La vida humilde y sencilla de un reportero secuestrado

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La casa de Goyo
«¢Le regalaron el terreno para construir su casita
«¢Compró un burrito para las fotos con nií±os
«¢Su esposa también toma fotos de sociales

Por: Juan José Barragán/Blog Expediente/ en Misión Especial

Coatzacoalcos, Veracruz; 11 de febrero, 2014.— Son apenas 10 por 20 metros, en un terreno en donde viví­a una familia de seis integrantes, una familia, que aseguran los vecinos, en donde todos son tranquilos, trabajadores, amistosos, una familia que se vio interrumpida por la inseguridad que se vive en Allende, comunidad de Coatzacoalcos y que según los vecinos, desde el sexenio de Fidel Herrera Beltrán, empeoró.

A unos 15 minutos de donde se llega al paso de lanchas, hasta una de las colonias más humildes en la congregación más grande de Puerto México, se encuentra la colonia Ejidal, un predio asentado en una laguna pantanosa, pero que poco a poco fue rellenada, hasta convertirse en el patrimonio de las familias porteí±as.

Son cerca de 20 familias que ya están residiendo de manera formal, en un predio que era propiedad de José Montalvo, pero que en el caso del reportero, le regaló el terrenito, para poder vivir, conocido en Allende, como el fotógrafo del pueblo, ya sea para boda, quince aí±os, desfiles, incluso para fotos tamaí±o infantil.

La energí­a eléctrica, no llegaba hasta esas casas donde, la mayorí­a son de lámina de zinc, piso de tierra, pilares de madera, hasta don Goyo, como lo conocí­an sus vecinos, solicitó una poste, la ampliación de la energí­a eléctrica, para poder tener al menos, una televisión o un radio, para escuchar o ver las noticias, divertirse con las caricaturas o cuando menos entretenerse con las telenovelas.

No tení­a más de tres aí±os y medio de estar viviendo en ese predio, era uno de los habitantes con más aí±os, era un hombre que casi nunca, durante el dí­a, estaba en su casa, andaba en una moto que adquirió seminueva, reporteando, ahí­ mismo en villa Allende, en el Ministerio Público, en Protección Civil, en la Agencia Municipal o buscando las historias que viví­an sus paisanos, dándole voz al pueblo.

El agua potable, no llegaba hasta ese sector, un pozo artesiano, propiedad de la seí±ora Marilu, abastecí­a al menos a cuatro familias, que a diario acarreaban en cubetas, agua para baí±arse, lavar ropa, la cocina, para el aseo personal, todos hasta Goyo, el reportero, el fotógrafo, acarreaba temprano, con ayuda de una carretilla de unas 30 a 40 cubetas de agua, para rellenar un galón de 800 litros.

Teniendo como el trabajo de fotógrafo, su fuerte en la economí­a, empezó a ahorrar, junto con él, su hija, la mayor de su casa, – pues los tres mayores, están casados y ya formaron otra familia — también, salí­a a trabajar para construir poco a poco la vivienda, al principio, tení­an una casita de lámina de zinc, poco a poco hicieron dos cuartos de paredes de concreto, con techo de lámina, ahí­ pasaron todas sus cosas y tiraron la primera casa.

Como pudieron, compraron material, para continuar con otro cuarto, una cocina y la sala, ya estaba la mayorí­a, faltaba el techo, el piso, las ventanas y puertas, que fueron sustituidas por laminas, sostenidas de palos.

El baí±o, es un pequeí±o espacio que da a la parte trasera de la casa, cerca se encuentra una batea, en donde se lava la ropa, los trastes, poco a poco iban comprando sus cosas, dicen los vecinos y amigos, era un hombre que le gustaba ahorrar, siempre decí­a que habí­a que cuidar el dinero, nunca le ha gustado despilfarrar, al contrario, lo poco que tení­a, lo cuidaba con tal que rindiera

Atrás de la casa, quedó amarrado el burro, el que utilizaban para tomar fotos el dí­a de la Virgen de Guadalupe, el 12 de diciembre, ahí­ quedó triste, en espera que sus dueí±o regresen, en su casa tení­a una lona, que guardaba la imagen de la Morenita del Tepeyac, que era el fondo que utilizaba, para retratar a los nií±os vestidos de inditos.

