Mí‰XICO, D.F. (apro).- El asesinato de la periodista Regina Martí­nez Pérez, el sábado 28 de abril, es resultado de un paí­s descompuesto, de una situación de violencia cotidiana en la que actos extremos no son la excepción sino la regla cotidiana. Esta situación la comparte Veracruz con la mayor parte del paí­s. Al crimen abonó el ambiente de hostilidad y aun de acoso en el que la prensa independiente se ve obligada a cumplir sus funciones. En nuestro caso, son reiterados el secuestro y la compra masiva de ejemplares por parte de quienes se sienten afectados por lo que publicamos. En ocasiones, nos hemos visto en la necesidad de ocultar en el anonimato el nombre de nuestros reporteros, enviados especiales y corresponsales en sus trabajos sobre temas de seguridad.

Más allá de los detalles que podrí­a arrojar la investigación policiaca, creemos que el asesinato de Regina Martí­nez sólo pudo darse en esa atmósfera de descomposición y hostilidad. Respecto de esa investigación, que está a cargo del gobierno de Veracruz, Proceso es escéptico. En una reunión con el gobernador del estado, Javier Duarte de Ochoa, en la ciudad de Xalapa, a unas cuantas horas del asesinato de nuestra compaí±era, la directiva de Proceso lo expresó así­ ante la promesa retórica de que ”se investigará hasta las últimas consecuencias». No les creemos y se los hicimos saber.El gobierno del estado solicitó la coadyuvancia de la Procuradurí­a General de la República en las investigaciones. La revista participará en la misma calidad para evitar desviaciones en las indagatorias.La agresión contra cualquiera de los integrantes de esta casa editorial es un atentado contra Proceso y en contra del derecho constitucional a informar.

No eludiremos ninguna acción hasta conseguir el esclarecimiento del crimen.

Escribe SARA LOVERA;

Compaí±eras: Estoy sin habla. La conocí­ hace más o menos 20 aí±os, fue corresponsal del diario donde yo trabajé 14 aí±os, La Jornada. Ella trabajaba entonces en un diario local llamado Polí­tica, en la ciudad de Xalapa, Veracruz, era muy jovencita, delgadita, pequeí±a, tení­a el pelo negro hasta la cintura. Era enjundiosa, estricta, investigaba a fondo. Hace muchos aí±os denunció que le entregaban a los campesinos tí­tulos de tierras, sin tí­tulo o sin tierra, mostró la simulación; iba a donde fuera en una entidad, Veracruz, que es la más larga de la geografí­a mexicana. A la sierra, a la costa, a la montaí±a, donde hubiera una amenaza a un pueblo indí­gena o campesino; donde asesinaran a un lí­der; moví­a todos los escombros en un caso de corrupción, respetada por su trabajo periodí­stico, por su compromiso social como periodista, hallando siempre todos los documentos y los hechos, dispuesta a renunciar si un medio le quitaba su libertad de expresión. Defensora o más bien, buena periodista, que tanta falta hacen en un paí­s desangrado.

De ella me quedo con esos ratos pisteando ( aquí­ se dice eso cuando se toma una cerveza frente al mar, por el calor intenso); me quedo con su dura expresión siempre que tení­a un asunto periodí­stico entre manos; con su generocidad –en 1992 nos quedábamos largas horas trabajando, a pesar de que el diario estaba cerrado porque no salí­a el lunes- y no saben cómo me ayudó a entender la dinámica polí­tica y social veracruzana, compartí­ con ella muchas misiones, durante varios aí±os. La voy a extraí±ar. No creí­a en una sola causa, creí­a en todas las que pudieran remediar el hambre y el abandono de los totonacas en Veracruz; escudrií±aba todo lo necesario para aclarar un acto de corrupción.

Yo creo que era como una monja moderna, dedicó todo su tiempo y toda su vida a una ingrata profesión que en México, se ha llevado a muchas y muchos compaí±eros.

A Regina hay que recordara así­, viva, actuante, a la que no le servirí­a , en su caso, ni un catálogo de seguridad, ni muchas cartas de apoyo. A ella le va a servir hacer buen periodismo, no dejarlo de hacer, no cerrar la puerta, no temer al enemigo, no distraerse en nada, contar, contar lo que pasa en México, contar, no dejar de decir, decirlo bien, profesionalmente, investigar, no se dejó Regina nunca y nunca nadie la pudo desmetir. Le gustaba tanto lo que hací­a, que a veces no le alcanzaba el dí­a. Hay que recordarla viva y seguir su ejemplo.

Regina Martí­nez estudió ciencias de la comunicación en la Universidad Veracruzana, tení­a como 23 aí±os en la profesión. No era altisonante, ni le gustaban los reflectores. No se uní­a a causas, las describí­a, no tuvo hijos y tení­a un sólo amante: el periodismo.

Graciela Machuca

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *