aproARMANDO PONCEEl jueves 5 el novelista y periodista Juan Villoro remitió desde Barcelona, Espaí±a, a donde viajó después de las elecciones, la respuesta al cuestionario que le envió Proceso dos dí­as antes. En él narra su biografí­a como votante, hace un análisis de la situación polí­tica, cuestiona el sistema de elección mexicano y califica de «madruguete electoral» el que hizo aparecer la misma noche de la votación a Enrique Peí±a Nieto no como ganador virtual sino como ganador definitivo. Paralelamente, sostiene que Andrés Manuel López Obrador actúa con lógica al impugnar el proceso. Y en metáfora futbolí­stica (él, que ha realizado profusamente la crónica del balompié, por ejemplo en Dios es redondo) dice que la jornada del domingo 1 en México fue como ver un partido no de 90, sino de 85 minutos. ¿Cuál es su parecer sobre el momento polí­tico que vive México?—Tenemos una crisis difí­cil de enfrentar. Durante mucho tiempo pensamos que si contábamos con elecciones limpias y vigiladas, ganarí­a el mejor candidato. Pero no fue así­; la gran sorpresa de la democracia es que puede ganar el peor. La alternancia trajo dos presidentes nefastos, Vicente Fox, que fue incapaz de gobernar, y Felipe Calderón, que militarizó el paí­s y dejó un saldo de 88 mil muertos y 30 mil desaparecidos (cifras que crecen mientras se lee esta frase). Esta incompetencia produjo una nostalgia del orden, un deseo de control a cualquier precio. Un graffiti resume la situación: «Que se vayan los ineptos y que vuelvan los corruptos».El PRI suele ser percibido como el hermano mayor de una familia autoritaria: te golpea pero te da regalos. Enrique Peí±a Nieto hizo una hábil campaí±a en este sentido. En el segundo debate le habló de tú a los electores, ofreciéndoles beneficios directos y seguridad. No proponí­a modificar al paí­s sino favorecer de manera pragmática a cambio del voto.¿Basta eso para ganar una elección? No basta. México es un paí­s con enormes rezagos democráticos, pero la mayorí­a de la gente está más informada de lo que se supone. Los intentos de Televisa y Tv Azteca por crear una burbuja de desinformación ya no operan en tiempos de las redes sociales. Si la gente se informa en Siria, con más razón lo hace en México. La incultura del candidato del PRI, incapaz de mencionar los tí­tulos de tres libros, no es compartida por los votantes.En estas condiciones, el PRI recurrió a trampas electorales para triunfar. José Woldenberg, que conoce perfectamente el tema, escribió que un fraude cibernético, controlado centralmente, es hoy en dí­a imposible. Lo que Manuel Bartlett hizo para Carlos Salinas de Gortari en 1988 es hoy tan inverosí­mil como la decisión del PRD de apoyar a Bartlett para el Senado. Pero hay otras maneras de incidir en la elección, y es lo que tenemos enfrente. La irregularidad no ocurrió en un misterioso cuarto de máquinas dominado por el Mago de Oz. Fue un operativo nacional que no se veí­a desde 1994, cuando ganó Zedillo.Hay 20 estados con gobernadores del PRI. Ahí­ se operó para lograr la compra y la inducción del voto. De acuerdo con Alianza Cí­vica, 28.4% de los mexicanos se vieron expuestos a estas coacciones. La elección no fue limpia, así­ de sencillo: en algunos casos el voto se compró por 100 pesos de monedero electrónico en Soriana; en otros, se pagó 500 pesos; en otros más, hubo tarifa de lujo. Los montos de la corrupción varí­an hasta llegar a las cifras récord que recibió Televisa para transformar la información en propaganda.—¿De qué fue testigo Juan Villoro en estas elecciones?