Tení­an los ojos dorados

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Esta es la historia de tres héroes y un marciano. Explotó en agosto de 1955, en un verano de cohetes de plata, planetas rojos y perritos calientes, pero tardó décadas en gestarse. Del resultado, la creación de la editorial Minotauro y la aparición de su tí­tulo fundacional, lasCrónicas marcianas de Ray Bradbury (1920-2012) se cumplen estos dí­as 60 aí±os. Una breve cita del libro —”cuando no se puede tener la realidad, bastan los sueí±os», en la página 168— permitirí­a sintetizar la trascedencia de la efeméride, que cuenta con celebraciones, guií±osonline y una reedición especial del libro, numerada y con diversos extras: prólogos aí±adidos (de John Scalzi y del autor, además del ya clásico de Jorge Luis Borges), relatos nuevos (Los globos de fuego y el inédito en espaí±ol El desierto, sobre las mujeres que siguen a los colonizadores) y cuatro ilustraciones a color de Edward Miller.

La historia completa, de todos modos, merece la ocasión de explayarse un poco más.

El primero de esos héroes se llamaba Sherwood Anderson y en 1919 publicó un libro fundamental para la narrativa norteamericana, un compendio de relatos entrelazados sobre un pueblecito que trata de adaptarse a la modernidad. El dí­a en que ese libro, Winesburg, Ohio, llegó a manos de un joven de 24 aí±os llamado Ray Bradbury, este pensó: ”Ay, Dios. Si pudiera escribir un libro que fuese la mitad de bueno, pero ambientado en Marte, ¡serí­a increí­ble!». Quedaba así­ el futuro marcado para el segundo héroe, el editor de Doubleday Walter I. Bradbury (ningún parentesco). En junio de 1949, con 29 aí±os, el aún inédito Ray, que llevaba desde la infancia soí±ando con poéticas expediciones espaciales, viajó de Waukegan (Illinois) a Nueva York para mover sus manuscritos. Allí­, los editores le dijeron que buscaban novelas, pero él solo tení­a cuentos aparecidos en revistas. Finalmente, Ray y Walter cenaron, y el segundo Bradbury dijo al primero: ”Creo que ya ha escrito usted una novela. ¿Qué piensa de esa cantidad de cuentos marcianos que ha publicado? ¿No hay un hilo común escondido? ¿No podrí­a coserlos, hacer una especie de tapiz, medio primo de una novela?». ”Dios mí­o», respondió el escritor, ”¡Winesburg, Ohio!». Un dí­a después, cobraba un anticipo de 1.500 dólares (1.360 euros) por Crónicas marcianas y el proyecto de El hombre ilustrado. Y cinco aí±os más tarde, un tercer héroe, el argentino Francisco Porrúa —uno de los más grandes editores en lengua espaí±ola, responsable de descubrir y publicar Cien aí±os de soledad, Rayuela o El seí±or de los anillos— estrenaba en Buenos Aires su recién creada editorial Minotauro con la contratación de ambos libros: el hoy conmemorado, que habí­a conocido leyendo un artí­culo de Jean-Paul Sartre (otros dicen que por recomendación de Marcial Souto, su asesor en la sombra y amigo de Bradbury), acabó por traducirlo él mismo —como tantos en adelante— bajo el pseudónimo de Francisco Abelenda, su apellido materno.

Nací­a así­, gracias a los heroicos Anderson, Bradbury (Walter) y Porrúa, y gracias sobre todo a su propio talento y tesón —escribí­a 1.000 palabras diarias desde los 12 aí±os—, el autor legendario, el amante de listas, gatos y vií±edos, el futuro autor de Fahrenheit 451 y guionista de Moby Dick, uno de los más grandes renovadores de la ciencia ficción.

Alguien especial. Un marciano. El poeta de las estrellas.

De héroe a villano

”Me cambió la vida, leí­ sus Crónicas… de adolescente y fue como recibir un puí±etazo en el plexo solar», rememora el premio Nacional César Mallorquí­, que en septiembre, con la esperada Trece monos, vuelve a la ciencia ficción. ”El ser humano, con Bradbury, pasó de héroe a villano, y esa melancolí­a, pura poesí­a nostálgica, proviene de la pérdida del mundo de su nií±ez por la Segunda Guerra Mundial. í‰l nos enseí±ó a reinventarnos», aí±ade.

”Bradbury va a la esencia, no se deja cegar por la tecnologí­a», dice el hoy editor de Minotauro, José López Jara, tras reivindicar a Porrúa y a su continuador, Francisco Garcí­a Lorenzana. ”Nos llevó del pulp a la new wave, advirtiéndonos de que vayamos adonde vayamos, cargaremos con nuestro infierno». Para el editor, que anima a las generaciones más jóvenes a descubrir la genialidad del estadounidense, la efeméride es además motivo para sacar pecho: ”Los 60 aí±os de Minotauro nos obligan a seguir el legado de Porrúa, somos una de las grandes marcas de Planeta y tenemos que pelear para estar a la altura». De ahí­ que, junto a un jugoso anuncio sobre el otro gran creador marciano del sello —Kim Stanley Robinson, también hijo de Waukegan, de quien tras su célebre Trilogí­a marciana Minotauro lanzará Aurora en 2016—, López Jara se muestre orgulloso de rescatar en breve El tiempo de la noche, de William Sloane, con un nuevo prólogo de Stephen King. ”Hay joyas como estas en el catálogo que conviene revalorizar, Bradbury es el mejor ejemplo: hay mucha más gente que lo conoce que gente que lo haya leí­do. Y no saben lo que se pierden». La realidad, los sueí±os, la épica lí­rica de nuestra más ambiciosa colonización. Se pierden, sí­, a héroes, a traidores, a marcianos, todos más pronto o más tarde, como profetizó el autor hace 60 aí±os, de piel oscura y de ojos dorados. Es la hora de aceptarlo, de dar, admoniciones incluidas, el salto final: al fin y al cabo, y gracias al gran soí±ador de Waukegan, todos tenemos plaza en los cohetes de la posteridad.

FUENTE: EL PAíS

Graciela Machuca

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