A un lado quedó una galera, que él mismo construyó y en donde queda un patio, donde sacaban los sillones, para después de la comida salir a tomar el fresco, una casa humilde, pero edificada en los pilares más básicos, la confianza, la familia y el respeto.

No habí­a desfile, clausura de las escuelas primarias, que no estuviera presente Goyo, con su esposa Carmen, los dos tomaban fotos, cada quien con una cámara Sony, bien equipada con un flash, ese era su trabajo y lo hací­an con gusto, si no era su hija de 19 aí±os de edad, era el varón de 17 aí±os de edad o el de 14 aí±os de edad, que los acompaí±aba, a tomar los datos de los clientes, para que en los dí­as posteriores, salieran a repartir las fotos y ganarse ahí­, el pan diario.

Pero incluso en su casa, si alguien llegaba a buscarlo, para unas fotos tamaí±os infantil, las tomaba y quizá en una hora después, se las entregaba, tení­a un pequeí±o equipo que adquirió, fruto de su esfuerzo, que revelaba y que le permití­a hacer el proceso desde su casa.

Quienes lo conocen, saben que Goyo, es un hombre que le gusta trabajar, que sale a diario, muy temprano a dejar a sus hijos, tení­a una rutina, que conocí­an sus plagiarios, ir a dejar a sus hijos que cursan la secundaria técnica 73 o el bachillerato en el Cobaev 56, y regresaba a casa a desayunar, para luego salir a reportear, junto con Osvaldo, reportero policiaco, también oriundo de Allende.

Sencillo en la forma de vestir, hace poco su cuí±ado le vendió un automóvil Chevy, modelo atrasado, que utilizaba para ir a dejar a sus hijos a la escuela, el mismo en el que llegó y estacionaba, cuando lo privaron de su libertad, en el se moví­a cuando lo contrataban para tomar fotos de una fiesta, su esposa su eterna acompaí±ante.

Fue hace poco más de dos aí±os, que Gregorio Jiménez de la Cruz, fue invitado por el contador Cano a trabajar al diario La Red, como corresponsal en Allende, aceptó y en los primeros dí­as de trabajo, fue enviado Alfredo Estrella, un reportero de Minatitlán, que le mostró como acudir a las fuentes, hacer las notas y enviarlas desde un cyber café, pues no tiene internet en su casa, a pesar de que lucho para que la empresa Telmex, por la zona donde vive, metiera el servicio telefónico.

Así­ se convirtió en el reportero de Allende, la voz de sus paisanos, hasta otro vecino suyo Osvaldo, empezó a trabajar el diario Notisur, se convirtieron en compaí±eros, amigos, en apoyo uno del otro, así­ continuaron un aí±o, hasta que Osvaldo, fue llamado para cubrir Coatzacoalcos y don Goyo, se quedó solo, pero pronto, llegó la invitación del diario propiedad del corporativo Olmeca, donde en un principio entró con el seudónimo de ”El Pantera», para no ser reconocido en el otro medio, que desde antes enviaba.

Tiempo después, sintió la necesidad de decir la verdad y contó a sus jefes inmediatos, que a demás de que enviaba para La Red, enviaba para el Notisur, no le negaron nada, lo aceptaron y entonces, en ambos medios, salí­a su crédito, quizá con la misma nota, pero diferente redacción.

A pesar de estar dos aí±os, aquí­ en Coatzacoalcos como reportero, dos aí±os antes cuando vivió en Cancún, Quintana Roo, también fue reportero gráfico en el Diario de Quintana Roo, donde aprendió el oficio, ahí­ estuvo dos aí±os, pero a raí­z de que su familia estaba sola en Allende, decidió regresar al terruí±o, pues jamás olvidó sus raí­ces y volvió para hacer algo por su tierra.

Hoy no se sabe nada de su paradero, pero sus vecinos recuerdan bien, que por él, por ser representante de su colonia, llegó la luz, se abrió la calle, que antes era un angosto camino, don Goyo, donde quiera que este, forma parte de las oraciones de sus vecinos, quienes también tienen miedo, pero exigen que regrese vivo.

Graciela Machuca

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