—En mi casilla conocí­ a varias personas que buscaban una casilla especial. Un observador del IFE les informó que la casilla especial más cercana quedaba cerca del Estadio Azteca (nosotros estábamos en el centro de Coyoacán). Agregó que se dieran prisa porque ya casi no habí­a boletas (y apenas eran las 12 de la maí±ana). Esto habla de la dificultad que muchos votantes encontraron, similar a la de los más de 50 mil votantes que se registraron en el extranjero y se encontraron con que sólo habí­a 40 mil y pico de boletas.Una amiga, que fue secretaria de casilla en La Condesa, seguí­a en la discusión de resultados cuando Leonardo Valdés habló por televisión. En esa casilla habí­a 12 votos más de los que admití­a el padrón. Se trataba de una irregularidad en pleno corazón del D. F. Mientras ellos debatí­an, el Consejero Presidente del IFE daba por cerrada la elección. Más tarde, un amigo textilero que tiene una fábrica en el Estado de México me comentó que sus obreros fueron a recibir despensas en bolsas negras a cambio de votar por el PRI. Al dí­a siguiente, un empresario griego que vive en Cozumel me comentó que sus empleados recibieron botes de pintura o un tinaco a cambio de votar por Peí±a Nieto. Las pruebas del cochinero están por todas partes. Lo que menciono apenas son datos accidentales.—El IFE ha festinado las elecciones como limpias y sin incidentes, pero a medida que transcurren las horas para dar a conocer el resultado oficial, han ido surgiendo, sobre todo a través de las redes sociales, impugnaciones e irregularidades de todo tipo. ¿Qué tan confiables le parecieron?—Se han reportado dos robos de urnas a mano armada en Nuevo León y 2 mil 500 boletas perdidas en Baja California; el FBI encontró boletas en Estados Unidos; hay pruebas de regalo de materiales de construcción y despensas en casi todo el paí­s; hubo arrestos en Jalisco por manipulación de boletas; en YouTube puedes ver la compra de votos en una casilla de Villagrán, Guanajuato; en el D. F., muy cerca del Estado de México, el almacén Soriana de Calzada Ignacio Zaragoza se vació con compras hechas gracias a los monederos electrónicos que el PRI cambió por votos; los indí­genas de Huachinango, Puebla, fueron acarreados en camiones para votar… Las ilegalidades son suficientes para ser investigadas por el TRIFE. Los testimonios negativos se agolpan en la red pero todos tienen un común denominador: el gran operador de los ilí­citos fue el PRI. Estamos ante un escenario novedoso: ni el gobierno federal ni el IFE pudieron controlar el proceso electoral. El blindaje de la credencial de elector y del sistema de cómputo no bastan para que la contienda sea limpia.—La cuestión especí­fica del sistema electoral: El IFE encargó un conteo rápido en 7 mil 500 casillas (entrevistando a los votantes al salir de ellas). ¿Tiene noticia de cuáles eran esas casillas y bajo qué criterio se escogieron? ¿Está de acuerdo en ese conteo?—Como la mayorí­a de los mexicanos, ignoro el criterio para escoger esas casillas. El IFE ha fallado en comunicar sus procedimientos. Pero hay problema de raí­z: los resultados fueron presentados como definitivos cuando eran provisionales. Las 7 mil 500 casillas representan una muestra al interior de un total. No son el resultado final. Hubo una clara coordinación para que así­ pareciera. Josefina Vázquez Mota rompió el récord de velocidad para declararse derrotada, Leonardo Valdés adelantó su mensaje media hora (en estos casos, el protocolo es una forma de la legalidad) y el presidente apareció segundos después para insistir en que todo estaba consumado. Martí­n Luis Guzmán escribió que el verbo que conjuga la polí­tica mexicana es «madrugar». Fue lo que presenciamos: un madruguete electoral. Antes de que se conociera la voluntad popular, el resultado se habí­a cocinado. Después de la crónica de un triunfo anunciado del que hablaron las encuestas, vimos el anuncio de un triunfo exprés.—La mayorí­a de los medios impresos se adelantaron a levantarle la mano a Enrique Peí±a Nieto, al igual que Felipe Calderón, y hasta los presientes Obama y Hollande. TV Azteca exigí­a inmediatamente que el candidato de la izquierda, López Obrador, reconociera su derrota. Este decidió esperar los resultados oficiales.¿Cómo aprecia este fenómeno cuando hasta dentro de unos dí­as se dará a conocer el resultado oficial?