DIALOGOS EN EL INFIERNO ENTRE MAQUIAVELO Y MONTEQUIEU.Maurice Joly 1864

Nicolas Maquiavelo, 1469-1527, Montequieu 1689-1755 DIALOGO UNDECIMO

MONTESQUIEU

Vuestro rigor me parece excesivo, pues en ultima instancia ningún periódico podrá ya, sin exponerse a los peligros mas graves, expresar opiniones polí­ticas; vivirán a duras penas de las noticias. Ahora bien, me parece en extremo difí­cil, cuando un periódico publica una noticia, imponerle su veracidad, pues las mas de las veces no podrá responder de ello con absoluta certeza, y aun cuando este moralmente seguro de decir la verdad, le faltara la prueba material.

MAQUIAVELO

En tales casos, lo que hay que hacer es pensarlo dos veces antes de inquietar la opinión publica.

MONTESQUIEU

Veo otro problema, sin embargo. Si no es posible combatiros desde los periódicos de adentro, os combatirán los de afuera. Todos los descontentos, todos los odios se expresaran en las puertas de vuestro reino; a través de sus fronteras se arrojaran periódicos y libelos inflamados de pasiones polí­ticas.

MAQUIAVELO

¡Ah! Tocáis un punto que me propongo reglamentar con sumo rigor, pues la prensa extranjera es, en efecto, peligrosa en extremo. Ante todo cualquier introducción o circulación en el reino de los periódicos, o escritos clandestinos se castigará con prisión y la pena será lo bastante severa como para evitar reincidencias. Luego, aquellos de mis súbditos convictos de haber escrito contra el gobierno en el extranjero, serán, a su regreso al reino, buscados y castigados. Es una verdadera indignidad escribir, desde el extranjero, contra el propio gobierno.

MONTESQUIEU

Eso depende. De todos modos, la prensa extranjera de los estados fronterizos hablará.

MAQUIAVELO

¿creéis eso? ¿no suponemos acaso que soy el rey de un poderoso reino? Os juro que los pequeí±os estados que bordean mis fronteras temblarán. Los obligaré a promulgar leyes que persigan a sus propios nacionales, en caso de ataques contra mi gobierno a través de la prensa o por cualquier otro medio.

MONTESQUIEU

Veo que tuve razón al decir, en El Espí­ritu de las Leyes, que las fronteras de un déspota debí­an ser asoladas. Es preciso impedir que penetre por ellas la civilización. Vuestros súbditos, estoy persuadido de ello, ignorarán su propia historia. Con las palabras de Benjamin Constant, convertiréis vuestro reino en una isla donde se desconocerá lo que acontece en Europa, y la capital en otro islote donde nadie sabrá lo que sucede en las provincias.

MAQUIAVELO

No deseo que mi reino pueda ser perturbado por rumores y conmociones provenientes del extranjero. ¿cómo llegan las noticias del exterior? Por intermedio de un reducido numero de agencias que centralizan las informaciones que les son transmitidas a su vez desde las cuatro artes del mundo. Pues bien, se puede sobornar a esas agencias y a partir de ese momento solo darán noticias bajo el control del gobierno.

MONTESQUIEU

Maravilloso; podéis pasar ahora a la vigilancia que ejerceréis sobre los libros.

MAQUIAVELO

Este es un problema que me preocupa menos, pues en una época en que el periodismo ha alcanzado una difusión, tan prodigiosa, ya casi no se leen libros. No tengo, empero, intención alguna de dejarles la puerta abierta. En primer lugar obligaré a quienes quieran ejercer la profesión de impresor, de editor o de librero a proveerse de una licencia, es decir de una autorización que el gobierno podrá retirarle en cualquier memento, ya sea directamente o por medio de decisiones judiciales.

MONTESQUIEU

Pero entonces, estos industriales serán en cierto modo funcionarios públicos. ¡Los instrumentos del pensamiento convertidos en instrumentos del poder!

MAQUIAVELO

No os quejareis de ello, me imagino pues en vuestros tiempos, bajo los regí­menes parlamentarios, las cosas no eran de otra manera; las antiguas costumbres, cuando son buenas, vale la pena conservarlas. Volviendo a las medidas fiscales: haré extensivo a los libros del impuesto que grava a los periódicos, o mejor dicho, impondré el gravamen fiscal a aquellos libros que no alcancen a tener un determinado numero de paginas. Por ejemplo, un libro que no tenga doscientas , trescientas paginas, no será un libro, no será mas que un folleto.

Supongo que percibí­s perfectamente las ventajas de esta combinación; por un lado rarifico mediante el impuesto esa legión de libelos que son algo así­ como apéndices del periodismo; por el otro, obligo a quienes quieran eludir el timbre fiscal a embarcarse en composiciones extensas y dispendiosas que, escritas en esa forma, casi no se venderán o se leerán apenas. En nuestros dí­as nadie sino los pobres diablos, piensan en escribir libros; renunciaran a ello. El fisco desalentará la vanidad literaria y la ley penal desarmará a la imprenta misma, por que haré al editor y al impresor responsables, criminalmente, del contenido de los libros. Es preciso que, en el caso de que haya escritores lo bastante osados como para atreverse a escribir obras en contra del gobierno, no encuentren nadie que se las editen. Los efectos de esta intimidación saludable restablecerán una censura indirecta que el gobierno no podrá ejercer por si mismo, a causa del desprestigio en que ha caí­do esta medida preventiva. Antes de dar a luz obras nuevas, los impresores y editores deberán consultar, solicitar informaciones; presentaran aquellos libros cuya impresión les haya sido requerida; de esta manera, el gobierno estará siempre convenientemente informado acerca de las publicaciones que se preparan contra él; procederán, cuando lo juzgue oportuno al secuestro preliminar de las ediciones y entablará querella contra los autores ante los tribunales.

MONTESQUIEU

Me habí­ais dicho que no tocarí­ais los derechos civiles. No os percatáis, al parecer, de que por medio de esta legislación acabáis de atacar la libertad de la industria; hasta el derecho de propiedad se encuentra en peligro, supongo que le llegará su turno.

MAQUIAVELO

Esas son simples palabras.

MONTESQUIEU

Entonces, sino me equivoco, habéis terminado con la prensa.

MAQUIAVELO

¡ OH, no! No todaví­a.

MONTESQUIEU

¿Qué os queda por hacer?

MAQUIAVELO

La otra mitad de la tarea.

Este diálogo solo es la entrada para que acepte la invitación a la lectura.Y le adelanto respetable lector que los próximos diálogos que comentaremos son, «En que creen los que no creen» de Umberto Eco, 1997 una sugerencia de una correspondencia, a LA COLUMNITA, y hoy solo le comento esta frase sugerente, » Nosotros no somos capaces de comprender quienes somos, sin la mirada y la respuesta de los demas»

Graciela Machuca

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