pero quién era el misterioso coleccionista que las atesoró durante siete décadas?

Las autoridades fiscales alemanas hicieron el hallazgo el aí±o pasado, en febrero de 2012, cuando allanaron la propiedad en el distrito de Schwabing, en Múnich, como parte de una investigación sobre evasión de impuestos, pero su existencia se mantuvo guardada en secreto celosamente hasta esta semana.

El apartamento donde estaba escondido el botí­n pertenece a una persona de 80 aí±os, amante del arte llamado Cornelio Gurlitt; desde que aparecieron las obras se ha esfumado, dejando a sus familiares y vecinos tan aturdidos como al resto del mundo tras conocerse su tesoro escondido en una aparentemente modesta casa.

«Para mí­ era un «llanero solitario», dice su primo Ekkeheart, quien vio por última vez Gurlitt hace más de 30 aí±os, y ahora vive en Espaí±a. «No tení­a amigos. Era muy extraí±o. La única cosa que creo que le interesaba era su pintura».

Ekkeheart Gurlitt le recuerda como «un hombre muy elegante», siempre impecable, que lleva un bastón de marfil, y siempre con un aire de misterio a su alrededor.

«Nunca dejaba entrar a nadie a su piso», dijo a CNN. «Cuando nos reuní­amos con él siempre era en algún lugar elegante… nunca en su casa. Yo le preguntaba ¿pero por qué no podemos quedar allí­, y él respondí­a: «No, no, no es posible».

«Así­ que por supuesto piensas, que quizá tenga algunos secretos que ocultar, si eres un hombre misterioso, la gente imagina todo tipo de cosas sobre ti», explica. Asegura que la familia sabí­a que Gurlitt trabajó como restaurador de arte, pero insiste en que no tení­an ni idea del tesoro de pinturas que habí­a recaudo. «Sabí­amos que estaba restaurando cuadros, pero pensamos que tal vez tení­a 100 o así­ … Se veí­a que entraban pinturas y salí­an, así­ que la gente no preguntaba, pero nadie imaginaba, ni siquiera nosotros, que tuviera 1.400 además de fotografí­as. «Y en un apartamento de 90 metros cuadrados, ¿¡se imaginan!? Nadie lo habí­a visto porque nunca permitió a nade entrar».

Según los controles de registro realizadas por los Asociados Paladin y vistos por CNN, el apartamento Munich no es la única propiedad de Gurlitt. í‰l y su hermana Benita también poseen otra casa en un suburbio elegante de Salzburgo, Austria.

Cuando CNN visitó la casa esta semana, nadie respondió a la puerta C, pero un vecino dijo que no habí­a visto a Gurlitt desde hací­a muchos aí±os. Lo recuerda como un hombre solitario, al parecer obsesionado con el arte.

«Nunca saludaba a nadie y siempre iba solo en su coche» explicó el vecino a CNN. «Parecí­a estar siempre de mal humor y nunca le vimos en público. í‰l siempre entraba rápidamente a su casa y nunca vimos que viniera ningún visitante».

Mientras Gurlitt parece haber vivido una vida en gran parte en secreto durante décadas, su padre Hildebrand, quien se cree que fue quien acumuló la enorme colección de pinturas, era muy conocido en el mundo del arte alemán de los aí±os 1930 y 1940.

Según declaraciones que Hildebrand Gurlitt dio a los aliados en junio de 1945, los nazis le habí­an contratado para comprar arte. Anteriormente habí­a perdido dos empleos -primero como director de la galerí­a de arte de la ciudad de Zwickau, en la parte Este de Alemania, y luego como presidente de la Asociación de Arte de Hamburgo- debido a su herencia judí­a.

Documentos publicados en lootedart.com, la página web del Registro Central de Información sobre Bienes Culturales saqueados entre 1933-1945, revelan que las fuerzas aliadas confiscaron más de 100 obras de arte de Hildebrand en las secuelas de la Segunda Guerra Mundial.

Las piezas — con obras de Henri Matisse, Pablo Picasso, Gustave Courbet, Jean-Honore Fragonard y Edgar Degas- fueron luego devueltas después de que Hildebrand negara rotundamente las creencias nazis e insistiera en que las pinturas y otros objetos artí­sticos eran propiedad legal de su familia.

En una lista de control que forma parte de su declaración a los aliados, se asegura que Hildebrand posen un cuadro de Picasso «comprado al artista» en Parí­s en 1942 por 60.000 francos, mientras que una obra de Chagall se dice que es una «antigua posesión de mi hermana».

El inventario de 1945 y otras listas compiladas por Hildebrand en la aplicación de la recuperación de su colección también incluye varias piezas de condenados por «degenerados» por los nazis: Otto Dix, Emil Nolde, Max Beckmann y George Grosz.

En declaraciones que respaldan sus llamadas a la devolución de las obras, varias personas escribieron el interés de Gurlitt en el arte prohibido bajo el régimen nazi.

En una carta fechada en marzo de 1946, Friedrich Schreiber- Weigand, director de la colección de arte de la ciudad de Chemnitz, en el este de Alemania, informó de que Gurlitt «se puso del lado de los «artistas condenados por degenerados» y salvado de la destrucción muchas obras maestras de este tipo llevándolas a manos privadas».

Hildebrand finalmente logró el retorno de sus obras de arte en 1950-1951. Murió pocos aí±os después, en 1956, dejándolas — junto con cientos de otras piezas- en manos de su hijo. Su origen no está claro.

Cornelio Gurlitt parece haber guardado la colección ferozmente, manteniéndolo fuera de la vista durante décadas.

«Podrí­a haberlos vendido a un hombre rico, o hecho una fundación, o ofrecérselas a un museo», dice su primo Ekkeheart. «Tení­a obras de Picasso, de Otto Dix, de Marc Chagall, todo. Podrí­a haberlas vendido si estaba interesado en hacer dinero…»En cambio prefirió ser alguien que tení­a algo único. Y no estaba dispuesto a mostrar estos tesoros, sus tesoros, sus bebés, que no querí­a mostrar a nadie», concluye el primo.

Graciela Machuca

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