—La actitud de López Obrador es lógica, pero creo que no puso suficiente atención a este tema a lo largo de la campaí±a. Cuando habló de fraude, lo hizo en forma genérica, como quien alude a una conspiración maligna. Habí­a datos concretos de desví­o de fondos para la campaí±a de Peí±a Nieto. Los pudo usar en el debate y no lo hizo. Por otra parte, él no ha sido ajeno al madruguete. En 2006 se declaró ganador en la noche de la elección, antes de que terminara el conteo, y organizó el plantón antes de que el Tribunal Federal Electoral fallara respecto a la campaí±a. Para sacudirse su imagen rijosa creó su inverosí­mil imagen de hombre amoroso; fue demasiado blando en los debates, no fue propositivo, habló con más lentitud que Andy Warhol y no aportó suficientes pruebas de inequidad en la campaí±a. Sin embargo, lo que está en juego no es su conducta como candidato sino el instrumento mismo de la elección.—Aquí­ sí­ podrí­amos aí±adir una metáfora futbolí­stica, si le parece: Ante el resultado del conteo rápido, ¿aceptarlo a ciegas y no cuestionar su metodologí­a, no es como aceptar que la selección mexicana de futbol, si se va a penalties, va a perder siempre?—En México, los aficionados al futbol estamos acostumbrados a la adversidad. Si la selección juega contra Brasil, suponer que vamos a perder no implica falta de patriotismo. En las elecciones pasa lo mismo: aunque pensemos que nuestro gallo va a perder, lo seguimos apoyando. El domingo amanecí­ con ese ánimo. La debacle de Calderón, el desgaste de López Obrador y la falta de presencia del PRD en la mayor parte del paí­s, junto con el anhelo de una restauración del orden y la capacidad corporativa del PRI, hací­an favorito a Peí±a Nieto. Sinceramente era difí­cil pensar que Andrés Manuel ganarí­a. Pese a todo, yo anhelaba esa sorpresa, el gol de media cancha que marcara una diferencia. En la casilla, y en conversaciones posteriores, supe de gente que cambió su intención de voto a última hora. Como la impuntualidad es una arraigada costumbre mexicana, imaginé una épica voltereta. Pero la realidad se decidió de otro modo: no hubo limpieza en la contienda. La trampa está en la naturaleza del PRI. No le bastó llegar con ventaja a las urnas: amarró intereses, saboteó la decisión popular, amedrentó y controló a miles de votantes. En términos futbolí­sticos fue como ver un partido de 85 minutos porque el árbitro se roba cinco.—¿El conteo rápido fue una equivocación?—Sobre eso se tienen que pronunciar los expertos, pero los testigos podemos decir algo incontrovertible: no tuvimos resultados rápidos sino precipitados. Hubo un manejo polí­tico de la información. Leonardo Valdés adelantó su discurso media hora, un tiempo decisivo cuando se están valorando miles de datos. ¿Por qué lo hizo? No ofreció ninguna explicación al respecto en su robótica declaración y generó la impresión de que habí­a que declarar la victoria del PRI lo antes posible. Esta celeridad produjo un efecto bumerang. El manejo tendencioso de resultados levantó nuevas sospechas. ¡La realidad era anunciada antes de ocurrir!—El papel de las encuestas a lo largo de la campaí±a… ¿qué tan confiables le parecieron? Hubo una solitaria, aquella en la cual el diario Reforma situó a Peí±a y AMLO en empate técnico. Pero nadie ahondó en ella…—Ciertas empresas encuestadoras favorecen la intención de sus clientes. Durante mucho tiempo se habló de que Peí±a Nieto tení­a 20 puntos de ventaja. La lucha era más cerrada. Si los votantes hubieran pensado en una diferencia de 5 o 7 puntos, habrí­a aumentado el voto útil, pues la mayorí­a de los mexicanos votaron contra Peí±a Nieto.En mi opinión hay que votar como los griegos que concibieron la democracia, sin someter la conciencia a las encuestas. Sin embargo, es un hecho que numerosos votantes se dejan influir por las posibilidades reales del triunfo. La encuesta de Reforma se produjo después del movimiento #YoSoy132. Ese fue el principal factor de cambio en la contienda y apoyó a López Obrador de rebote. El movimiento trataba de impedir el retorno del PRI y criticaba la polí­tica de guerra de Calderón. Ante esas mociones de censura, López Obrador quedaba como una tercera ví­a. Eso le dio un empujón tardí­o pero definitivo a su campaí±a.—En la encuesta de un centenar de creadores e intelectuales que hizo Proceso hace dos semanas usted dijo que ninguno de los tres candidatos con probabilidades le convencí­a, pero que votarí­a por López Obrador. ¿Hoy podrí­a decir cuáles eran sus reticencias con cada uno?—La clase polí­tica en su conjunto deja mucho que desear. Más que elegir los méritos evitamos los defectos de los candidatos. El PRI representa 71 aí±os de confundir lo público con lo privado y de transformar la polí­tica en una variante de la criminalidad. El antiguo Partido Oficial no se ha renovado. El PRI de Peí±a Nieto es el de Humberto Moreira, Ulises Ruiz, Mario Marí­n y Tomás Yarrington. Para mantenerse en el poder, el PRI contó con la colaboración de expertos competentes en los más diversos ramos y tuvo representantes socialdemócratas y honestos como Jesús Reyes Heroles o Antonio Carrillo Flores. Pero esto no basta para limpiar su trayectoria. Por su parte, el PAN representa la peor combinación del conservadurismo y una irresponsable polí­tica de guerra. ¿Tiene sentido votar por el PAN en un paí­s sembrado de cadáveres? La opción de López Obrador me parece superior. Esto no lo exime de defectos. No conoce la autocrí­tica ni delega responsabilidades, es premoderno en su manera de hacer polí­tica, conservador en temas como el aborto o el trato con sindicatos, cambia de opinión sin justificarse, promete cosas imposibles de cumplir… Más que un estadista es un activista. Pero ninguna de estas limitaciones es tan grave como las de sus rivales. A fin de cuentas se trata del único candidato honesto, el único que busca un cambio colectivo para el paí­s y el único que propuso un gabinete plural y competente. Por otra parte, el PRD no ha destruido al paí­s y el PRI y el PAN ya lo hicieron. Aunque no sea perfecto, López Obrador es preferible. Quienes esperan a un candidato ideal, a la altura de sus selectas exigencias, nunca tendrán por quién votar. Es arrogante esperar que la realidad calque nuestras preferencias. Por último, votar por un candidato no es ofrecer un cheque en blanco. Si gana, hay que presionarlo para que mejore. La experiencia del D. F. demuestra que se puede ir construyendo una opción de izquierda responsable.—¿Cree legal que las elecciones puedan ser impugnadas por López Obrador?—Deben ser impugnadas por todos los medios democráticos: la prensa, los observadores, las asociaciones civiles y, principalmente, órganos como el TRIFE. No estamos ante la causa de un candidato sino ante la falla de un proceso. La información de la que disponemos es contundente y eso no se puede censurar como en otros tiempos. Si no se logra credibilidad, las consecuencias pueden ser muy graves. López Obrador no inventó la impugnación. En este caso, el primer nombre propio que viene a la mente es el de Francisco I. Madero.—Ha hablado de la telecracia. ¿Cómo leyó los reportajes de The Guardian sobre el pacto Televisa-PRI para impulsar a Peí±a Nieto?—El PRI confió en crear a un telepresidente. Como Madrazo antes que él, Peí±a Nieto se transformó en el candidato del «canal de las estrellas», con una primera dama procedente de ese elenco. Será difí­cil conocer el monto exacto del dinero que dio Peí±a Nieto (o las facilidades que se le otorgaron a crédito). Lo cierto es que regresamos a la situación en la que el viejo Azcárraga declaraba ser un «soldado del PRI». En vez de validarse por el peso de su información, Televisa prefiere hacerlo por el tráfico de influencias que le otorga un trato preferencial entre los polí­ticos. Esta actitud clientelista y premoderna hace que esté a aí±os luz de las verdaderas empresas de comunicación. Curiosamente, la publicidad de Televisa favoreció menos al PRI que la debacle de Felipe Calderón. El verdadero agente publicitario de Peí±a Nieto fue el miedo.El tema de la televisión debe ser analizado junto con otros dispendios. Durante la campaí±a, Peí±a Nieto se trasladó en diversos aviones privados mientras López Obrador viajaba en avión de lí­nea. En ningún paí­s europeo se da esa disparidad. Los gastos de campaí±a deberí­an ser mejor auditados.—Hace 12 aí±os, cuando el triunfo de Fox, la antropóloga Elisa Ramí­rez, hija del psicoanalista Santiago Ramí­rez, dijo a Proceso que México se habí­a convertido en un foro de Televisa. En su libro El testigo (con el cual Villoro obtuvo el Premio Herralde de Novela en Espaí±a en 2004), el intelectual Julio Valdivieso, quien ha vivido mucho tiempo fuera del paí­s, regresa a México tras la derrota del PRI y encuentra que la épica se ha vuelto telenovela. Si cuando en unos dí­as el paí­s se despierte sabiendo que el PRI todaví­a está ahí­, ¿cambiará la relación con los medios electrónicos?—El testigo se ubica en el aí±o de la alternancia. Julio Valdivieso regresa al paí­s después de 24 aí±os para conocer el cambio. De manera sorprendente, ve que muchas transformaciones van hacia atrás. La guerra cristera se vuelve chic y le ofrecen ser asesor histórico de una telenovela llamada Por el amor de Dios. Como suele ocurrir en México, me quedé corto con esta predicción. Hace poco se presentó una pelí­cula sobre los cristeros, Miss México usó un traje regional con motivos de esa guerra y Carlos Abascal asistió como secretario de Gobernación a una beatificación colectiva de mártires cristeros en el Estadio Jalisco de Guadalajara. ¡Es más de lo que puede imaginar un novelista! Otros ejes de mi novela son la importancia creciente del narcotráfico, el resurgimiento del poder de la Iglesia y el papel rector de la televisión en los asuntos públicos. ¡También en eso me quedé corto! Los excesos de nuestra realidad son inverosí­miles como ficción. La gran pregunta es: ¿Cómo toleramos nuestra realidad?—Para Gabriel Garcí­a Márquez la diferencia entre los conservadores y los liberales en Colombia era que los primeros iban a misa de 8 y los segundos a misa de 10. Se ha hablado mucho del PRIAN como un modelo del sistema estadunidense Demócratas-Conservadores en alternancia que, en México, deja fuera a la izquierda del juego polí­tico. ¿Cuáles son esas diferencias entre un gobierno del PRI y uno del PAN?—Una lección de la campaí±a pasada es que, en caso de emergencia, el PRI y el PAN se unen. Su rivalidad es como la de Televisa y Tv Azteca: presentan programaciones diferentes pero se alí­an para no pagar impuestos por la reconversión digital o para impedir que haya una tercera cadena. Vicente Fox es un ejemplo perfecto de esta conducta. Cuando era candidato, en las asambleas pateaba un ataúd con el emblema del PRI. Cuando lo acusaron de lépero, contestó a los priistas: «A mí­ se me podrá quitar lo grosero, pero a ustedes no se les va a quitar lo corruptos». Ese antipriista ahora llamó a votar por el PRI para impedir que llegara López Obrador. Lo mismo se puede decir de la actitud de Felipe Calderón. Dentro de sus muchos fracasos está el no haber podido designar a un continuador de su polí­tica en el PAN. Nunca apoyó del todo a Josefina y cuando vio que no iba a ganar optó por lo que para él era el mal menor: el regreso del PRI, partido contra el cual se habí­a propuesto luchar toda su vida. Su inquina personal contra López Obrador fue más fuerte que las convicciones de su juventud. No sé qué tan irónica fue Josefina Vázquez Mota cuando le ofreció la PGR, pero el gesto resultó certero. Abandonada por el presidente, parecí­a decir: «Ya que tanto te gustan los balazos, te ofrezco la policí­a».—En un «cálculo optimista», declaró hace dí­as que el PRI llegó para quedarse, por lo menos, tres sexenios. Dijo que todaví­a le quedan algunas elecciones para votar, y que tal vez a los 73 aí±os su voto pueda influir. ¿Podrí­a hacer su biografí­a como votante desde que lo hizo por primera vez?—No regresa un partido, sino una maquinaria de hacer polí­tica, que incluye toda clase de trampas. La elección ofreció un muestrario de lo que vuelve. El gobierno federal y el IFE se vieron rebasados por los gobiernos locales y los operadores del PRI. Esa capacidad de coacción se verá reforzada desde la presidencia. No en balde el aparato prií­sta estuvo 71 aí±os en el poder. Será muy difí­cil que se someta limpiamente a la voluntad popular. Cuando voté por primera vez, a los 20 aí±os, la oposición no presentó candidato porque estaba harta del simulacro. José López Portillo, del PRI, era el único. Fue un claro anuncio de lo que representa ese partido.—Los celulares impidieron en Espaí±a la reelección de Aznar por sus mentiras. ¿Cree que los muchachos de la #132, con sus redes sociales y la impugnación de la izquierda sean capaces de influir en la revisión del IFE?—En tiempos de Franco, habí­a que ir al extranjero para saber lo que sucedí­a en Espaí±a. Aznar no tomó en cuenta que hoy en dí­a el «extranjero» está en la red, es decir, en tu casa. Su partido perdió las elecciones por un mal manejo de la información. #YoSoy132 le ha bajado el colesterol a la polí­tica y puede jugar un papel decisivo en la difusión de una comunicación alterna. Espero que sigan operando al margen de los partidos tradicionales. Por el momento, lo más importante que pueden hacer es aportar información al IFE y el TRIFE para que se sancione la elección.—¿Es usted #132?—Por razones tristemente biológicas no puedo presumir de esa membresí­a.—Uno de los episodios más extraí±os de la historia moderna de México ocurrió cuando el presidente Ernesto Zedillo habí­a aceptado firmar los Acuerdos de San Andrés, que pondrí­an fin al conflicto en Chiapas. El filósofo Luis Villoro, representante de los zapatistas, relató a Proceso aí±os después que, inexplicablemente el gobierno se echó para atrás en el último minuto. En esa entrevista hizo la defensa, entre las opciones del intelectual, de la que considera válida: la del intelectual crí­tico frente al poder. ¿Es esa tu posición? Si es así­, ¿qué pensar del poder polí­tico en México? ¿De qué manera representa a la sociedad?—La palabra «intelectual» se acuí±ó con un gesto de rebeldí­a, cuando í‰mile Zola intervino crí­ticamente en el caso Dreyfuss. El pensamiento no se puede someter a una razón de partido o de Estado. Es la libertad que Camus defendió ante Sartre, que preferí­a silenciar los crí­menes de la Unión Soviética. La independencia crí­tica no necesariamente está asociada con la izquierda. Cuando Mario Vargas Llosa calificó al PRI como «la dictadura perfecta» ejerció esa actitud desde una postura liberal. México le debe mucho a gestos como el de Octavio Paz al renunciar a la embajada en la India después de la matanza de Tlatelolco y a su definición del PRI como el «ogro filantrópico». No hay una forma de representar a la sociedad. El trabajo intelectual sólo existe en la pluralidad. Carlos Monsiváis es tan necesario como Daniel Cosí­o Villegas. Como imaginarás, el ejemplo de mi padre ha sido decisivo para mí­. Es fácil asumirse como tolerante o crí­tico; lo difí­cil es ejercer estas virtudes, y él lo ha hecho.Hay muchos modos de la discrepancia. El pensamiento crí­tico se opone al pensamiento único. En lo personal, creo en la posibilidad de una izquierda capaz de luchar por la justicia social sin atentar contra las libertades individuales, una izquierda autocrí­tica y tolerante, ajena a la solemnidad, el dogmatismo y la cerrazón. Ya que mencionas el movimiento zapatista, te cuento que asistí­ en Chiapas a una asamblea previa a la Convención de Aguascalientes de 1994. Ahí­, un veterano de la militancia propuso una extraí±a moción de orden: prohibir los chistes. Fue derrotado por abrumadora mayorí­a. Esa defensa del humor me convenció de que la izquierda tiene futuro.

Graciela Machuca

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